La tradición de los electores dominicanos, partiendo de septiembre de 1963 a la fecha, ha sido la de escoger a políticos malos y corruptos para que gobiernen la República Dominicana.

La percepción que reina entre los dominicanos es que el único presidente bueno y honesto lo fue el profesor Juan Bosch, quien llegó a la presidencia tras ganar abrumadoramente las elecciones del 20 de diciembre de 1962, apoyado por el Partido Revolucionario Dominicano (PRD), el cual había fundado en el exilio en 1939.

Su forma de dialogar, de dirigir sus mensajes en un lenguaje llano y claro a la población mayoritariamente humilde y pobre, penetró en la conciencia de los dominicanos.

Sus expresiones populistas nunca fueron del gusto de la clase alta del país, integrada por comerciantes, industriales, terratenientes, el liderazgo de la Iglesia católica y la cúpula militar forjada a los criterios personales del tirano Rafael Leónidas Trujillo Molina, quien gobernó el país entre 1930 y 1961.

Toda acción que se manifestara en contra de los intereses de la oligarquía local e internacional era sinónimo de un brote de comunismo ateo y disociador, que había que combatir a cualquier costo para complacer a los intereses norteamericanos.

Al momento del ajusticiamiento de Trujillo, la noche del 30 de mayo de 1961, Joaquín Balaguer era el presidente títere de República Dominicana, por mandato del dictador y no por elección popular.

Desaparecida la dictadura y la huida de los familiares de Trujillo hacia el exterior, un Consejo de Estado tomó las riendas del país, con el objetivo de preparar elecciones limpias y democráticas, celebradas el 20 de diciembre de 1962, y que fueron ganadas de forma abrumadora por Juan Bosch.

Bosch asumió las riendas del poder el 27 de febrero de 1963, aplicando reformas sociales, económicas y agrarias, en beneficio de los sectores más carenciados, pero que perjudicaban los intereses de la élite burguesa trujillista que aún controlaba los principales medios de producción.

Su lucha fue en defensa de la democracia, la libertad ciudadana y contra la corrupción gubernamental. Puso en marcha una nueva constitución, que garantizaba los derechos individuales de la población, la educación y el sistema salud, entre otras conquistas sociales.

Su nueva política gubernamental fue tipificada por la clase burguesa como inaceptable, porque la consideraban de “comunista”, dando inicio a un complot para derrocarlo lo antes posible.

La conspiración fue tan extensa y exitosa que lograron que dirigentes del propio partido de Bosch, el PRD, se aliaran a los golpistas, que habían recibido el apoyo del gobierno de los Estados Unidos.

El 25 de septiembre de 1963 lograron su objetivo. Derrocaron a Bosch con apenas siete meses en el poder. Le sucedió el gobierno del Triunvirato, regido por una junta cívico-militar, con el doctor Donald Reid Cabral a la cabeza.

Tres años de incertidumbre política y de agitación nacional por el regreso de Bosch al poder reinaron en el país, dando lugar a que en 1965 se produjera un levantamiento cívico-militar a favor del regreso al poder del expresidente, quien se encontraba en el exilio.

La lucha armada fue entre militares constitucionalistas (rebeldes) contra militares golpistas (fuerzas del orden) y políticos corruptos enemigos de la democracia y el progreso.

Bajo la dirección militar del coronel Francisco Alberto Caamaño Deñó, el conflicto armado se convirtió luego en una lucha patriótica, al enfrentar a 42 mil marines que llegaron al país el 28 de abril de 1965, enviados por el entonces presidente de Estados Unidos, Lyndon B. Johnson.

La invasión militar norteamericana fue con el pretexto de salvarles la vida a los ciudadanos norteamericanos residentes en el país. Pero su verdadero objetivo fue ayudar a derrotar a los constitucionalistas, que junto al pueblo armado estaban derrotando a los golpistas en cada frente de batalla.

Bajo la ocupación militar de EEUU, y terminado el conflicto cívico-militar, se organizaron unas elecciones en las que resultó electo el candidato preferido de Washington, el doctor Joaquín Balaguer y su Partido Reformista.

Mucho se ha escrito sobre lo malo y corrupto que fueron los años de gobierno del líder reformista durante sus 22 años de gobierno: 1966-1978, y 1986-1996.

Los subsiguientes que encabezaron Antonio Guzmán Fernández, el menos malo (1978-1982); Salvador Jorge Blanco (1982-1986); Leonel Fernández (1996-2000) y (2004-2012); Hipólito Mejía (2000-2004), y Danilo Medina (2012-2020) se destacaron como mentirosos y corruptos.

A la administración del presidente Luis Abinader, del Partido Revolucionario Moderno (PRM), que inició en agosto de 2020, le endilgan de ser “un gobierno malo”, porque trabaja para beneficio de la burguesía y clase empresarial dominicana.

Su administración no escapa de las acusaciones sobre acciones dolosas cometidas por algunos de sus funcionarios. Y lo peor, la vinculación de muchos de sus congresistas en actividades ilícitas del bajo mundo del narcotráfico.

Para conocer la verdad del nivel de actos de corrupción administrativa en la administración de Abinader habrá que esperar al término de su mandato de 8 años, en agosto de 2028.

El próximo 25 de septiembre se cumplirán 62 años del derrocamiento del gobierno legítimo de Bosch, período de gobierno de solo siete meses mejor valorado y añorado por miles de dominicanos.

Mientras que las administraciones gubernamentales de Balaguer, Jorge Blanco, Leonel Fernández, Hipólito Mejía y Danilo Medina, la calificación mayoritaria es que estos fueron muy malos y corruptos.

Rafael Gómez

Periodista

Rafael Gómez, periodista dominicano. Residente en los Estados Unidos.

Ver más