En esta semana se reunieron en República Dominicana los tres pasados presidentes de la República, y el actual, quienes han gobernado el país en los últimos 29 años. Fue un encuentro sin precedente, donde intercambiaron ideas acerca de cómo enfrentar el agravamiento de la crisis haitiana y los peligros que representa para la nación dominicana la invasión pacifica de población haitiana a nuestro territorio. Esta inmigración, sin control ni orden, por lo general indocumentada, hoy por hoy, se ha convertido en el mayor problema para nuestra sociedad, debido a sus consecuencias políticas, económicas, socioculturales.

Ahora me acercaré a algunas raíces del problema. Uno de los intelectuales dominicanos que más ha estudio este tema es mi amigo, el reputado historiado doctor Roberto Cassá, quien plantea que desde sus orígenes, la colonia haitiana de Saint-Domingue, se caracterizaba por una economía de plantación, que priorizaba la caña de azúcar en detrimento de otros cultivos. El trabajo en la plantación transcurría bajo condiciones de esclavitud, que implicaba una explotación tan horripilante que la vida de un trabajador o un esclavo, duraba aproximadamente de ocho a diez años. A causa de este horrendo régimen de explotación los esclavos se rebelaron y protagonizaron la primera guerra de independencia del continente americano, que desembocó en 1804, en la fundación de la de una nación: Haití. Sin embargo, esa, nueva entidad nacional surgió con una mentalidad donde predominan graves odios, y conflictos, sociales, étnicos y territoriales.

Según el doctor Cassá, la constitución haitiana hasta 1914, establecía que la isla era única e indivisible bajo la denominación de República de Haití. Y aun en la actualidad, muchos intelectuales, diplomáticos y voceros, creen que esta tierra en derecho legítimo pertenece a Haití y que los dominicanos somos unos intrusos. Otros tienen el criterio irracional de que los problemas de Haití son culpa de los dominicanos. Lo cierto es que esas antiguas pretensiones de dominio por parte de Haití y los resentimientos y frustraciones y otras emociones negativas dificultan el diálogo y el entendimiento entre los propios haitianos. Tal vez Haití sea uno de los países donde más autoridades y dirigentes políticos han sido asesinados.

Imagínense lo difícil que resulta concertar con otro país, como el caso de República dominicana, que fue responsable de la matanza de haitianos en 1937, ordenada personalmente por dictador general Rafael Trujillo en un discurso que pronunció en Dajabón, donde proclamó la dominicanización de la frontera y protestó por la violación de tratados fronterizos, incluido, uno que acaba de firmar el mismo dictador con un presidente de Haití. Esa drástica orden, la impartió, después de un recorrido que realizó a caballo de Azua hasta Dajabón, para el cual le sirvió de guía mi pariente don Gerineldo Feliz. Se cuenta que el presidente dominicano, al cruzar el rio Artibonito, casi se ahogó, y que ese viaje le permitió comprobar que los haitianos ocupaban importantes franjas de terreno y la moneda de este país circulaba libremente hasta Azua y Santiago.

La cifra de víctimas de esta masacre nunca ha sido determinada con precisión, pero el doctor Cassá estima que pasaron de cinco mil; por la que el dictador pagó una indemnización de setecientos cincuenta mil dólares. Y fuentes confiables sostienen que el General Fausto Caamaño, padre del Coronel Caamaño, comandó aquella operación.  Me tocó entrevistarlo en mi condición de vecino en la calle Hatuey, del sector Evaristo Morales, de la capital dominicana, y de profesor investigador, y también se negó, muy cortésmente, hablarme de este tema.

A estos factores humanos o calamidades históricas narradas, se sumaron, los enormes daños causados por fenómenos naturales como el huracán David y la tormenta Federico en 1979; así como el demoledor terremoto del 2010, uno de los más destructivos del siglo.  Estos desastres destruyeron gran parte de la riqueza natural de aquella nación, y hundieron su población en la pobreza extrema. Agravada por erróneas políticas públicas; como desmantelar su ejército y su sistema productivo; por años de dictaduras y ocupaciones, y una situación de violencia sangrienta. A estas condiciones debe agregarse su ubicación geográfica, que convierte Haití, en espacio atractivo para el narcotráfico, y la narcopolítica.

Estas circunstancias han aumentado las diferencias entre ambos países, y por una elemental ley de supervivencia han incrementado la inmigración haitiana hacia Republica Dominicana, lo que ha sido, desgraciadamente aprovechado por el empresariado y sectores de la agricultura, la construcción y el turismo para disponer de una mano de obra joven, vigorosa y barata, la mayoría de las veces en violación de las leyes labores y de la dignidad humana.

Aunque carezco de datos precisos sobre la gravedad de la situación; respaldo los esfuerzos del gobierno, de los presidentes y nuestros lideres políticos, empresariales y sociales para frenar y revertir este proceso migratorio que atenta contra la nación dominicana.

¡Que viva nuestra patria libre y soberana!

William Galván

Profesor de psicología y antropología de la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD). Investigador académico y consultor de empresas.

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