La obra La utopía filosófica como faro de la justicia plantea una crítica profunda al pensamiento moderno y a las estructuras de dominación que se han erigido desde la filosofía occidental, y propone una renovación conceptual y ética que permita vislumbrar un horizonte más justo y humano. El texto se centra en una preocupación fundamental: el deterioro de la vida humana causado por una racionalidad instrumental, tecnocrática y eurocéntrica que ha distorsionado el sentido original de la filosofía como búsqueda de sentido, verdad y dignidad.
Uno de los ejes fundamentales de la obra es la crítica a la modernidad, entendida no como una etapa histórica neutral, sino como un proyecto ideológico que ha legitimado la exclusión de pueblos, culturas y formas de vida. La categoría de «entropía», utilizada en el texto, funciona como metáfora del desorden sistemático causado por una modernidad que, bajo el pretexto del progreso, ha devastado la naturaleza, fragmentado las comunidades y aniquilado la ética. Esta crítica no se limita al ámbito ecológico o político, sino que llega al núcleo del pensamiento moderno al mostrar que sus fundamentos filosóficos —en especial los de la tradición ilustrada— ocultan una voluntad de dominio que ha sido disfrazada de razón universal.
En este sentido, la obra establece un diálogo crítico con autores como Hegel, Habermas y Comte, cuyas visiones sobre la historia, la razón y el progreso han sido pilares de la autocomprensión de Occidente. Sin embargo, estos mismos fundamentos han servido para invisibilizar a las culturas periféricas, como si no tuvieran nada que aportar al desarrollo de la humanidad. Esta exclusión se desmonta a través del pensamiento de Enrique Dussel, quien reinterpreta el concepto de modernidad desde la experiencia de la conquista de América y denuncia el carácter genocida y epistemicida del proyecto moderno.
La propuesta central de la obra consiste en reinterpretar la filosofía como un acto ético y político de resistencia y recuperación de lo humano desde sus márgenes. La «utopía filosófica» no es un sueño irrealizable, sino un horizonte de sentido que moviliza al pensamiento hacia la justicia, entendida como el reconocimiento del otro, de la víctima y del excluido. Esta utopía se construye desde una «ética material», como la propuesta por Dussel, que pone en el centro la vida concreta y no las abstracciones metafísicas que han justificado la violencia simbólica y material en nombre del ideal.
El texto también profundiza en la dimensión lingüística y cultural de esta transformación, y destaca que toda estructura ética parte de un ethos determinado por el lenguaje, la historia y las prácticas colectivas. Se pone de manifiesto que el lenguaje moral está atravesado por tensiones culturales, por lo que no puede haber una ética universal sin una hermenéutica intercultural que permita comprender las diferentes formas de vida. De esta manera, se reivindica la necesidad de pensar desde la diversidad y no desde la homogeneidad impuesta por los modelos dominantes.
Otro aspecto clave del texto es la reconstrucción de una ontología crítica a través del concepto de «Onto/logiké-topía». En esta parte se reflexiona sobre la lógica como matriz estructurante del pensamiento y del mundo, y se propone una relectura ontológica que supere los dualismos cuerpo/alma, razón/emoción y sujeto/objeto que han marcado la tradición occidental. Desde esta perspectiva, se plantea una lógica multidimensional que integre lo simbólico, lo ético y lo vital, y que no se reduzca a la mera racionalidad técnica.
El texto también realiza un ejercicio de crítica genealógica al concepto de tradición, desmontando las falacias que se ocultan tras muchas creencias heredadas. En la sección «Falacia/éidos/cultum-topía» se examina cómo las ideas que se transmiten culturalmente tienden a convertirse en dogmas incuestionables que paralizan la capacidad de pensar y transformar. Frente a esto, se plantea una pedagogía del cuestionamiento, una filosofía que recupere la curiosidad radical y se libere de las cadenas de lo «dado».
La propuesta filosófica del texto no se encierra en la especulación abstracta, sino que desemboca en una praxis crítica inspirada en autores como Nietzsche, Marx, Ortega y Gasset, Sánchez Vázquez y Wittgenstein. Esta praxis busca romper con los sistemas normativos obsoletos y abrir la posibilidad de nuevos valores, nuevas formas de vida y nuevas configuraciones del ser. El sujeto filosófico que emerge de esta obra no es el sabio aislado, sino el ciudadano ético que reflexiona desde su contexto, que se pregunta por el sentido de su existencia y actúa en consecuencia para transformar la realidad.
En suma, La utopía filosófica como faro de la justicia es una obra que invita a replantearse los fundamentos del pensamiento, la historia, la ética y la política. Su objetivo no es simplemente criticar el pasado, sino abrir caminos hacia un futuro más justo, donde la filosofía recupere su vocación original: ser faro en medio de la oscuridad, brújula en el caos, palabra que orienta y transforma. Frente a un mundo marcado por el nihilismo, la desigualdad y la tecnificación de la vida, esta obra propone una alternativa utópica, crítica y profundamente humana. Su fuerza reside en que no ofrece respuestas cerradas, sino que plantea preguntas que comprometen, invitan a pensar, sentir y actuar desde un lugar distinto: el de la dignidad compartida y la justicia por venir.
Conclusión: Utopía filosófica y justicia en la realidad dominicana
La crítica a la modernidad y la invitación a repensar la filosofía desde la periferia que se plantean en la obra encuentran un eco profundo en la realidad de la República Dominicana. En una sociedad donde persisten las desigualdades estructurales y el acceso al pensamiento crítico sigue siendo privilegio de pocos, es urgente transformar los valores éticos y culturales que sustentan el orden vigente. La «utopía filosófica» propuesta se vuelve especialmente necesaria en este contexto, no como un ideal irrealizable, sino como horizonte ético para repensar la educación, la política y la vida cotidiana desde la perspectiva de los más excluidos.
En el caso de la República Dominicana, la filosofía debe dejar de ser una disciplina encerrada en las aulas universitarias para convertirse en una herramienta de emancipación popular. Esta transformación implica vincular el pensamiento con las luchas sociales, con la defensa de la naturaleza, con la recuperación de nuestras raíces afroindígenas y con una revisión en profundidad de los modelos educativos y políticos. La obra invita a superar los dogmas heredados, las verdades impuestas y las estructuras de dominación que históricamente han marginado al pueblo dominicano tanto en el ámbito del saber cómo en el ejercicio de la ciudadanía.
Por eso, la utopía filosófica como faro de la justicia está presente en la República Dominicana. De hecho, es una necesidad urgente para construir un nuevo país donde la dignidad no sea una palabra vacía, sino una realidad vivida. Una República Dominicana que reconozca su diversidad cultural, que forme ciudadanos críticos y éticos, y que apueste por una justicia social enraizada en su propia historia y contexto. En ese sentido, esta obra nos convoca a reflexionar sobre cómo somos como sociedad y a construir, desde el pensamiento, una patria más justa, más humana y más nuestra.
Compartir esta nota