La República Dominicana fue escenario de la XXI Asamblea de la Organización de Universidades Católicas de América Latina y el Caribe. Esta Organización realizó su Asamblea en el recinto de la Pontificia Universidad Católica Madre y Maestra, en la ciudad de Santo Domingo. Hubo una representación amplia y significativa. Más de 40 rectores y más de 68 académicos. Fue significativa la presencia de más de 17 países del continente. Se consideró como la Asamblea con mayor asistencia. Pero la importancia no radica fundamentalmente en los números; lo significativo quedó reflejado en la capacidad proactiva de las delegaciones; en la diversidad de experiencias y trayectorias; y, aún más, en la apertura para escuchar, acoger y aprender en reciprocidad. La Asamblea se convirtió en una plataforma cargada de ideas y propuestas.

La Asamblea de ODUCAL tuvo como tema central Salud mental y cuidado integral: Una Mirada desde el Pensamiento del papa Francisco. Este tema concitó la atención de todos los países participantes por la situación que cada uno atraviesa en esta dimensión de la persona humana. La salud mental es un bien y una necesidad de todos; por tal motivo, requiere una mirada integral y sistemática. En los análisis y debates, quedó claro que marginar esta dimensión pone en riesgo la vida de las personas y de las instituciones responsables de su formación. Urge proponer, impulsar y defender políticas públicas que le presten la atención debida a la salud mental. Las instituciones universitarias y los institutos especializados de educación superior han mantenerse atentos y dinámicos para el cuidado permanente de la salud mental de cada uno de los actores de estas instituciones.

La  XXI Asamblea de ODUCAL fue un escenario de aprendizajes múltiples. De estos aprendizajes, destacamos tres. Desde la Asamblea se reafirma, con una fuerza notable, el rol de las instituciones católicas de educación superior para romper con la lógica elitista del saber.  Este es un compromiso fundamental. Estas instituciones han de poner todos los medios a su alcance para que las ciencias lleguen y le sirvan a las personas, al pueblo. Se ha de trabajar para que la ciencia sea abierta, para alejarla de la privatización y de servicio a círculos privilegiados. La responsabilidad está en valorar la diversidad de saberes: saber común, saber científico, saber práctico, saber cultural… El aprendizaje es apertura y acogida a la diversidad de saberes con respeto y reconocimiento de especificidades.

Un segundo aprendizaje: aprender y enseñar a gestionar las crisis. Este compromiso no se puede eludir. Ha de constituir una prioridad en el campo de la educación superior. No es un aprendizaje sólo para los estudiantes. Es necesario para el liderazgo y para cada uno de los que forman parte de las instituciones de educación superior. Ni la prisa, ni la necesidad de cumplir con los programas pueden obviar la atención a las crisis que afectan a rectores, docentes, estudiantes, personal técnico y administrativos. Todos son humanos, todos son pasibles de sufrir una crisis que afecte, que bloquee su salud mental y que, por tanto, convierta su productividad académica y científica en una realidad caótica. Las crisis son de los humanos. No hay que exhibirlas, pero tampoco hay que esconderlas. Han de ser asumidas con responsabilidad, en verdad y con la valentía necesaria para encauzarlas.

Este aprendizaje es complejo y procesual, pero es posible. Es necesaria una firme decisión de llevar a cabo el proceso y de lograr revertir la situación.

Un tercer aprendizaje se vincula a un trabajo sostenido para que los actores de las instituciones universitarias y de los institutos especializados de educación superior católicos potencien la Inteligencia Espiritual en sus recintos.  Este tipo de inteligencia le pone atención a la pedagogía del sentido, a la creación de sentido. Esta pedagogía nos mueve a poner atención a los significados, a lo que va más allá de lo material, de lo inmediato. La inteligencia espiritual nos induce a un pensamiento trascendente, a una actuación en función del bien común, no sólo del bien personal.

Las instituciones de educación superior católicas están comprometidas con la creación de ambientes en los que la Inteligencia Espiritual posibilite un desarrollo más integral de sus miembros; ambientes humanos y sensibles a las necesidades y a los problemas que afectan a la sociedad. Se aboga por una Inteligencia Espiritual que alcance a la sociedad. Las instituciones educativas católicas no pueden encerrarse en sus propios nichos. Han de ser instituciones En SALIDA. Esto implica instituciones con responsabilidad social, activas para servirles a los que tanto necesitan en los contextos locales, nacionales y mundiales. Los aprendizajes múltiples de ODUCAL constituyen un desafío personal, institucional y social.

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