El expresidente Leonel Fernández dio declaraciones en el mediático escenario del Congreso Mundial de Derecho (World Law Congress), a la invitación que hiciera el presidente Luis Abinader a los expresidentes para tratar la crisis haitiana y sus implicaciones para el país.
Tras calificar de “cordial y gentil” la invitación, Fernández dijo que prefería no ir al Palacio, (donde pasó 12 años gobernando) a hacerse una foto, ya que la invitación debería ser ampliada a otros sectores de la sociedad, como los miembros del Consejo Económico y Social, por ejemplo.
¿Será que el ex presidente olvida que el actual presidente de la República es el que invita y despacha desde el Palacio Nacional, sede del ejecutivo? Descalifica al Palacio, reduciéndolo a un lugar donde uno va a tomarse fotos… ¿Es acaso eso lo que pasó durante los años de sus gobiernos?
Cuando las relaciones con Haití fueron tan buenas, Fernández le regaló una Universidad al pueblo haitiano que costó 50 millones de dólares, inaugurada en 2012, con sus colegas y amigos presidentes Michel Martelly y Rene García Préval, gesto que casi le cuesta la vida.
Las declaraciones del líder del Partido Fuerza del Pueblo dejan claro que Luis Abinader está solo tratando de resolver un problema histórico, que ha tomado dimensiones inéditas desde el asesinato del presidente Juvenal Moisés en 2021. Lo peor aún está por pasar, con 200 pandillas criminales que controlan casi todo el país vecino, en un Estado que se diluye, y una crisis alimentaria (alertada por la ONU y el Programa Mundial de Alimentos – WFP) – presagiándose una hambruna apocalíptica. A pesar de sus diversos problemas socioeconómicos y políticos, República Dominicana aparece como la única opción de salida… Donde les espera una campaña de presión al gobierno, basada en descalificar a los emigrantes haitianos “que amenazan la soberanía nacional”, bajo el riesgo de generar enfrentamientos interétnicos.
Todo lo dicho antes requiere de un entendimiento, lejos de los egos, entre los grandes líderes políticos del país (que han gobernado desde 1996), antes de establecerse una estrategia consolidada entre todos aquellos sectores (económicos, políticos, sociales, sindicales, iglesias, educativos, etc.) que puedan aportar soluciones coherentes, científicas y respetuosas, al fenómeno migratorio.
Decir que lo más importante es que el Presidente Abinader “muestre voluntad de diálogo”, es una especie de provocación, ya que a pesar de todos los errores que se le puedan endilgar, Abinader ha buscado el diálogo por todas partes, asumiendo la carga histórica de uno de los episodios más difíciles de la sociedad haitiana, frente a la ausencia de políticas migratorias y el abandono internacional al cual está sometido Haití. Claramente, RD no puede, ni está en condiciones de asumir dicha crisis.
La presión de ciertos grupos en torno a la presencia haitiana en el país lo han llevado a tener que aplicar una serie de medidas para enfrentar la presencia de migrantes: en el artículo “Los politiqueros de mi país” (Acento, 5 de mayo 2025), el joven escritor haitiano Jhak Valcourt muestra como “los ayitianos están siendo cazados como cucarachas en varios países de América”, estigmatizados, rechazados en todos los puntos de captación de esta migración. “Hace tanto que estamos hundidos en una oscuridad interminable y despiadada. Hace tanto que estamos solos en los suburbios de la miseria.”
Esas medidas que ha implementado el gobierno dominicano le han borrado su histórica condición de país amigo y anfitrión generoso, que se dimensionó cuando el terremoto de Haití en el 2010: entraron más haitianos en aquel entonces, que todos los que han llegado en el último quinquenio.
Por consiguiente, cuando Leonel Fernández declara que “valora el gesto, agradece la cortesía”, refiriéndose a la invitación que le realizara el presidente Abinader para discutir sobre la crisis haitiana, lo que está diciendo el líder de la oposición es que declina la invitación del presidente, y se pone del mismo lado de todos aquellos que hacen política en base a la migración en general y haitiana en particular.
Descalifica la iniciativa del presidente, le resta importancia de Estado al tema, como si fuera una invitación a la playa, e intenta proyectarse como un ente integrador de los demás sectores del país, supuestamente ignorados por el presidente anfitrión, invitándoles él (Leonel) a dialogar, como en aquellos tiempos que convocara a aquel interminable Diálogo Nacional, en el que el pueblo terminó hablando solo.
Es hora que las clases políticas de ambos países asuman su cuota de responsabilidad frente a estos hechos poblacionales tan dramáticos, ya que unos se beneficiaron y benefician con la partida y otros con la llegada: en medio, está la humillación, explotación y desarraigo de seres humanos vulnerables.
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