Es indiscutible el valor de los cuentos para los niños; les permite aprender e interiorizar valores de forma amena y sencilla, resultándoles cómodo recibir informaciones porque involucran personajes ficticios, aunque normalmente, para ellos, representan a los de la vida real. El niño es receptivo, curioso y creativo, por lo que narrar y escuchar cuentos, le permite desarrollar su mente.
El adulto desarrolla las competencias para analizar la realidad de forma directa y racional, pero es sorprendente la cantidad de adultos que sigue confundiendo la realidad con los cuentos. Vamos a citar algunos de los cuentos que actualmente se han convertido en paradigmas o referencias.
Existen en la actualidad los adultos que creen que un problema en un área de la existencia se resuelve con medidas tomadas en otra área muy diferente, así la deficiencia espiritual se piensa que se compensa con bienes materiales. Si algunas personas son agredidas con martillos, consideramos que hay que eliminar los martillos. Si hacemos mal uso de los recursos que tenemos a nuestro alcance, entendemos que se debe a que necesitamos tener más recursos. Lo más interesante es que no importa cuantos fracasos tengamos yendo por un camino equivocado, seguimos insistiendo en que es el mejor camino. Ciertamente, la verdadera prioridad del Homo sapiens consiste en ser realmente sapiens.
Casi todos los adultos creen que si logran tener una cantidad determinada de dinero dejarán de estar desesperados por tenerlo, pero la mayoría no tiene realmente un tope y su ambición solo cesa cuando creen no tener esperanzas de conseguirlo.
Solemos tener el paradigma de que somos los buenos y solamente podremos ser felices cuando destruyamos los malos. Por ejemplo, los de otras nacionalidades serían los malos y los de la mía los buenos, muchos simplemente piensan que los malos son: los estadounidenses, rusos, chinos o árabes. Cuando descubrimos las bacterias, creímos que si las eliminábamos a todas no habría infecciones y hoy aprendimos que sin ellas no podemos vivir. En un tiempo creímos que debíamos eliminar los animales depredadores, hoy aprendimos que también ellos son necesarios en la naturaleza. Solemos verlo así: si soy A y me agrada B, pero me desagrada C, elimino a C y puedo ser feliz con B. Hoy sabemos que tanto B como C, son importantes para nosotros, aunque por razones diferentes.
¿Destruir los malos ayudaría a los buenos? Es importante comprender que: para algunos, tú y yo somos los malos, que los buenos difícilmente se prestan para eliminar a nadie, sea malo o no, y un poco más complejo, es importante comprender que ese malo que quieres eliminar, podría ser una pieza clave en tu vida.
Hoy que priorizamos la productividad, se tiende a considerar como desperdicios: las horas que dormimos, nuestra vida hogareña o el prestar atención a nuestros sentimientos y emociones. Hemos llegado a considerar que la espiritualidad no es rentable y podría ser un signo de debilidad. Y aunque vemos la creciente falta de valores, egoísmo, sufrimientos por vacíos existenciales, soledad viviendo en grandes ciudades, depresión, ansiedad, faltas de empatía, suicidios, adiciones, etc., seguimos buscando las causas de nuestro conflicto interior en entidades del exterior. Hemos confundido al ser humano con una máquina y nos parece que la solución sería hacer máquinas que lo sustituyan porque no pudo desenvolverse bien como máquina.
Uno de nuestros cuentos favoritos es el que termina de la forma siguiente: “la tecnología alcanzó un gran desarrollo y vivieron muy felices”. Creemos que los problemas y nuestro vacío existencial desaparecerá en la medida de que desarrollemos artefactos y programas sofisticados.
Creemos que si logramos que los demás crean que somos felices, seríamos felices, pero la persona que más haga reír a los demás podría sufrir de una profunda tristeza y nadie saberlo. Es interesante recordar el poema: Reír llorando de Juan de Dios Peza, que señala que un hombre profundamente deprimido acude al médico y este le “receta” acudir a una presentación del exitoso humorista Garrick, asegurándole que “si lo escucha desaparecerá su profunda tristeza”, pero el paciente responde que no resultará. Cuando el médico le pregunta por qué, el paciente le responde: yo soy Garrick.
En torno a nosotros hay fuerzas que desconocemos, cuando logramos engañar y aprovecharnos de los demás, tarde o temprano notamos que los resultados fueron diferentes a los esperados. Si al relacionarme contigo, yo gano y tú pierdes, inicialmente podría parecerme que el vencerte valió la pena, pero a diferencia de los juegos y del deporte, solamente el binomio ganar-ganar, en el que yo gano y tú también ganas, es el que garantiza una relación estable, duradera y provechosa para los dos. El triunfo que perjudica a otro no es real y tarde o temprano terminas comprendiéndolo. Eso se aplica a la relación con amigos, parejas, familiares, socios, clientes, y hasta con otros países. Sin embargo, creer que se gana cuando el otro pierde es uno de los paradigmas destructivos más comunes entre adultos y quizás el que mejor explica la mayoría de las crisis humanas.
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