Versión historiográfica

En Plinio, los años terribles biografía escrita por Manuel Matos Moquete, el autor organiza lo que fue, en sus años de fama, la vida del célebre guerrillero en cinco grandes etapas: 1. La idiosincrasia, la estirpe y el talante; 2. Rebeldía en la Era de Trujillo; 3. En la borrasca del 30 de mayo de 1961; 4. Militancia, vinculaciones y colaboraciones y 5, Captura, prisión y amnistía. De su captura y entrada a prisión han transcurrido cincuenta y dos años; de la amnistía que le otorgó el presidente Guzmán han pasado cuarenta y siete años. Para las nuevas generaciones esta historia resulta completamente extraña.

El autor se propone esclarecernos, en su doble condición, la de testigo y la de investigador, en qué ha consistido la vida de este hombre, que, en los años postreros a la Guerra de Abril de 1965 y muy particularmente durante el gobierno de los doce años de Joaquín Balaguer (1966-1978) alcanzó una notoriedad extraordinaria.

La obra, escrita en una prosa tersa, mantiene la atención del lector en sus doscientas ochenta páginas, dejándose penetrar por otras voces, oyendo testimonios y memorias de una época que ya resulta lejana, nos permite—sin desfallecer ni instante– reconstruir el ámbito en que se desarrolló la vida de Plinio.

Pero el autor nos dice que Plinio es un producto de su generación; los jóvenes que entraron a la palestra en los años cincuenta y sesenta, enfrentaron  a los remanentes de la dictadura del generalísimo Trujillo; las turbulencias del Golpe de Estado a Juan Bosch en 1963, el alzamiento en las Manaclas de Manolo Tavárez Justo en noviembre de ese año y entraron voluntariosos en la refriega de 1965 y en las utopías que sedujeron a todo el continente, generada por la Revolución cubana. Aprendieron en la escuela de todos los movimientos de izquierda, que fue  el Movimiento 14 de junio y en el sacrificio de su primer gran dirigente, Manolo Tavárez Justo.

La Guerra de Abril tuvo tres significaciones distintas para cada uno de los actores que participaron en el conflicto:

  • Para los militares constitucionalistas y los dirigentes democráticos del PRD se trataba de volver al gobierno legal, presidido por Juan Bosch ;
  • Para los Estados Unidos que intervienen con un gran despliegue de tropas, se trataba de evitar que el movimiento se descarrilara y cayéramos en una segunda Cuba;
  • Para los dirigentes del Movimiento Popular Dominicano y para los demás dirigentes de izquierda que eran los jefes militares de los comandos, se había creado la tormenta perfecta para llegar a un régimen revolucionario.

En vista de ello, para los militantes de izquierda, entre los que ya se contaba Plinio Matos, la guerra no había concluido el 3 de septiembre de 1965. El Gobierno de Balaguer sería enfrentado con la lucha armada, y Plinio, que colocó los ideales muy por encima de las limitaciones de la realidad, iniciaba su quijotesca aventura. Son los años legendarios en que un hombre asume la lucha contra el Estado. Las imágenes de sus proezas llenan las hemerotecas. Plinio era valiente, disciplinado, tenía la firmeza de un soldado espartano y la convicción de un monje. Era capaz de enormes sacrificios y había colocado esa Dulcinea que era la Revolución muy por encima de sus propios intereses individuales. Se sentía instrumento de algo muy superior.

Ejemplares del libro Plinio: Los Años Terribles, autoría de Manuel Matos Moquete.

En 1967, se celebra en La Habana, la Conferencia Tricontinental (OLAS), donde se discutía el apoyo de Cuba a los movimientos guerrilleros. Se produjo un cisma interno, y Plinio, que apoyaba a López Molina, formó con sus partidarios tienda aparte y así surgió el Grupo Plinio. Después de OLAS,  el Grupo de Amaury German Aristy entró a los entrenamientos guerrilleros en Pinar del Río, y de ahí surgió en Grupo de Los Palmeros, los cuales actuarían en comandita con la guerrilla instalada en Cuba que encabezaría el coronel Caamaño.  Amaury y sus acompañantes cayeron el 12 de enero de 1972, en un combate en Las Américas. Plinio que, igual que ellos era partidarios de la lucha armada, llamó a su grupo Movimiento de Liberación 12 de enero, en honor a los caídos.

