Pascua: esperanza encarnada en un cuerpo resucitado

La Pascua es el anuncio central de la fe cristiana: Cristo ha resucitado. Pero este no es un mensaje abstracto ni meramente espiritual. Jesús resucita con un cuerpo real, herido, pero glorificado, como signo de que la vida humana, en todas sus dimensiones, ha sido asumida por Dios y transformada desde dentro. En ese cuerpo pascual están incluidas nuestras dolencias, nuestros miedos y nuestras enfermedades. Desde ahí, el cristiano no solo espera el cielo, sino que trabaja por una salud integral aquí y ahora.

La enfermedad no tiene la última palabra

Cada vez que la Pascua es celebrada se proclama que la muerte ha sido vencida. También la enfermedad, como expresión del mal y la fragilidad, es relativizada a la luz del Resucitado. No negamos el dolor, pero afirmamos que no tiene la última palabra. En hospitales, dispensarios y comunidades golpeadas por el sufrimiento esta esperanza es bálsamo. El cuerpo doliente de los enfermos se convierte, desde la fe, en lugar de encuentro con un Dios que también sufrió y sanó. Acompañar la enfermedad con sentido y cuidado es una forma concreta de vivir el misterio pascual.

Salud: un compromiso pascual y comunitario

La Pascua no es solo para la intimidad del corazón, sino un impulso misionero. El Resucitado envía a sus discípulos a sanar, a liberar, a dar vida. En ese espíritu, trabajar por la salud pública —especialmente en las periferias donde la atención médica es precaria— es una tarea evangélica. La promoción de la salud, la prevención de enfermedades y el acceso justo a los servicios médicos son parte del anuncio del Reino. Cuando luchamos por una sociedad más sana y justa, estamos diciendo con acciones que Cristo vive.

 Cuidar el cuerpo es un acto espiritual

Muchos aún separan la fe del cuidado del cuerpo, como si este fuera un estorbo para la vida espiritual. Sin embargo, desde la Encarnación y la Pascua, sabemos que el cuerpo no es enemigo, sino templo. Promover hábitos saludables, combatir adicciones, apoyar la salud mental y prevenir enfermedades son caminos concretos de espiritualidad encarnada. Cuidarnos a nosotros mismos y a los demás, con una visión integral, es corresponder al don de la vida que Dios nos ha regalado.

 Una Pascua marcada por la fragilidad y la promesa

Esta Pascua la vivimos con el corazón herido por la pérdida del papa Francisco, pastor cercano a los pobres, enfermos y olvidados. Su partida nos deja el legado de una Iglesia en salida, compasiva y profundamente humana. En medio del duelo, su testimonio nos impulsa a seguir construyendo una cultura del cuidado y de la ternura. La Pascua no niega la muerte, pero la trasciende con una promesa firme: la vida florece aún en medio del sepulcro.

Pascua es salud que renace. Es impulso para trabajar por la sanación del cuerpo, del alma y de las estructuras sociales enfermas. En cada gesto de cuidado, en cada campaña de prevención, en cada oración junto al lecho de un enfermo, estamos diciendo que la vida tiene sentido, que la esperanza es más fuerte que el dolor. No todo está perdido. Como médico y jesuita, creo con firmeza que la Resurrección nos llama a sanar, a levantar y a vivir. Porque el sepulcro está vacío, y la vida ha vencido para siempre.

Rigoberto Martínez, SJ

Jesuita y doctor en Medicina

Jesuita. Doctor en Medicina. Especialista en Primer Grado en Higiene y Epidemiología. Fue Subdirector Provincial del Centro Provincial de Higiene, Epidemiología y Microbiología de la Provincia de Villa Clara, Cuba. Participó en Cursos Internacionales de Dengue. Fue colaborador del Centro de Investigaciones del Instituto de Medicina Tropical Pedro Kourí (IPK). Asesoró a distancia Estudios de Entomología Médica en Brasil. Experiencia en Control de Vectores.

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