¡La historia debe conocerse, aunque duela!
El innombrable, caudillo dominicano que nos gobernó por casi 20 años se refería al almirante Cristóbal Colón como ¨el innombrable¨. Expresión que no es más que otro de los muchos artilugios utilizados para borrar nuestra historia y ser los protagonistas de esta novela de ficción llamada República Dominicana.
HISTORIA DEL FARO
En su “Historia de Santo Domingo”, publicada en Cuba en 1852, el historiador Antonio Delmonte y Tejada lanzo la iniciativa de un faro-homenaje al descubridor de América.
En el año 1923 durante la conferencia internacional americana reunida en Chile se le dio carácter panamericano e internacional que no fue hasta luego de ciento cuarenta años que el proyecto se hizo realidad.
De aquí según archivos históricos se designó como delegado al señor Federico LLaverias para gestionar la inclusión del proyecto en ¨La Quinta Conferencia Internacional Americana¨ que no obstante no estar en agenda respondieron: ¨Considerando: que la ciudad de Santo Domingo en la antigua Española, hoy Capital de la Republica Dominicana, fue escena de las glorias y desventuras de aquel insigne varón y, por tanto, está íntimamente vinculada a su historia.
Resuelve: ¨Recomendar a los Gobiernos de las Repúblicas de América que honren la memoria de Cristóbal Colon, descubridor de América con la erección de un faro monumental que se denomine Colon, el cual debe construirse con la cooperación de los Gobiernos y pueblos de América y también con la de todos los pueblos de la tierra¨
En el trabajo presentado por Albert Kelsey del instituto de Arquitectos americanos se resume como se dio el proceso para la selección del diseño de esta majestuosa obra en el cual se llamó a concurso internacional y se nombró un jurado con representaciones de América Latina, Europa y América del Norte.
En el Archivo General de la Nación podemos encontrar el programa para la segunda etapa que constaba de seleccionar al arquitecto que construiría el faro, así como los diseños premiados, algunos sometidos y el informe de jurado internacional.
Lejos de las controversias tanto del costo como de la figura que representa, el faro a Colon es parte de nuestro ADN y de las Américas por lo que debe ser no solo conocido por los dominicanos sino por el mundo, ser aprovechado como atractivo turístico cultural de la Republica Dominicana.
La historia humana es una vorágine de invasiones, imperios que nacen, desaparecen, pero antes de desaparecer se entremezcla en una amalgama de culturas, tradiciones y costumbres que no obstante alguna predomine, todas dejan sus huellas.
La política manejada por idealistas que a su vez son manejados como títeres por el poder detrás, utiliza artimañas propagandísticas con el fin de ganar adeptos o de mantener el estatus quo, dicho esto vemos como la historia se transforma en una criatura amorfa, donde no solo prevalecen los prejuicios sino también los resentimientos, traumas pero sobre todo lo que les convenga. La historia por más que duela debe conocerse y perdurar en la memoria, no aferrarnos a un pasado romantizado que de no darse así quizás Hitler o Stalin estuviesen reinando esta masa redonda conformada por la litosfera, la hidrosfera y la atmósfera.
Nuestro adn está conformado por la sangre de los nativos del nuevo continente que con la impetuosa llegada de europeos se produce el proceso de mestizaje y transculturización que definió la identidad americana. Los historiadores dividen el continente americano de forma algo despectiva ya que en la llamada Latinoamérica existen variantes de este mestizaje, sambos, mulatos, cholos, moriscos, castizos, como si en la llamada norteamérica no existiese el mestizaje con algunas diferencias que por igual de no haberse dado no existiésemos o el alemán o ruso seria el idioma oficial.
El faro a Colon visto como recuerdo amargo del colonialismo o como el inicio histórico de las Américas tal cual la conocemos hoy debe preservarse y aprovechado como destino turístico. No banalizado ni vandalizado.
La memoria histórica no puede borrarse aunque duela, tampoco utilizarse para sembrar cizaña que no ha permitido a “latinoamerica” sacar la cabeza con orgullo.
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