He leído con agradable sorpresa, un editorial de uno de los más prestigiosos periódicos nacionales, su editorial que titula "Las Pruebas Nacionales: un puro fiasco".
El editorial denuncia que las Pruebas Nacionales en República Dominicana son un "fiasco" (RAE: fracaso, decepción), ya que para el editorialista revelan una "profunda desconexión entre la promoción de los estudiantes y su verdadero aprendizaje. Aunque la tasa de promoción es alta, superior al 75 %, los resultados en las evaluaciones nacionales muestran que solo el 22 % de los alumnos logra un desempeño satisfactorio en las cuatro asignaturas evaluadas (Lengua Española, Matemática, Ciencias Sociales y Ciencias de la Naturaleza)". Además, nos dice que un 36 % de los estudiantes no alcanza un nivel adecuado en ninguna de ellas. Esto indica que, a pesar de avanzar en el sistema educativo, muchos estudiantes no adquieren los conocimientos necesarios, evidenciando una deficiente calidad educativa y un sistema que promueve sin garantizar aprendizajes reales. ¡Cierto!, pero no invalida ni disminuye el valor y la necesidad imperiosa de fortalecer las Pruebas de Termino de la educación preuniversitaria.
La crítica al sistema y a las Pruebas Nacionales, considerándolas un fiasco, no deben subestimar que la evaluación estandarizada no solo mide conocimientos, sino que también motiva a los estudiantes y las instituciones educativas a mejorar. Además, es un mecanismo imprescindible para detectar las fallas del sistema y orientar reformas educativas. La baja performance en las pruebas no implica necesariamente que toda la enseñanza sea inútil ni que los estudiantes sean incapaces, sino que refleja desafíos estructurales que requieren atención y políticas de mejora más que la eliminación del mecanismo evaluador que muchas personas plantean. El problema no radica en las evaluaciones en sí, sino en la necesidad de fortalecer la calidad de la enseñanza y ofrecer apoyo efectivo a los estudiantes para que realmente aprendan.
Autoridades: una pluma del prestigio de este ilustre editorialista, ojalá sirva más que de alerta, de imperiosa motivación para agarrar el toro por los cuernos y regresar al propósito original con que se crearon las Pruebas Nacionales para medir la calidad de los aprendizajes.
Si en tercera convocatoria, reprueban más de la mitad, que bachilleres estamos enviando a las universidades a las que no les compete enseñarles a leer y escribir con propiedad.
Si, amigo editorialista, no podemos inflar los puntajes. Pero con la autoridad que me abrogo por haber firmado la creación de las Pruebas Nacionales en el 1992, me abstengo por el momento de explicar que el fiasco nace de la corrupcion que acompaña el sistema.
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