Mamita, mi abuela, murió el pasado 20 de agosto. Hoy se cumplen dos meses desde que se fue, y todavía siento su voz llamándome desde la cocina o su risa tibia cuando me decía que no me preocupara por nada.

Tenía 59 años. Nunca se había hecho una mamografía.

Todo comenzó con unas bolitas en los senos. La llevamos al hospital Nuestra Señora de Regla, en Baní. Yo la acompañé como su sombra. La doctora la revisó y de inmediato le entregó una receta para una mamografía. Pero en ese hospital no la hacen.

Tuvimos que esperar hasta reunir los RD$5,000 que costaba hacerla en un centro privado. El carné del seguro SENASA, que debería protegernos, era solo un papel hueco.
Cuando por fin le detectaron el cáncer, ya no quedaba mucho por hacer. El mal había recorrido cada hueso de mi abuela. Su sentencia estaba escrita.

Mi madre siempre trabajaba. A mí me crio Mamita. Era mi cómplice, mi refugio.
El viernes pasado, mamá me trajo del trabajo una camiseta rosada y un pin del lazo rosa. Se los dieron en un acto “muy bonito” por el mes del cáncer de mama. Me los regaló con ternura, pensando que eso aliviaría un poco el vacío que me habita. Pero este dolor no se va.

Y no puedo evitar preguntarme:

¿Por qué no invierten ese dinero —el de las camisetas, los pines, las luces rosadas— en garantizar que cada mujer de 40 años o más tenga acceso gratuito a una mamografía?

¿Por qué no cubrir las pruebas genéticas BRCA1 y BRCA2 para mujeres con antecedentes familiares de cáncer, pruebas que cuestan más de RD$30,000 y que ningún seguro cubre?

¿Por qué mi madre no puede hacérselas? ¿Por qué yo tampoco?

¿De qué sirve vestirnos de rosa una vez al año, si más del 60 % de las mujeres en nuestro país con cáncer de mama lo descubren cuando ya está avanzado, cuando el tratamiento cuesta más y la esperanza de sobrevivir es mínima?

Revisando los datos del Servicio Nacional de Salud, encontré que entre enero y septiembre de 2025 solo se han realizado 23,026 mamografías.

El propio Ministerio de Salud Pública dice que su meta es reducir en un 80 % la incidencia del cáncer de mama en mujeres de 40 a 74 años.

Pero, según la ONE, en ese rango de edad somos 1.4 millones de mujeres. Para detectar el cáncer a tiempo, deberían realizarse 1.12 millones de mamografías al año.

Van nueve meses, y la realidad es que no hemos llegado ni al 3 % de esa meta.

Mamita llegó tarde a la mamografía.

Y no quiero que la próxima “camiseta rosada” tape la verdad:
que en este país el cáncer de mama sigue ganando la batalla que podríamos evitar con algo.

Lilliam Fondeur

Médica

Obstetrician / Gineco-Obstetra/ Experta en Infertilidad / Conferencista / Educadora Sexual /Derechos de las Mujeres. Especializada en la ginecología con énfasis defensa de los derechos de las mujeres. En 1999, obtuve mi especialidad de Gineco-Obstetra. Estudié Mujeres y Salud en la Universidad Complutense de Madrid 2014. Los medios de comunicación se han convertido en la tribuna por excelencia para la difusión de mi mensaje hacia la promoción de los derechos de las mujeres, dentro de ellos los derechos reproductivos y sexuales. Publico la columna “Mujeres y Salud” en el periódico El Nacional, y en adición, más de diez periódicos digitales nacionales e internacionales difunden mis artículos.Participo en el programa radial “Sólo para mujeres”, y en la Cadena de Noticias “SIN” con la sección “La Consulta “. Autora del Libro “Las Hijas de Nadie” y de más de 10 publicaciones médicas. He sido directora de la Dirección Materno Infantil y Adolescentes del Ministerio de Salud 2014-2016.

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