"¿Que nadie ha hecho una oda al aguacate?”, pregunta mi hija Laura, poeta y aguacatófila como yo, que llega desde México y lanza estos versos: “¡Oh, aguacate!, verde fruta / que escondes por modestia / tu dulzura y te dejas salar / y aceitar y majar cual la verdura…! / ¡Oh, aguacate!, quien de tu carne / hiciere su locura, con pan / con plátano, con yuca o con lechuga. / ¡Oh, aguacate!, esmeralda del campo / pasión de todo huerto, / prefiérote al tomate y la cebolla / pues ellos, aunque estén en una olla, / jamás podrán hacer / el milagro que hace contigo la cuchara: / que de probarte resucita el muerto / aunque el sazón en exceso te salara!”
Soy periodista con licenciatura, maestría y doctorado en unos 17 periódicos de México y Santo Domingo, buen sonero e hijo adoptivo de Toña la Negra. He sido delivery de panadería y farmacia, panadero, vendedor de friquitaquis en el Quisqueya, peón de Obras Públicas, torturador especializado en recitar a Buesa, fabricante clandestino de crema envejeciente y vendedor de libros que nadie compró. Amo a las mujeres de Goya y Cezanne. Cuento granitos de arena sin acelerarme con los espejismos y guardo las vías de un ferrocarril imaginario que siempre está por partir. Soy un soñador incurable.