La teoría literaria contemporánea, tal como la expone Jonathan Culler, no debe entenderse como un simple conjunto de escuelas críticas enfrentadas, sino como un espacio de reflexión interdisciplinario que cuestiona los supuestos más arraigados sobre la literatura, el lenguaje y la cultura. En contraposición a la perspectiva convencional, que organiza el campo en corrientes como el estructuralismo, el marxismo o el psicoanálisis, Culler propone centrarse en los debates comunes y en los efectos que la teoría ha producido en la manera de leer y comprender los textos.
Uno de los problemas iniciales que se plantea es la propia definición de «teoría». En contraste con el ámbito científico, donde se formulaban leyes verificables, en el campo de las humanidades el concepto se empleaba para referirse a la especulación, la interpretación y el análisis conceptual. En este sentido, la teoría se constituye más como una actividad que como un conjunto de conocimientos estáticos. Este enfoque implica la elaboración de explicaciones que no resultan evidentes, sino complejas y difíciles de refutar, y que invitan a una reconsideración de los conceptos asumidos en el pensamiento convencional.
Un aspecto crucial de la teoría es su naturaleza interdisciplinaria, que se manifiesta en la integración de diversas áreas del conocimiento. El objeto de estudio de la presente investigación no se limita al análisis de la literatura, sino que incorpora elementos provenientes de diversas disciplinas como la filosofía, la antropología, la lingüística, la sociología, los estudios de género y la teoría política. En el ámbito de la crítica literaria, se ha observado una tendencia a la utilización de textos originalmente ajenos a este campo como referencias centrales. Ejemplos de ello son los textos de Foucault sobre el poder o los de Derrida sobre la escritura, los cuales ofrecen conceptos útiles para la reflexión sobre el lenguaje, el sujeto y la cultura. En este sentido, la teoría no se limita a métodos de análisis literario, sino que se manifiesta como un género híbrido con la capacidad de transformar la mirada en múltiples campos.
Según Culler (2000), el efecto más significativo de la teoría es la crítica del sentido común. Se cuestiona, por ejemplo, la idea de que el significado de un texto reside únicamente en la intención del autor, o que la escritura refleja fielmente una realidad exterior. Estas nociones, aparentemente naturales, se revelan como construcciones históricas y culturales. En consecuencia, la teoría desestabiliza las certezas previas y obliga a la reflexión sobre interrogantes como: ¿qué es un autor?, ¿qué significa leer?, ¿cómo se constituye la identidad del sujeto?, ¿qué relación guardan los textos con sus contextos sociales?
Esta dinámica se ilustra mediante los ejemplos aportados por Foucault y Derrida. Foucault evidencia que nociones aparentemente naturales, tales como el «sexo», constituyen productos históricos engendrados por discursos médicos, jurídicos y sociales. (Foucault,1998) Por otra parte, Derrida cuestiona la primacía del habla sobre la escritura y muestra que toda experiencia está mediada por signos (Derrida, 1978). Ambos casos ponen de manifiesto la función especulativa y crítica de la teoría, que consiste en revelar cómo lo que aparentemente resulta originario o esencial es, en realidad, el resultado de procesos discursivos y culturales.
En última instancia, Culler subraya el carácter inalcanzable de la teoría, lo que implica que su dominio es una condición siempre cambiante y provisional. En este sentido, se observa la ausencia de un canon establecido, lo que supone la presencia de un conjunto en constante expansión de textos y debates que revisan de manera periódica los elementos establecidos. Este fenómeno, si bien puede resultar inicialmente perturbador, también estimula la vitalidad intelectual, al requerir de los lectores una participación activa en el diálogo con perspectivas novedosas. En suma, la teoría literaria no constituye un compendio de técnicas, sino un ejercicio de pensamiento crítico que transforma la manera en que se lee y comprende la relación entre lenguaje, literatura y cultura.
La teoría literaria y la República Dominicana
Las reflexiones esbozadas por Jonathan Culler en el ámbito de la teoría literaria encuentran un eco significativo en el contexto dominicano, donde los estudios culturales y literarios se han visto compelidos a abordar la tensión inherente entre lo que se percibe como «natural» y lo que, en realidad, constituye una construcción histórica. La literatura dominicana, desde los discursos independentistas hasta la narrativa contemporánea, ha estado marcada por la búsqueda de identidad nacional y por el cuestionamiento de las herencias coloniales. Desde la perspectiva teórica, se postula que conceptos como «patria», «raza» o «tradición» no representan esencias inmutables, sino construcciones discursivas que han experimentado fluctuaciones en función de las circunstancias políticas y sociales.
A modo ilustrativo, el rol de la literatura en la conformación de la identidad caribeña evidencia cómo el lenguaje y los símbolos han sido empleados para legitimar y resistir poderes, en un movimiento análogo al que Foucault describe en torno al sexo y el poder. Asimismo, el énfasis de Derrida en la mediación de los signos resuena en la cultura dominicana, donde la oralidad, la música popular y la escritura literaria se entrelazan para producir sentido. En última instancia, la aplicación de la teoría literaria al contexto dominicano facilita una mejor comprensión de los mecanismos mediante los cuales se construye la identidad cultural y la manera en que la literatura desempeña un papel activo en dicho proceso.
Referencia.
Culler, J. (2000). Breve introducción a la teoría literaria (G. García, Trad.). Crítica.
Derrida, J. (1978). De la gramatología (Ó. del Barco & C. Ceretti, Trads.). Siglo XXI Editores. (Obra original publicada en 1967).
Foucault, M. (1998). Historia de la sexualidad I: La voluntad de saber (U. Larraceleta, Trad.). Siglo XXI Editores. (Obra original publicada en 1976).
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