La filosofía y la literatura son indispensables no solo para interpretar y comprender la realidad, sino para reflejarla en la conciencia, el pensamiento y la escritura. De no ser así, predominaría la confusa oralidad y lo peor: no habría certeza de lo acontecido en el pasado, ni tampoco del presente. Para evitar eso, la filosofía y la literatura mantienen estrechos vínculos. De manera tal, que ambas se necesitan mutuamente.
Julio Cuevas, entendería eso desde siempre. De ahí que dijese, con toda seguridad:
“A lo largo de la historia de la humanidad, la filosofía y la literatura han aparecido como dos expresiones propias del sentir, del pensar y el crear de los sujetos, aunque cada una mantenga sus particularidades ontológicas”.“Tanto una, como la otra -continúa explicando-requieren de la impronta racional e imaginativa del ser humano”.
Pareciese que tan importantes ámbitos del saber tendría la misma misión; pero no. Ambas coinciden en distintos aspectos. No obstante, tienen su propia historicidad y forma particular de ver y estudiar el mundo.
El filósofo y abogado, con posgrado en Sociología, Carlos Peña diría que:
“La tarea de la filosofía es ontológica puesto que consiste en explicitar esa estructura que hace que el ser humano sea un ente interpretativo, un ente que no puede sino interpretar, interpretarse a sí mismo y a las cosas (…)”.
La literatura, ciertamente, no tiene esa tarea. Sin embargo, interpreta, crítica y comprende, no para reproducir la vida tal como es, sino para proyectar, estéticamente, una imagen novedosa de la misma, mediante el uso de metáforas, imágenes y símbolos.
Ello, como se habría de suponer, no impediría que el discurso literario tuviese puntos comunes con el discurso filosófico. Consciente de eso, Cuevas, quien realiza reiteradas lecturas y diálogos con la filosofía y la literatura, expresaría:
“Se puede percibir una relación evidente entre ambas, aunque resulta difícil demostrar las relaciones y las diferencias entre ellas. Ambas surgen de la dinámica cotidiana del ser humano, en su trasiego por situarse y reconocerse en sí mismo”.
“La filosofía y la literatura- sigue diciendo- son partes de la experiencia del ser, del sujeto que fluye y confluye en la humanidad”.
Por esas y otras razones, la filosofía y la literatura se complementa. De ahí que la filosofía sin la literatura sería rústica y, a su vez, la literatura sin la filosofía carecería de profundidad y consistencia.
Para expresar con precisión, transparencia y elegancia metafórica sus ideas y concepciones filosóficas sobre vida, el mundo y el universo, Platón, Dilthey, Heideggerd, Gadamer, Ortega y Gasset, Zambrano y Edith Stein, Jean Paul Sartre y Friedrich Nietzsche, entre otros tantos filósofos, leyeron mucha literatura y la emplearon en su práctica escritural.
En las obras de Jorges Luis Borges, Octavio Paz, Miguel de Unamuno, Antonio Machado, Fernández Spencer, Thomas Mann, James Joyce, León Tolstói, Fiodor Dostoievski y Paul Valéry sintieron y percibieron fuerte aliento filosófico.
Como gran conocedor del proceso de desarrollo histórico de la filosofía, la literatura, sus métodos, técnicas y recursos expresivos, Julio Cuevas ha sabido combinar, mejor que bien, la literatura con la filosofía.
Esa, más que cualquier otra, habría de ser la causa fundamental de la solidez y deslumbrante calidad de todas obras, las cuales, sin excepción algunas, deberían ser leídas una y otra vez.
Compartir esta nota