Este análisis surge de la profunda inspiración que nos ha proporcionado la extraordinaria obra teatral Liborio, cuya puesta en escena ha dejado una huella imborrable en el corazón del público. La obra logró encender la pasión y despertar emociones intensas, invitando al público a reconocer un episodio que marcó de manera decisiva la historia de nuestra nación. Basada en el texto de César Sánchez y magistralmente dirigida e interpretada por Dimitri Rivera, Liborio se convierte en un puente entre la memoria histórica y la sensibilidad contemporánea. Su fuerza escénica se ve aún más enriquecida por la brillante conferencia de la pensadora, filósofa y escritora Lusitania Martínez, cuya reflexión aporta un trasfondo profundo y conmovedor. Esta obra no es solo teatro, sino un llamado a la conciencia, un homenaje a nuestra historia y una experiencia que transforma y emociona. (Teatro Gulova, 2025)

Oh, ¿qué oscura razón pudo mover a los poderosos de su tiempo a desmantelar y aniquilar, bajo el pretexto de una grandeza que nunca fue más que miedo, la experiencia de dos hermanos que encarnaron el anhelo de justicia y fe de todo un pueblo? En ellos se concentraba un epicentro casi inevitable para ejemplificar una verdad histórica: la de un campesinado que, desde su fe y su cultura popular, se atrevió a soñar con un mundo de igualdad y fraternidad. Pero esa verdad, aunque la vivieron en carne propia quienes sufrieron los exabruptos del poder, corría —y aún corre— el riesgo de ser borrada por la amnesia de la historiografía oficial. El caso de Palma Sola no es solo un episodio del pasado, sino un espejo que refleja las profundas tensiones de la sociedad dominicana entre la esperanza de los de abajo y el temor de quienes prefieren la quietud de las jerarquías.

Ocurre en 1961-1962. Quienes iniciaron eso fueron los mellizos de la familia Ventura Rodríguez. A todos los hijos se les denominaba mellizo, pero quien realmente lo era León Emilio Ventura Rodríguez, desde pequeños aprendieron la solidaridad que se origina en el convite, especialmente del arroz. A través del convite se invitaban a grupos de personas, les regalaban la comida para que ayudaran gratuitamente a sembrar la tierra a ritmo de salves campesinas. Los mellizos no iban casi nunca a la iglesia católica, pero fueron bautizados, confirmados y hasta se confesaban de vez en cuando, aunque participaron del liborismo, que no era considerado católico ni cristiano y que era perseguido por la ley 391 dictada en 1934 que fue la ley contra el vudú o sea que casi todo el mundo habla del vudú como si fuera el liborismo. El papá de Don León, llamado León, se vio obligado en defensa propia de su hijo a matar con un cuchillo a uno de los hombres después de recibir una cuchillada en las nalgas. La familia fue objeto de una persecución grande y violación de sus propiedades. Se robaron todas las tierras de Don León. (Martínez, 2025)

Así nació el movimiento de Palma Sola, entre cantos de salves y cruces de guayacán, como una protesta religiosa que, sin proponérselo, cuestionaba las estructuras de poder de la época. En un país que salía de la larga sombra de Trujillo, la fe de estos campesinos se convirtió en un acto de resistencia cultural y social. Su esperanza de un reino de igualdad, una hermandad sin tiranía ni conquista, desbordó los límites de la devoción y se transformó en una denuncia de las injusticias seculares que marcaban la región suroccidental de la República Dominicana. Allí, la espiritualidad se fusionó con la memoria de los antepasados y con la sed de justicia de un pueblo que el poder intentó acallar a sangre y fuego.

