En el contexto de las actividades de la 80.ª Asamblea de la Organización de Naciones Unidas (ONU), cada mes de septiembre aquí en la ciudad de Nueva York se dan cita la mayoría de los mandatarios que conforman la llamada comunidad internacional.
Con el objetivo de forjar un sendero promisorio en donde se puedan ventilar los retos que hoy enfrenta la humanidad y en procura de elaborar propuestas alcanzables orientadas al bienestar colectivo, combate a la pobreza, eliminación o reducción de las guerras, acceso al agua potable, inversión en infraestructura, cuidado de salud, saneamiento ambiental y la reivindicación del derecho internacional, inclusión y justicia social, entre otros; la citada asamblea ha venido pregonando estos y otros objetivos aún no alcanzados desde su fundación.
Al llegar su turno, en la que sería su primera intervención como jefe de Estado por segunda vez en dicha asamblea, Donald Trump regresó al podio de la ONU luego de 8 meses en el poder al mando de una gestión enfocada en trastocar el orden erigido desde la postguerra. Merced a sus amenazas o antagonizando antiguos aliados, el actual mandatario parece remontar el país a los tiempos del imperialismo más descarnado. Lanzando guerras comerciales y apoyando abiertamente regímenes hostiles a los dictámenes democráticos en su intervención, serpenteante, frívola, baladí y hasta deplorable en otros momentos. Comenzó su discurso acusando al organismo de un sabotaje, pues tanto la escalera eléctrica se detuvo mientras subía de manera súbita junto a su esposa, como el teleprompter dejó de funcionar mientras hablaba.
Sus palabras describieron un mundo ininteligible, fantástico quizás, en donde él y su audacia de líder y estadista lo habían salvado del caos. A su juicio, durante su primera gestión logró la paz en dos continentes, pero dicha “era de calma y estabilidad” dio paso a una de las mayores crisis de nuestro tiempo. Desprecio el historial de la ONU y el rol de esta. “¿Cuál es el propósito de la ONU?”… “Soy bien bueno en estas cosas”. “Sus países se irán al infierno”, fustigó la amenaza ambiental a su juicio inexistente. “El año pasado ‘estábamos (los EE. UU.) en crisis profunda', pero hoy, con tan solo 8 meses de administración, somos el país más vibrante en cualquier parte del mundo”.
Las naciones del mundo, los individuos de bien hemos de preguntarnos: ¿cómo llegamos a este punto?
Acuso a los activistas ambientalistas de querer “matar todas las vacas”. En su arenga deplorable, fustigó la excesiva inmigración al tiempo que se colocaba como el bróker de la paz. Entre estas y otras divagaciones que se extendieron por 57 minutos, señaló que dado su liderazgo a nivel mundial y todos sus logros, merecía el premio Nobel, obviando, claro está, su fracaso total en Ucrania y su complicidad en el genocidio en curso en Gaza.
Fustigo las alianzas internacionales y, entre incoherencias, expreso los términos de lo que pudiera considerarse la Doctrina Trump, que da prioridad a la soberanía individual de las naciones y su enfoque transaccional, que premia aquellas que pueden servirle al interés nacional estadounidense o a él personalmente.
La vergonzosa diatriba incluyó reflexiones como la siguiente: “Durante la campaña había una gorra, una que se convirtió en superventas, cuya leyenda decía ‘Trump estaba correcto en todo’… Y no lo digo de manera fanfarrona, pero es la verdad”… He estado correcto en todo”…
El líder rencoroso acusó a la entidad anfitriona como a las demás naciones, señalándoles una lista de quejas en donde acusó a la ONU por no haberle renovado un contrato a sus empresas mientras era corredor de bienes raíces. Criticó además las políticas migratorias de otros países, los molinos de viento. De forma desafiante, también dijo que EE. UU. continuaría desempeñando el rol de juez, jurado y verdugo ejecutando sospechosos narcos en altamar, así como están haciendo en Venezuela. Pero además utilizo quizás un cuarto del tiempo atacando los esfuerzos internacionales encaminados a enfrentar el cambio climático.
La vergonzosa diatriba incluyó reflexiones como la siguiente: “Durante la campaña había una gorra, una que se convirtió en superventas, cuya leyenda decía ‘Trump estaba correcto en todo’”
Más allá de lo cómico de su discurso de mal gusto, este espectáculo deplorable por parte de un mandatario sediento de una tribuna en donde pueda este dar rienda suelta a sus excrecencias verbales; las naciones del mundo, los individuos de bien hemos de preguntarnos: ¿cómo llegamos a este punto? Si hoy se critica a la ONU por su ineficiencia ante los retos que hoy enfrentamos, una gran parte de la responsabilidad recae sobre el mismo EE. UU., quien durante décadas se ha encaminado a arrinconar el rol que dicho organismo debe ejecutar mediante las continuas amenazas, retenciones de fondos y boicots cuando la ONU impide o critica los impulsos imperiales y neocoloniales que EE. UU. ha llevado a cabo alrededor del mundo.
De ahí que los pueblos, naciones aún interesadas en la convivencia pacífica entre los hombres, deberíamos continuar luchando para el fortalecimiento de la ONU y otras entidades y organismos de alcance global, de modo que profundicemos el multilateralismo, el fortalecimiento de las diversas instancias y mecanismos multilaterales, de modo que afiancemos la seguridad internacional, el respeto a los derechos humanos, la distribución rápida y equitativa de ayuda humanitaria y para el desarrollo, pese a las trabas que sicofantes e indeseables como Trump se ocupan en torpedear o erradicar.
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