Como ya habíamos analizado anteriormente, una de las formas más visibles de influencia de la política en la salud mental es la relacionada con los efectos psicológicos que experimentan las personas como consecuencia no solo de las decisiones que los gobernantes tomen en un momento dado, sino también del clima político que se viva en una determinada sociedad.
Sabemos que hay ciudadanos a quienes dichas decisiones no les afectarán, así como otros a quienes sí, ya que determinadas leyes o acciones pueden impactar los intereses de sectores concretos, especialmente aquellos vinculados a las ocupaciones o gremios a los que estas personas pertenecen.
Siguiendo la línea reflexiva del presente artículo, afirmamos que cuando la práctica política o religiosa está en manos de personas con una buena salud mental, esto repercute positivamente en la sociedad. Su liderazgo tiene mayores posibilidades de transmitir una interpretación ideológica o doctrinal adecuada, evitando caer en distorsiones cognitivas que puedan contribuir a generar sesgos en los demás.
Tras haber tomado conciencia de lo difícil que resulta para los ciudadanos no asumir posturas polarizadas en su accionar social —ya sea hacia la izquierda o la derecha—, queremos referirnos ahora a quienes pueden sufrir un desgaste emocional debido a su intenso involucramiento en actividades políticas. Este desgaste suele manifestarse mediante rasgos de ansiedad o depresión, que se harán más o menos visibles en función de los recursos psicológicos de cada persona.
Por estas razones, podemos afirmar que la influencia de la política en la salud mental de los individuos de una sociedad es ineludible, simplemente por el hecho de convivir. No obstante, dicho efecto se intensifica cuando la persona se expone de forma constante a contenidos políticos a través de los medios de comunicación o de las redes sociales, especialmente en los últimos tiempos.
En nuestra historia reciente, los dominicanos hemos sido testigos de cómo, en las últimas décadas, diferentes figuras políticas han desarrollado enfermedades de tipo mental y psicosomático, que desde la psicología clínica podrían relacionarse con un inadecuado manejo del estrés y el desgaste emocional.
Las personas expuestas políticamente, o que aspiran a cargos públicos, siempre tendrán adversarios que recurran a las denominadas “campañas sucias”, las cuales generan en la víctima sentimientos de indefensión y emociones de impotencia, acorralamiento y desesperanza.
La imposibilidad de contrarrestar o controlar calumnias o falsedades que difaman y afectan la moral y dignidad del ser humano sienta las bases para el desarrollo de enfermedades psicosomáticas y afecciones relacionadas, como gastritis, úlceras, colitis, obesidad e incluso cáncer.
Por esta razón, recomendamos que quienes ocupan o aspiran a cargos políticos —y que en algún momento podrían ser objeto de ataques, acoso o campañas sucias— reduzcan su presencia en redes sociales y limiten su exposición a la prensa, televisión y otros medios que les proporcionen de forma constante información generadora de estrés. No podemos ignorar el mundo en el que vivimos, pero sí podemos controlar en cierta medida el grado de exposición al que nos sometemos.
Debemos promover, cultivar y fortalecer una característica fundamental para contrarrestar la adversidad del estrés: la resiliencia, es decir, la capacidad de sobreponerse a situaciones difíciles. Esto puede lograrse también mediante la práctica de valores como la solidaridad, la empatía, la contribución a la resolución de conflictos y la búsqueda del bien común.
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