El liborismo, nacido en el suroeste de la República Dominicana a principios del siglo XX en torno a la figura mesiánica de Olivorio Mateo (Papá Liborio), fue una expresión de religiosidad popular profundamente vinculada con la identidad afroindígena y campesina. Su mensaje combinaba prácticas católicas con tradiciones africanas y creencias taínas, y generó un movimiento que proclamaba la igualdad y la fraternidad entre los pobres. La fe liborista no solo anunciaba profecías sobre el fin de los tiempos y la llegada del Anticristo, sino que también proponía un igualitarismo comunitario en el que la pobreza se exaltaba como virtud y la riqueza se consideraba una fuente de corrupción. Este milenarismo, con su esperanza de un juicio final que liberaría a los justos, representaba de forma implícita una protesta social frente a las estructuras de poder político y económico que marginaban a las comunidades rurales.

Su ideología tiene que ver mucho con la bondad y la igualdad. Profecía milenarista de la escatología revolucionaria impregnada por temas de unidad, hermandad, conversión, gratitud, misión, para vencer el poder maligno del anticristo. (Martínez, 2025).

La protesta social es bien clara, vehiculada simbólicamente por la vía religiosa. Ocurre en 1961-1962. Quienes iniciaron eso fueron los mellizos de la familia Ventura Rodríguez. (Martínez, 2025)

Palma Sola retomó y actualizó ese legado durante los años 1961-1962, cuando los mellizos de la familia Ventura Rodríguez —especialmente León Emilio y Plinio— transformaron el antiguo mensaje liborista en un movimiento de alcance regional. Sus prácticas, como las procesiones, las cruces de guayacán y las salves campesinas, reforzaban la idea de una hermandad cristiana apartada de la política partidista, pero con un fuerte contenido de crítica social. A través de la fe y de una organización comunitaria que rechazaba la acumulación de riqueza y promovía la solidaridad, los palma solistas encarnaron un «socialismo utópico» de base religiosa: un rescate de la cultura popular, de la memoria afroindígena y de la esperanza en un futuro sin tiranía ni conquista.

Como explica Martínez (2025), esta protesta se canalizaba a través de la religión, que reforzaba la acción comunitaria aunque no mediara la acción política. La religión, según afirma Michiko Tanaka, es una manifestación de la conciencia popular. Ellos querían el comunitarismo porque eran anticapitalistas prepolíticos. Existía una conciencia de clase ingenua, una defensa del igualitarismo comunitario, un rechazo a la riqueza, una exaltación de la pobreza, un rechazo a la reproducción del dinero… Fue un movimiento por el rescate de la cultura popular», un movimiento que recuperaba la identidad afro e indígena de los antepasados.

En este contexto, la provincia de San Juan, en el sur de la República Dominicana, arrastraba desde principios del siglo XX una historia de pobreza estructural y exclusión que marcó profundamente a sus comunidades campesinas. Heredera de las matanzas coloniales, como las de Jaragua, y de la resistencia indígena encabezada por Enriquillo, la región se convirtió en una zona de negros insurrectos y de una población mestiza a la que se le negó sistemáticamente el acceso a los beneficios de la modernidad urbana. La acumulación originaria y capitalista de tierras dejó cicatrices profundas: los manieles —espacios de refugio de esclavos— y la memoria de la matanza de Anacaona formaban parte de una tradición de persecución y resistencia. A esto se sumaba una Iglesia católica extranjera, burguesa y, en muchos casos, racista, que reforzaba el sentimiento de marginación de un campesinado mayoritariamente no blanco y apartado de la vida política nacional.

Con la dictadura de Rafael Trujillo (1930-1961), las desigualdades se agudizaron. Trujillo persiguió con dureza a los campesinos, consolidó el control de las grandes propiedades y profundizó en el despojo de tierras en beneficio de una élite terrateniente y de los proyectos modernizadores del régimen. El suroeste, que ya de por sí estaba alejado de los beneficios de la urbanización, fue escenario de la matanza de haitianos de 1937, un episodio que añadió dolor y resentimiento a la memoria de una zona rural ya marcada por la violencia. La muerte de Trujillo en 1961 provocó el colapso de los aparatos represivos del trujillato y dio inicio a una etapa de crisis económica y desazón colectiva. El campesinado, que había vivido décadas de represión, percibía en esos años «dolores mesiánicos», señales del juicio final y la posibilidad de un cambio profundo.

