Manuel García Cartagena fabricante de sueños
Como vimos en el número uno (1) de este ensayo el ojo del enunciador sugiere la forma de los eventos que marcan un diálogo implícito o explícito. Con respecto a las rupturas espacios-temporales, las soluciones narrativas justificadas por las mismas líneas, del, o, de los personajes, la visión paradójica en el relato se gesta como paradoja de núcleos contradictorios en un contexto de pulsión o funcionamiento deseante y que emite el narrador implícito en el siguiente fragmento:
Punto de corte en el trazado expresivo
“Para cumplirse ese deseo, no obstante, le sería necesario morir dos veces”.
Este punto de corte en texto genera el predicado del fragmento narrativo que se desarrolla de la manera siguiente:
“La primera vez, había pasado toda la noche en compañía de otras mujeres consumiendo brebajes y enviando malos pensamientos al campo de sus enemigos con el propósito de provocarles toda clase de desgracias. Tú estuviste junto a ellas esa noche, Serptes. Las viste participar en la preparación de una bebida ceremonial elaborada a base de plantas maceradas en cerveza de trigo conocida como “haoma” a la que luego todas consumieron en copas hechas con cráneos de antiguos amigos asesinados por ellas. Así, mientras los hombres abandonaban de noche el campamento aprovechando las sombras para atacar por sorpresa a sus enemigos, las mujeres se rasgaban las vestiduras y se provocaban largos rasguños en la piel de los senos con afilados cuchillos para luego verter sobre las heridas y dentro de sus vaginas un brebaje de cerveza de mandrágora y hierbas que las dejaría listas para entrar en comunicación con los Rojos Señores de la Guerra, quienes les explicarían todo lo que necesitaban saber para llevar la muerte a las filas de sus enemigos.” (p. 115)
La hechicería, el ritual y el ambiente nocturno en el componente es aprovechado por sombras que surgen para atacar por sorpresa a sus enemigos…
En efecto, aquí podemos advertir una solución de meta y corte en el nivel de las acciones imaginarias, rituales y conflictivas que ligan el plan narrativo como forma de constitución “histórica”, vocalizada como épica que sostiene el propio espacio mítico y figural de los personajes puestos en una escena sustantiva de héroes y antihéroes amenazados por una vía conflictiva que por lo mismo viola convenciones de relato, sintaxis, fragmento y forma de escritura.
Pero en este corte de acción y salto hacia el viaje para volver al sentido de una realidad fragmentada entramos a otro conducto imaginario “local” y pulsional de la mitología del llamado Mickey Max y Comparsa. (Ver, en p. 68-85).
El personaje Mickey Max es una cita de viaje, irónicamente convertido en personaje de tráiler y que el autor y los demás personajes del Viaje a ningunaparte y a cualquierparte llevan el peso de un Jodedero permanente del personaje y los demás tipos concurrentes.
Veamos (solo para re-cortar la economía temporal y espacial del relato), cómo la mano y la mala fe del autor, narrador y guionista le ofrece un plato al lector engañándolo con subterfugios y presencias absurdas al momento de aplicar acciones y pseudoacciones de un meta-realismo hipermágico y burlón:
“A uno de esos personajes, ese sujeto: al que llaman Crunchy, Tony, Mayra, Odris o Mickey Max lo conocerás porque anda metido en un cuerpo que pesa aproximadamente doscientas cincuenta libras; lleva una argolla de bronce en la oreja izquierda: …de ahí lo encontrarás pidiendo dinero a los automovilistas que dicen estacionarse alegando que él los protegerá de que los tecatos se los rayen o les arranquen los espejitos retrovisores y otras piezas exteriores de sus carrocerías…”
“Su especialidad son las señoras solteras entradas en edad que buscan compañía masculina por las inmediaciones de cualquier playa del sur, del norte o del este de la isla, pues tiene los pies tan calientes que, desde que logra reunir el dinero para un pasaje de ida y vuelta, no vacila en subirse a cualquier autobús con destino a un lugar distinto de la geografía nacional, desde donde regresa con uno o varios bultos que no tenía a la hora de partir y que de manera invariable siempre deja abandonados cada vez en lugares distintos…” (Ibídem. Loc. cit.)
