Al igual que es de rigor hacer un alto de vez en cuando, para descansar del diario vivir, también lo es detener el ajetreo cotidiano y hacer memoria de lo acontecido. Si no por otra razón, al menos, para verificar de dónde procedemos, evaluar el sitial alcanzado en el camino y, por fin, otear lo que quizás jamás ocurra allí adónde quisiéramos o creemos poder arribar.
En ese contexto, miro detrás del presente temporal en dirección de un escrito icónico de entre no pocos. Me refiero al que los jesuitas, con el P. José Luis Alemán como responsable, elaboraron durante el lapso de 1966-1969 y finalmente titularon “El Survey” de la República Dominicana[1].
El referido documento declara su objetivo sin rodeos en su introducción:

“El Survey es un estudio sociológico con una meta muy precisa: servir de base a la reorganización del trabajo apostólico de la Compañía de Jesús en República Dominicana.”
En función de esa labor pastoral, el estudio “se ordena fundamentalmente a iluminar con la luz del Evangelio el sistema de valores y de actitudes tanto de la sociedad como de los grupos e individuos con los cuales trabajamos o queremos trabajar”.
Valga aquí una primera advertencia capital. El consignado interés de la pesquisa jesuítica no era académico, tampoco de índole comercial, publicitaria o divulgativa. Se le concebía como un instrumento de análisis y exposición apto para encauzar la referida labor apostólica. Desde una perspectiva teológica, esa labor –en tanto que enraizada en la fe, la vida en comunidad, la tradición y el magisterio eclesial– sobreviene referida de manera inconfundible e inseparable de las actitudes, los valores y los intereses inherentes a todo comportamiento humano de naturaleza social e histórica.
La particularidad de la teología apostólica de los jesuitas en aquellos años –posteriores al Concilio Vaticano II y sacudidos en particular por los impactos revolucionarios en zonas caribeñas y en el país– pudo haber sido discutible, pero no una exclusividad de los miembros de esa orden religiosa en las Antillas. Por eso, para mayores contratiempos, “no hay duda alguna sobre la imperfección del trabajo presentado. Ni las ciencias sociales han llegado a diseñar métodos precisos para una interpretación sociocultural de todo un pueblo, ni existen un número y calidad de estudios parciales previos suficientes”.
A pesar de tales dificultades, a los autores del referido Survey solo les quedaba confiar que su encuesta hiciera las veces de ‘principio y fundamento’ de ulteriores reuniones de discusión. En esos encuentros se procuraría –como quien dice por la vía metodológica de la intersubjetividad— ratificar o rectificar el diagnóstico realizado. Solo así, aparecería en aquel entonces la verdadera “mentalidad” en la que se asentaban y de la que dependían —en primera y última instancia— la vida individual, familiar, socioeconómica, política y cultural de los habitantes en territorio dominicano.

Desprovisto de elucubraciones teóricas y/o metodológicas, el estudio de referencia articula seis capítulos en un total de 288 cuartillas que pasaron por una alguna máquina de escribir Underwood –o en una Olivetti u Olimpia– de las que eran utilizadas en aquellos años, incluyendo, por supuesto, sus respectivas copias a carbón. Sus seis capítulos son: I. Interpretación sociocultural de la República Dominicana; II. La organización social del proceso económico; III. La política dominicana; IV. La familia dominicana; V. La educación dominicana y IV. La religión en República Dominicana.
Expongo lo antedicho hasta aquí porque, en días recientes, el P. Pablo Mella S.J. me trajo personalmente una copia del memorable análisis sociológico. Finalizada su relectura, y en posesión de la objetividad que proporciona la distancia del tiempo transcurrido, en estas apretadas líneas pretendo dejar constancia de lo mucho que le debo al Survey en mi desempeño como estudiante y profesional; además, al mismo tiempo, quiero reconocer por este medio el afecto que reservo y la deferencia que tributo a sus autores. Y no solo porque me permitieron colaborar con ellos, administrando encuestas a tutiplén en la región oriental del país –S. Pedro, Hato Mayor, El Seibo e Higüey.
Por tanto, sustento implícitamente en estas líneas que el Survey jesuita de la República Dominicana de 1969 avala una fotografía fidedigna de la prístina sociedad dominicana que tuve el privilegio inmenso de admirar y comenzar a querer, –antes de que sufriera su próximo ‘cambio’ o ‘gran transformación’, gracias al esmero anónimo de un significativo número de hombres de iglesia, sitos de cara al presente y al futuro de la República Dominicana.
Confío en que la apretada síntesis que me propongo realizar de aquellos capítulos permitirá a los más jóvenes y novicios fraguar una referencia apropiada a toda una década de intensa vida patria, concebida como bisagra contemporánea de la historia social dominicana. Por igual, a los testigos de aquel tiempo bisoño, les ratificará una perspectiva relativamente hablando desconocida o soslayada debido a la vorágine de acontecimientos inherentes al devenir nacional. Y, a todos, en general, nos reafirmará en el reconocimiento y aprecio de lo que se conoce respecto al quehacer meritorio del hombre y del pueblo dominicano, tal y como fueron desglosados en lo que arbitrariamente denomino el Survey del P. José Luis Alemán, S.J.
[1] CIAS: Survey República Dominicana 1969, Santo Domingo, 1969.
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