Según Martínez (2025), la protesta de Palma Sola se expresó a través de una religiosidad que fortalecía la acción comunitaria sin convertirse en un proyecto político formal. Era, en palabras de la autora, una conciencia popular prepolíticamente anticapitalista que defendía el igualitarismo, exaltaba la pobreza y rechazaba la acumulación de riqueza. Esta espiritualidad, que unía fe y organización social, funcionó como un «ingenuo socialismo utópico», un rescate de la cultura popular y de la memoria afroindígena heredada del liborismo, y se convirtió en una auténtica forma de resistencia frente a la marginación ejercida por el Estado, la Iglesia oficial y las élites económicas.

En este contexto de pobreza persistente, exclusión racial y religiosa, y pérdida de tierras, los movimientos de inspiración religiosa encontraron un terreno fértil para convertirse en vehículos de protesta social. El liborismo, heredero de las luchas populares de principios de siglo, y luego Palma Sola, entre 1961 y 1962, canalizaron el descontento a través de un lenguaje milenarista y de un igualitarismo comunitario. Sin constituir un proyecto político formal, estas comunidades campesinas defendían la fraternidad, la solidaridad y un «ingenuo socialismo utópico» que rechazaba la riqueza y exaltaba la pobreza como virtud. Su fe, nutrida por la memoria de los ancestros africanos e indígenas, se convirtió en una forma de resistencia frente a la marginación impuesta por el Estado, la Iglesia oficial y las élites económicas.

Mesianismo popular y resistencia campesina en la República Dominicana: de Liborio Mateo a Palma Sola.

En la historia de la República Dominicana, los movimientos de corte mesiánico han dejado una profunda huella en la conciencia popular, especialmente en las comunidades rurales que sufrían la pobreza y el abandono estatal. En este contexto, a principios del siglo XX surgió Liborio Mateo, un líder carismático que unía lo religioso y lo social. Su figura trascendió lo meramente espiritual: fue guía moral, protector del campesinado y símbolo de resistencia frente a las injusticias de la época, sentando un precedente en la forma en que la fe se entrelazaba con las aspiraciones de justicia.

La muerte de Liborio, lejos de apagar el movimiento, consolidó su mito. Sus seguidores, conocidos como «liboristas», continuaron defendiendo sus enseñanzas y mantuvieron viva la esperanza de un cambio social profundo. Este legado no solo fue religioso, sino que también representó la voz de los marginados y una forma de resistencia contra las estructuras de poder que históricamente habían ignorado a los campesinos. La memoria de Liborio sembró un terreno fértil para futuros movimientos que encontrarían inspiración en su ejemplo.

Décadas más tarde, en la región suroeste surgió el movimiento de Palma Sola, liderado por los hermanos Ventura Rodríguez. Este grupo retomó el espíritu del liborismo, pero lo transformó en un proyecto más organizado y visible, capaz de movilizar a miles de campesinos. Su fuerza residía en la combinación de rituales religiosos, normas de convivencia y un fuerte sentido comunitario que desafiaba el orden establecido. Palma Sola se convirtió en un faro de esperanza, pero también en una amenaza para los poderes políticos y militares, lo que desembocó en la brutal represión de 1962.

Tanto Liborio Mateo como Palma Sola representan capítulos clave de la historia dominicana en los que se entrelazan la religión, la cultura popular y la resistencia social. Estos movimientos demostraron que, en medio de la exclusión y la precariedad, las comunidades campesinas fueron capaces de crear sus propios proyectos de dignidad y justicia. Su legado sigue vivo en la memoria colectiva y nos recuerda que la resistencia no siempre se expresa con armas o discursos políticos, sino también a través de la fe, la comunidad y la firme decisión de no aceptar pasivamente la opresión.

