Cuando empecé a estudiar el castellano con una cierta furia en 1994 todos los días en la Escuela de Idiomas del Servicio Exterior de Estados Unidos y por las tardes con el noticiero de Univision y la telenovela Dos mujeres, un camino; y por suerte en Georgetown University, el maestro Mario Vargas Llosa daba un curso sobre literatura latinoamericana, y fui a verlo con mi primer poemario The Elephants of Reckoning como regalo. Y él me dio permiso para asistir a su clase como oyente. Imagina cómo me sentí, escuchando a Mario comentar de las tramas y personajes de Onetti, de Fuentes, de Cortázar, en su español melifluo, y yo el invitado a la aula junto con los doce estudiantes inscritos.
Seis años después, de paso a Washington, vi que Mario enseñaba de nuevo en la ciudad. Y fui a saludarlo esta vez con mi primer manuscrito escrito en español. Y le pedí el favor de leerlo. Tras unos días le pregunté su opinión de mi elección de español. Y él me dijo, que sí, adelante. Que sigas escribiendo en español y busca un editor. Ese luz verde sigue iluminando mi camino ya 25 años y nuevos poemarios compuestos y editados más adelante.
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