Al progresismo y a las izquierdas les ha faltado valor, conciencia política y decisión para desprenderse de la sombrilla que garantiza transitar “por la sombrita” palaciega. Un espectáculo triste y deprimente, ante la mirada de un pueblo sorprendido, paralizado y estupefacto, al observar a un sector revolucionario, aguerrido y combativo convertirse en un animal político que no puede vivir, en materia electoral, sin la derecha corrupta. Un oxígeno ideológico que provoca la muerte lentamente.
Inmovilizar el pensamiento y la acción en función de crear una maquinaria unitaria, amplia y diversa, electoral, independiente de los partidos tradicionales y ocupar el espacio histórico reservado en la etapa democrática, es el más grave error, imperdonable, de los revolucionarios y progresistas. Sus andanzas históricas con la derecha solo han beneficiado a la contrarrevolución, al contribuir y consolidar la alternabilidad en el poder entre ellos y recibir en sus filas a un selecto y experimentado grupo de hombres y mujeres del litoral.
El progresismo y las izquierdas se han caracterizado con llegar tarde a los eventos electorales, dándole vueltas al asunto, intentando conectar con la realidad. El doctor Guillermo Moreno, presidente de Alianza País (ALPAÍS), empezó muy bien, con un discurso esperanzador, democrático y con proyecciones de liderar el movimiento progresista. Sin aviso ni motivo aparente, comenzó a torcerse: con sus acercamientos con la Embajada de los Estados Unidos, con la derecha y provocando alejamientos innecesarios con sectores de la izquierda revolucionaria.
El momento de máximo esplendor de esa entidad política se logró con el ingreso a sus filas de la destacada dirigente Minou Tavárez Mirabal y de un grupo calificado de militantes. La alegría duró poco, muy poco, ya que tuvo que abandonarla y formar tienda aparte. Surgiendo, entonces, la Opción Democrática (OD). Ingresando y fortaleciendo, de esa manera, la corriente progresista. Los dos, juntos al Frente Amplio (FA) y ciudadanos independientes, integran lo que se conoce como progresismo dominicano.
La desgracia del progresismo del patio es su vinculación estrecha con la derecha corrupta que nos ha gobernado. Ni guardan la apariencia y el fondo cuando se trata de sobrevivir legalmente o de conseguir un empleo público en el tren administrativo. Con sobrada razón, el legendario dirigente revolucionario, Narciso Isa Conde, la considera como “el progresismo más atrasado de la región”. Su comportamiento en los sucesos cotidianos se enfocan en rivalizar y tratar de deslegitimar a los sectores revolucionarios.
Las alianzas y pactos políticos con los corruptos, dentro y fuera del poder, son incorrectos, y, más aún, cuando se tratan de repetirlas sin ninguna razón histórica y valedera; convertirlas en sus compañeras de vida es una aberración imperdonable. Incluso, apenas a tres años para las elecciones 2028, se están preparando las condiciones subjetivas, intentando justificarlas, para continuar con esas andanzas abominables.
En varias ocasiones he sostenido que la corriente política progresista no es revolucionaria. Es una posición democrática de la pequeña burguesía que gira en torno al pensamiento burgués y la concepción marxista del proletariado. Inclinándose, con consignas de avanzadas, a la consolidación de la democracia capitalista. En la etapa democrática, coinciden con las izquierdas y pueden caminar juntos en el proceso electoral, en la aplicación de medidas económicas, políticas y sociales que mejoren las condiciones de vida y de trabajo de la población. Respetando y defendiendo el principio de la autodeterminación de los pueblos.
La base fundamental para la formación de una maquinaria electoral descansa en la unidad de la izquierda revolucionaria con sectores progresistas. En ambas, la presencia de la pequeña burguesía y sus volubilidades dificulta iniciar un acercamiento y consolidar los puntos coincidentes. La complejidad se presenta en el ambiente para presentar una verdadera opción de poder progresista y de izquierda. El colmo de los colmos, es que nadie se une en torno a un proyecto electoral: ni los que están de acuerdo con las alianzas con la derecha y mucho menos, el sector contrario en andar con los corruptos. Les huyen a la unidad electoral, como el Diablo a la cruz. Con sobrada razón se dice que “la condición de clase pesa más que la Cordillera Central”.
Ante la imposibilidad de materializar la unidad democrática, progresista y de izquierda, la derecha, en el poder y fuera de él, “comerá con su dama”. Uno de ellos ganará las próximas elecciones 2028. Y de nuevo, volverán a justificar votando por lo menos malo. ¡Qué vergüenza!
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