Todavía es muy temprano para saber cómo terminará el gobierno de Miley, cuál será el resultado del inédito salvataje a que está siendo sometido por Trump o si logrará ganar las próximas elecciones legislativas. De lo que sí estoy convencido es de que su éxito o fracaso va a tener un impacto importantísimo en América Latina.
No me refiero propiamente al ajuste fiscal, tipo tratamiento de shock, pues en Argentina cualquier presidente se habría visto obligado a actuar de manera contundente para restablecer cierto equilibrio y controlar la inflación.
Me refiero al experimento libertario, el cual va mucho más allá de un ajuste fiscal, pues incluye un gradual desmantelamiento del Estado. La evidencia de que las cosas no marchan bien se tiene, no solo en el rechazo electoral que sufrió en la provincia de Buenos Aires, sino también en el agotamiento de las reservas, la creciente deuda y la urgencia con que tuvo que recurrir al Tesoro norteamericano.
Y esto, que el experimento no ha incluido todo lo que se proponía, pues no ha dolarizado ni cerrado el Banco Central ni ha liberado el mercado cambiario.
El pensamiento libertario promueve la desaparición del Estado y encuentra eco en sectores que ven en él un estorbo más que un soporte
El pensamiento libertario es, fundamentalmente, una corriente político-filosófica que coloca la libertad individual como el valor político supremo y considera que cada persona tiene derecho a vivir su vida y a hacer lo que considere pertinente, siempre que no interfiera con los derechos de otros a hacer lo mismo; postula por la casi total desaparición del Estado y todo tipo de controles y regulaciones.
El mismo tiene una larga historia en la región latinoamericana, trasplantado principalmente desde universidades de los EUA. Tanto así que, en la República Dominicana, al igual que en diversos países, algunos grupos empresariales han dedicado recursos por décadas a patrocinar centros para la difusión de las ideas libertarias.
Obviamente, los sectores más privilegiados de la sociedad, los que no tienen motivos de quejas frente al orden establecido, son los más interesados, dado que son los que menos necesitan al Estado, sino que este se les convierte en estorbo y costos.
Las ideas suelen promoverse matizadas, pues los costos sociales suelen ser tan impactantes que pocos se atreverían a inducirlas crudamente, al extremo del anarcocapitalismo de Miley. Y las mismas encuentran campo fértil al aprovechar las habituales deficiencias y prácticas corruptas para indicar que se resolverían con menos Estado: la rabia se acaba matando al perro.
Por tal motivo, no es tan común encontrar ejemplos de éxito o fracaso de experiencias libertarias en su real dimensión. Un experimento libertario llevado a la práctica, con resultados hasta un poco cómicos, tuvo lugar en la ciudad de Grafton, al noreste de los Estados Unidos.
Grafton es un pequeño pueblo que ofrecía el caldo de cultivo apropiado para el experimento. En él las ideas libertarias eran bien acogidas, y los políticos que las postulaban solían ser populares. A inicios de este siglo, unos 200 libertarios conocidos por internet llegaron de diferentes estados y se instalaron allí.
Siendo una ciudad pequeña, no les resultó difícil influir en la política local hasta elegir autoridades y “puso en marcha sus ideas, reduciendo las regulaciones e impuestos con el propósito de probar que la intervención gubernamental es opresiva y produce pobreza; mientras que si se deja a la sociedad actuar por su cuenta, florece y es capaz de autorregularse”.
Al principio, la gente estaba feliz pagando menos impuestos, pero la reducción del presupuesto municipal y la derogación de un conjunto de normas provocó un drástico deterioro en la infraestructura local y los servicios públicos y un aumento de la violencia criminal.
Al cabo de algún tiempo, las calles y caminos se fueron llenando de baches, los servicios de salud dejados al mercado intentaron sin éxito abandonar el distrito escolar, pero la calidad de la escuela local se vino abajo, la biblioteca cerrada, calles a oscuras y los contenedores se llenaron de basura.
El experimento de Grafton demostró que sin regulación ni servicios públicos, la libertad absoluta puede convertirse en caos absoluto
El servicio policial fue prácticamente eliminado, hasta el punto de que el único agente que quedaba era el propio comisario, insuficiente para atender los casos de una comunidad que hasta tiempo atrás era un ejemplo de convivencia.
La gente pronto comenzó a envidiar el otro pueblo vecino, donde la población pagaba algo más de impuestos, mientras todos disfrutaban de una convivencia civilizada. Dado que se eliminaron los controles para cerrar los contenedores, el olor de los desperdicios atrajo a los osos de los bosques cercanos, que desde siglos antes no aparecían por el pueblo.
Pero lo más cómico es que muchos vecinos, sosteniendo que nadie tenía el derecho de imponerles lo que debían o no hacer, comenzaron a alimentar a los osos en los propios patios de las casas, hasta que después los osos, que poco entienden de ideologías, terminaron comiéndose a los mismos libertarios, muchos de los cuales salieron huyendo de su propio experimento, regresando a sus ciudades de origen. Así terminó el experimento libertario de Grafton.
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