En la arena política dominicana, las narrativas y percepciones juegan un papel tan determinante como las cifras electorales. En los últimos meses, se ha instalado —de forma interesada y estratégicamente dirigida— la idea de que “Leonel solo gana con el apoyo de Danilo”.
Esta afirmación, más que un análisis objetivo, responde a un intento de manipulación política que busca erosionar la imagen de liderazgo autónomo de Leonel Fernández y condicionar la opinión pública a favor de intereses específicos. Sin embargo, un examen desapasionado de la trayectoria política, los datos históricos y las dinámicas actuales del electorado dominicano permite desmontar, con argumentos sólidos, la tesis de que el triunfo de Fernández estaría supeditado al respaldo del expresidente Danilo Medina.
Leonel Fernández ha construido su carrera política sobre una base de liderazgo personal, visión de Estado y un proyecto político que ha trascendido coyunturas partidarias. Su primer ascenso al poder en 1996 se produjo sin que Danilo Medina ejerciera un rol determinante como figura nacional de primer orden, pues en aquel momento su proyección política era aún incipiente.
La consolidación del “fenómeno Leonel” se cimentó en su capacidad para articular un discurso modernizador, atraer amplios sectores de clase media y proyectar una imagen de estadista con visión internacional. Esto generó un voto de confianza que le permitió obtener reelecciones en 2004 y 2008, siempre bajo la impronta de su liderazgo personal, no como consecuencia de un apadrinamiento politico.
Leonel y Danilo representan estilos de liderazgo, redes de apoyo y estructuras políticas que, si bien coincidieron bajo el paraguas del Partido de la Liberación Dominicana (PLD), responden a matrices de influencia diferentes. Leonel Fernández arrastra un voto urbano, intelectualizado y con fuerte presencia en diásporas y sectores de opinión.
Su narrativa se asocia con estabilidad macroeconómica, reformas institucionales y proyección internacional. Danilo Medina, por su parte, se vincula más a un voto rural y clientelar, así como a una gestión caracterizada por programas sociales focalizados y expansión de infraestructura comunitaria. La convergencia de ambos liderazgos en ciertos procesos electorales del pasado fue circunstancial, pero no constitutiva de la capacidad de triunfo de Fernández.
Si examinamos las elecciones de 2004 y 2008, se observa que el éxito electoral de Leonel se produjo en contextos donde Danilo no era la figura política predominante ni ejercía control total sobre la maquinaria partidaria. De hecho, en 2000 —cuando Danilo fue candidato presidencial— no logró vencer, incluso contando con la estructura del PLD en un momento de menor desgaste político.
Esto desmonta el supuesto de que la “estructura danilista” sea un factor sine qua non para el triunfo electoral. Leonel ha demostrado que su voto es orgánico, movilizado por su liderazgo y no simplemente por el respaldo de un sector interno.
En la actualidad, el escenario político dominicano está fragmentado en tres bloques relevantes: el oficialismo representado por el PRM, el PLD con Danilo como figura tutelar, y la Fuerza del Pueblo liderada por Leonel Fernández. La creación de Fuerza del Pueblo no solo evidencia la independencia política de Fernández, sino que ha permitido que consolide una estructura propia, con comités intermedios, bases municipales y una proyección que lo ubica como el principal líder opositor según varias encuestas recientes.
Este partido ha atraído no solo a exmiembros del PLD, sino también a dirigentes comunitarios, empresarios, jóvenes y profesionales que nunca militaron en el danilismo. Se trata, en esencia, de una plataforma electoral genuinamente leonelista.
La insistencia en la idea de que “Leonel solo gana con el apoyo de Danilo” responde a una estrategia de percepción: minimizar su capital político independiente, generar dudas en votantes indecisos sobre su viabilidad electoral, y colocar la narrativa de que solo mediante una alianza con el PLD podría ser opción real de poder, debilitando así el atractivo de su candidatura como alternativa autónoma. En términos de comunicación política, se trata de una operación de encuadre discursivo que busca definir a un adversario bajo parámetros convenientes para sus competidores.
La historia política dominicana demuestra que Leonel Fernández ha ganado elecciones por mérito propio, con un voto movilizado alrededor de su visión de país, su experiencia de gobierno y su capacidad para conectar con amplios sectores sociales.
Pretender reducir su potencial electoral a la necesidad del respaldo de Danilo Medina es desconocer la evidencia histórica, la realidad actual de las estructuras partidarias y la fuerza de su marca política. Más aún, es una estrategia diseñada para restarle protagonismo en la disputa por el poder, no un análisis basado en datos objetivos.
En definitiva, el liderazgo de Leonel Fernández no es subsidiario de ningún otro. Su trayectoria, base social y capital político lo han colocado —y lo siguen colocando— como una figura con capacidad real de competir y ganar en escenarios donde la correlación de fuerzas no depende de alianzas coyunturales con antiguos compañeros de partido.
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