Conclusión: El escenario como memoria de resistencia

El teatro dominicano ha sido un espacio en el que la memoria histórica y la espiritualidad popular han encontrado voz y permanencia. Desde los tiempos de Duarte hasta la actualidad, ha servido como plataforma de resistencia y creación. En este contexto, la figura de Liborio Mateo no solo forma parte de la religiosidad campesina, sino también del imaginario artístico que, al ser llevado a las tablas, mantiene viva la memoria de quienes soñaron con un mundo distinto.

Tal y como sostiene Lusitania Martínez (2025), tanto Liborio como Palma Sola representan un mesianismo popular que, desde la fe campesina, expresó una resistencia social frente a las jerarquías políticas y eclesiásticas. La obra teatral Liborio, escrita por César Sánchez Beras, dirigida e interpretada por Dimitri Rivera, recupera esa herencia y la proyecta en la escena contemporánea. El teatro se convierte así en una prolongación de la protesta, en un nuevo espacio sagrado en el que lo histórico, lo mítico y lo artístico se entrelazan para desafiar el olvido.

Esta representación transforma los rituales campesinos en un lenguaje artístico que actualiza las aspiraciones de justicia, hermandad e igualdad. Si antes la comunidad se reunía alrededor de las cruces de guayacán y las salves campesinas, hoy lo hace frente al escenario para revivir la memoria de la resistencia. En este sentido, el arte no es mero entretenimiento, sino un vehículo de dignidad que da continuidad a la voz de los marginados y nos recuerda que la espiritualidad popular todavía tiene un profundo poder transformador.

Así, la obra Liborio rinde homenaje al personaje histórico y confirma que el legado del liborismo y de Palma Sola sigue vivo en la cultura dominicana. La combinación de teatro e historia permite conservar la memoria de quienes fueron perseguidos, masacrados y silenciados, pero también la esperanza de un pueblo que nunca dejó de soñar con la igualdad. Así, el escenario se convierte en un nuevo altar de resistencia donde el mito, el arte y la fe se unen para afirmar que la lucha por la justicia sigue viva.

Referencia

Martínez, L. (2025, 7 de agosto). 2025 Conferencia FLACSO. Conferencia presentada en la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO).

Sánchez Beras, C. (Autor), & Rivera, D. (Director e intérprete). (s.f.). Liborio [Obra de teatro. Teatro Gulova]. República Dominicana.

Pedro Cruz

Pedro Alexander Cruz, nacido en 1987 en Santiago de los Caballeros. Es un destacado filósofo y escritor. Su trayectoria literaria incluye títulos como La utopía filosófica como faro de la justicia, El hombre y su profunda agonía por el saber y La maravillosa significancia inicial del libro de Lucas. Manual práctico de introducción a la lógica formal. (Epítome): Manual. La filosofía y la construcción del ser: Manuela de filosofía para niños. Política y Ciudadanía. : Intención de transformación. Estas obras reflejan su interés por temas filosóficos, teológicos y sociales, destacándose por su profundidad analítica. Además de su faceta como autor, Cruz es un apasionado de la enseñanza. Actualmente imparte las asignaturas de Filosofía y Pensamiento Social, así como Ciudadanía y Democracia Participativa, en el Colegio La Salle de Santiago. Su enfoque pedagógico busca formar ciudadanos críticos y conscientes de su rol en la sociedad. Su formación académica incluye estudios en Teología en el Seminario Bíblico de la Gracia y actualmente estudia Filosofía y Letras en la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD), con cursos realizados en la misma Universidad como: Proética. Tutor Virtual. Taller de verano de Filosofía. Neuroética entre otros. Esta sólida base académica le ha permitido combinar su interés por la filosofía con una comprensión profunda de la espiritualidad y la cultura. Actualmente, Cruz sigue residiendo en Santiago de los Caballeros, donde continúa su labor como docente y escritor, contribuyendo al desarrollo del pensamiento crítico en su comunidad.

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