Al momento de la llegada del coronel Caamaño, el 2 de febrero de 1973, Plinio era, en esos momentos el hombre más buscado del país, se hallaba junto a otros revolucionarios, a saber: Braulio Torres, Manfredo Casado Villar, Radhamés Méndez Vargas, Pedro Juan Persia, Guillermo Rubirosa Fermín en la finca de Los Martínez en las montañas de San José de Ocoa.  Todos esperaban la señal del coronel de abril, por razones imprevistas, acaso inexplicables no pudieron entrar al teatro de la guerrilla. Caamaño y los expedicionarios fueron capturados y posteriormente fue ultimado. Pero Plinio mantuvo viva la lucha urbana: vivía de escondite en escondite, usaba nombres falsos, organizaba célula de la resistencia hasta que tras una delación se produjo su captura el 2 de noviembre de 1973.

A partir de ese momento comienza  el calvario de su prisión: torturas, interrogatorios implacables, sufrimientos familiares: su madre y sus hermanas realizaron varias huelgas de hambre para aliviar el ensañamiento de los cuerpos de seguridad. Los expedientes judiciales nunca cumplieron el debido proceso. Se le acusó de terrorismo, conspiración subversiva, alteración del orden público, posesión de armas y documentos falsos. Se le acusó, parejamente, de haber incendiado la Opera de la calle El Conde, Sederías California de la calle Duarte y de otros delitos. Nunca fue juzgado en un tribunal civil, imparcial. Tras cinco años de presidio, el presidente Antonio Guzmán le concedió una amnistía y permitió el retorno de los exiliados.

El autor nos describe los años de Plinio en la Victoria en una correspondencia dirigida al periodista Julio César Martínez, a pocos días de ingresar al penal: “Plinio no es  ya el perseguido, armado y desafiante. Es el prisionero, el vejado, el torturado, el hombre cuya vida pende de un hilillo: la situación política y la atención que le ponga la opinión pública a través de sus personas, organizaciones y medios de representación”   Plinio se halla en un estado de impotencia, sin más armas, sin más defensa que la del pueblo  (Op. Cit. Pág. 281).

Tras sus andanzas de Quijote, se reinsertó en la vida civil, hizo de abogado litigante en los tribunales de la República, lejos de los estruendos de la guerra y el cañón ardiente de los fusiles. Su hermano y compañero de lucha, Manuel Matos Moquete, le ha devuelto la existencia perdida y la memoria a este luchador ejemplar, que ha cumplido 84 años. Al igual que don Alonso Quijano, el caballero de la triste figura, Plinio puede leer lo que fue  su propia vida, acostado en su cama. Gracias al autor de esta obra por habernos revivido esta época entrañable.

Manuel Núñez Asencio

Lingüista

Lingüista, educador y escritor. Miembro de la Academia Dominicana de la Lengua. Licenciado en Lingüística y Literatura por la Universidad de París VIII y máster en Lingüística Aplicada y Literatura General en la Universidad de París VIII, realizó estudios de doctorado en Lingüística Aplicada a la Enseñanza de la Lengua (FLE) en la Universidad de Antilles-Guyane. Ha sido profesor de Lengua y Literatura en la Universidad Tecnológica de Santiago y en el Instituto Tecnológico de Santo Domingo, y de Lingüística Aplicada en la Universidad Autónoma de Santo Domingo. Fue director del Departamento de Filosofía y Letras de la Universidad Tecnológica de Santiago y fue director del Departamento de Español de la Universidad APEC. Autor de numerosos textos de enseñanza de la literatura y la lengua española, tanto en la editorial Susaeta como en la editorial Santillana, en la que fue director de Lengua Española durante un largo periodo y responsable de toda la serie del bachillerato, así como autor de las colecciones Lengua Española y Español, y director de las colecciones de lectura, las guías de los profesores y una colección de ortografía para educación básica. Ha recibido, entre otros reconocimientos, el Premio Nacional de Ensayo de 1990 por la obra El ocaso de la nación dominicana, título que, en segunda edición ampliada y corregida, recibió también el Premio de Libro del Año de la Feria Internacional del Libro (Premio E. León Jimenes) de 2001, y el Premio Nacional de Ensayo por Peña Batlle en la era de Trujillo en 2008.

Ver más