Los enunciados dialógicos cobran un valor en un texto dinámicamente conversacional y manipulador:
“No te preguntes por qué siempre que te lo encuentras sucede lo mismo: ese es precisamente el tipo de preguntas que uno no debe hacerse respecto al Mickey Max. Y si tienes suerte y él anda con tiempo te invitará a que te sientes un rato a su lado y entonces comenzará a hablarte del Perro. Cuando lo conocí en la parada de los autobuses de Caribe Tours de la capital, esto fue lo que pasó:
-Moreno, ¿qué hora es? –me preguntó.
-Son las tres y quince –le dije.
-Qué suerte tengo –me dijo-. Estoy reuniendo dinero para hacerme en el pecho el tatuaje de un águila americana y justamente me acabo de encontrar contigo. ¿No te sobran cincuenta pesos, aunque sea, digo?
Como un zombi, meto la mano derecha en el bolsillo de mis jeans. Saco exactamente una papeleta de cincuenta y se la extiendo…
-Pues sí, montro. Mira, ven, vamos a sentarnos allí en lo que llega la guagua. A ti se te nota en la cara que vas para Cabarete, ¿verdad? También yo. Pero déjame poner este paquete aquí para que no moleste. Mira, que diga, oye, tú no me conoces, pero yo soy lo que se dice un tipo bien. Cuando lleguemos a Cabarete, pregunta a quien tú quieras por el Mickey Max o por Tony –porque yo me llamo Miguel, pero allá hay gente que me llama Crunchy, Mickey Max, Odris o Mayra, según los barrios por donde me mueva, y a mí maní.” (p. 69)
Toda esta aventura del narrador-personaje involucra un modo de ver cotidiano y urbano, ambos convertidos en misiones de tigueraje y creadores de situaciones equívocas, mágicas y transhistóricas o provocadoras de peligros que alteran al lector. Pero que además lo involucran de tal suerte que él mismo se deja engañar por las estrategias textuales de dicho tráiler, contado por Mickey o cualquiera de los otros personajes.
El autor cómplice propicia narratemas de primer y segundo orden dejando hablar al texto y siendo a la vez testigo de situaciones vertiginosas.
Junot Díaz es un escritor dominicano-estadounidense, nacido en Santo Domingo, República Dominicana, el 31 de diciembre de 1968
Pero todos estos eventos suceden hasta llegar a la secuencia de las cuatro horas que duró el viaje en autobús, desde la capital como alguien que busca desquitarse de todo el silencio que había tenido que tragarse a solas desde que nació…
Se trata del cuento de nunca acabar. De una apuesta transgresora que persigue con cierto nivel de sadomasoquismo escriturario, de quien sea el autor de esta novela estremecedora y abusadora. Lo que permite preguntarse, qué está sucediendo con la novela actual dominicana y caribeña. Lo que dejó en vida Pedro Peix con El clan de los bólidos pesados o han puesto en escena y plan los textos de Rita Indiana Hernández, Pedro Antonio Valdez, Rey Enmanuel Andújar, Emilio Pereyra, Avelino Stanley, Pedro Cabirja, Junot Díaz, el joven Efraím Castillo y otros que constituyen una diversidad de miradas que agrietan y seguirán agrietando el canon de la narrativa dominicana actual. Y este texto interminable de Manuel García Cartagena tiene mucho que decirle a la crítica literaria que es retada y “criticada” en esta novela, esta “guerra de sueños” que va más allá de lo que es una novela genérica hoy y que le asesta una herida de muerte al facilismo creador del país y sobre todo a la llamada crítica “hogareña” y cómplice dominicana.
Rita Indiana Hernández Sánchez (11 de junio de 1977, Santo Domingo, República Dominicana) es una escritora, compositora y cantante dominicana.
Llevo mucho tiempo leyendo esta novela y no acabo de “leer” este reto de Manuel García Cartagena. Pero vuelvo a esta “película” de forma recurrente explorando el nivel de “habla” de esta novela publicada en Eds. Bangó en 2021, 398 páginas apretadas. Comparo a cada momento y no doy por terminada la interpretación de la misma, porque ciertamente es difícil y a la vez estimulante seguirle los pasos a su editor-autor.
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