El Jardín Botánico Nacional Dr. Rafael M. Moscoso se ha constituido en tema en los últimos días, y no por lo que ha significado y significa aún hoy para hacer esta ciudad vivible, junto a los humedales del Ozama y los parques Mirador Sur, Norte y Este, entre otros, gracias a una visión histórica.
La genialidad de algunos funcionarios que no parecen que puedan ver más allá de su espejismo técnico burocrático, lo han convertido en punto de diana para la ampliación de la Av. República de Colombia, pretendiendo restarle mucho terreno y con ello, cercenar tan importante pulmón de la ciudad “Primada de América”.
Parecería que la posibilidad de solución al problema del tránsito vehicular de la Av. República de Colombia solo tiene una solución: darle y darnos un “golpe mortal” a la vida de la ciudad. “¡Muerte a la vida!, Gestión 2024-2028”, sería un buen eslogan cuando los genios inicien tan nefasta acción en sus carteles propagandísticos.
La importante labor de investigación y conservación, de educación y esparcimiento, de acción social en todo el sentido de la palabra, no es la prioridad frente a un problema que de seguro su solución solo hará trasladar el taponamiento de vehículos un “poco más allá”, como ha pasado con tantas otras genialidades en el tránsito vehicular.
La armonía necesaria ser humano y naturaleza siempre ha sido un tema difícil frente a una “cultura depredadora” como se caracteriza a la nuestra. Tumbamos un árbol porque tira demasiadas hojas que luego hay que recoger, los quemamos para hacer carbón y hacer negocio con ello, y un largo etcétera.
No es extraño, entonces, como ocurre en las lomas de nuestras cordilleras que personas desaprensivas se den a la tarea de despojar nuestros montes, sin ninguna autorización, con el único propósito de hacer negocios personales y lucrativos con ellos, sin pensar siquiera en las consecuencias ecológicas de tales comportamientos.
Como consecuencia de su arrogante pretensión de civilidad y alimentada por el poder que parece confiar el puesto ocasional en el Estado, se asume con obcecada terquedad la decisión de dar un golpe mortal al Jardín Botánico Nacional Dr. Rafael M. Moscoso, por una imaginación deshidratada de ideas y soluciones.
Aunque de naturaleza distinta, pero en el fondo una misma realidad, menciono lo citado por el fallecido rector de Intec, Dr. Julio César Sánchez en el discurso de graduación última, en que nos colocaba ante la tragedia del JetSet de manera crítica:
“No ha sido el techo. Nos han aplastado años de acumulación de prácticas de dejadez de incumplimiento que han ido conformando una cultura de tolerancia y desnudez ante el riesgo. Se desplomó un país de costumbres débiles. Se derrumbó la cultura de “eso aguanta”. Se vino abajo el “a mí no me toca revisar eso”. Y quedó al desnudo lo que por años hemos normalizado”.
A la ciudad, al país se le quiere abrir una grieta en su ya delicado ecosistema al pretender despojar al Parque Botánico de una porción importante de su terreno como solución de la ampliación de la Avenida República de Colombia, como parte de un proyecto de infraestructura integral.
Mientras, como titula el periódico Diario Libre del 13 de julio de este año: “Mutismo de Obras Públicas genera incertidumbre sobre posible afectación al Jardín Botánico”, bajo la firma del periodista Adalberto de la Rosa y que, pese a la solicitud de información a la Dirección de Comunicación del ministerio, el silencio es la única respuesta.
Ya anteriormente el Jardín Botánico fue afectado con la ampliación de esta avenida, y qué ha sucedido entonces, que el problema sigue agravándose por la improvisación y la falta de planificación urbana. Cada año la situación empeorará y quizás tendremos no solo que disminuir su tamaño sino incluso desaparecerlo.
El túnel que conectó la Ortega y Gasset con la Universidad Autónoma de Santo Domingo me parece fue una obra genial, que evitó tocar muchos intereses económicos y con ello, la erogación de grandes sumas de dinero, y así se ofreció una buena solución a la pronta conexión de esos dos puntos de la ciudad.
Quizás mañana, si es que la conciencia lo permite, habrá golpes de pecho pidiendo perdón, pero el daño ya estará hecho y sin reparo. ¿Es que esa es la única solución? ¿No hay otras? Que no me salgan con el tema de los costos, que para este gobierno eso no parece ser un problema real.
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