Reflexiones para una Navidad con propósito

El tiempo de la Navidad, en el marco de nuestra cultura, es un período muy especial para elevarnos espiritualmente.

Con la mente puesta en el bienestar personal y colectivo, debemos definir y diseñar nuestros proyectos para el próximo año.

Es necesario pensar que no existimos sin el otro; por supuesto, el otro tampoco existe sin la presencia, necesaria, de nosotros como partes de la colectividad.

Es altamente conveniente; nos desprendemos de toda ambición egoísta.

Caminemos hacia una cultura de amor, paz y solidaridad. Defendamos el bien colectivo porque también es propio.

Pensemos en la familia y sus múltiples propósitos. Aunque nos concentremos en objetivos personales y esenciales, estos nunca impedirán el hecho de que tú seas parte importante de la comunidad.

Este es un tiempo para planificar el bienestar, elevando el alma en espíritu para alcanzar, con su impulso, la meta esperada. No hay proyecto sin emoción.

Plasmemos nuestras aspiraciones en propósitos nobles.

Para ello, lo primero que debemos realizar es una profunda introspección para ver las cosas que no podemos observar objetivamente desde la superficialidad.

La prisa diaria nos agobia en la eterna cotidianidad que nos consume la vida.

Pero independientemente de cualquier cosa que ocurriese en el camino, la vida es maravillosa…

¡Es tiempo de reflexión!

Termino el presente trabajo con la cita de Marqués de Sade: “Toda moral humana se encierra en esta sola frase: Hacer a los demás tan felices como uno mismo desea serlo, y no causarles nunca un mal que no quisiéramos recibir. Estos son, amigo mío, los únicos principios que debemos seguir”.