El color gris no es negro, pero tampoco blanco, aunque mantiene una posición intermedia ente ambos colores. Conocemos primero los colores negro y blanco, y luego podemos aprender lo que es el gris. Conocer los extremos te permite comprender los niveles intermedios.
Es propio del niño, calificar de forma absoluta a las personas como buenas o malas, en la medida en que madura además es capaz de descubrir los niveles intermedios, llega a entender que el bueno no siempre es bueno y el malo no siempre es malo.
Algunos filósofos consideraron que el hombre era bueno por naturaleza, por ejemplo, Rousseau: “el hombre nace bueno y la sociedad lo corrompe”, Confucio: “el hombre tiene una inclinación al bien, aunque debe cultivarla”. Otros consideraron lo contrario: Hobbes: “el hombre es un lobo para el hombre”, San Agustín expresó que el hombre está marcado con el pecado original y sólo Dios puede redimirlo y Maquiavelo señaló que la naturaleza humana era inconstante, engañosa y egoísta. Me gusta más la concesión de Spinoza, quien entendía que nuestra naturaleza era salvaje, como los animales, pero la Sociedad podía civilizarnos. Nacemos sin conceptos morales y gradualmente vamos aprendiéndolos, de igual forma un animal salvaje no actúa por bondad o maldad, sino por instintos.
Usualmente clasificamos en un grupo a los buenos y en otro a los malos. No es necesariamente incorrecto, siempre que comprendamos que es una distribución relativa y que en cualquier momento alguien puede manifestar conductas muy diferentes a las esperadas. Estamos hablando del inconveniente de los prejuicios. En un tribunal, el acusado suele ser la persona de moral más dudosa, mientras que, el juez, la más honorable. Sin embargo, en múltiples ocasiones, el juez ha sido de moral más cuestionable que el acusado, como ejemplo podríamos señalar a Herodes y Jesucristo.
Si alguien que consideras un delincuente hace algo criticable, lo descubres en seguida, pero si alguien que “tienes en los altares” muestra una conducta inapropiada, podría pasarte desapercibida. De hecho, si todos los demás están diciendo horrores de una persona, se necesita mucha sabiduría y madurez emocional, para no unirte a los que gritan: ¡Crucifícalo!
A simple vista, lo que estamos hablando aparenta ser algo infantil, pero es impresionante la poderosa relevancia o impacto que tiene en la vida de los que nos creemos adultos. Ser adulto es mucho más complicado que alcanzar la mayoría de edad. Si deseamos saber si somos adultos, no debemos pensar en la edad que tengamos si no en la forma en que actuemos.
Una de las actitudes que dificulta que podamos relacionarnos con los demás es el prejuicio y es justamente lo que hacemos cuando la creencia que tengamos nos dificulta ver lo que realmente tenemos ante nuestros ojos.
Confiamos mucho en nuestra capacidad de identificar correctamente la realidad, pero lamentablemente somos más fáciles de engañar de lo que nos gusta reconocer, esto lo saben perfectamente quienes realizan trucos de magia. Nuestros prejuicios pueden incluso confundir a nuestros sentidos. Cuando somos capaces de reconocer que no es difícil que seamos engañados, aumentamos nuestras capacidades para defendernos, ya que nuestra actitud crítica, activa nuestras facultades mentales.
Siempre hemos escuchado que: “nadie es perfecto”, también es válido para: nadie es perfectamente malo. La importancia de considerar ese concepto es que nos ayuda a no cerrarnos a los demás. Si alguien te dice que odia a una persona, si le escuchas describir los detalles de esa persona, no te resulta extraño que la odie, porque normalmente el rechazo total o radical contra una persona, se acompaña de una narrativa excesivamente negativa, en la que suele haber una ceguera frente a posibles aspectos positivos o a juicios menos radicales respecto a esa persona.
En realidad, todo ser humano presenta aspectos positivos o realidades que, aunque no justifiquen su mala conducta, al menos la explican de manera comprensible. Pero tenemos tendencia a la radicalidad y en ocasiones solamente somos capaces de captar la parte negativa de alguna persona. Normalmente, quien insiste de manera notoria en señalar lo negativo de los demás, es aquel que posee un infierno interior y se dedica a alimentar ese fuego, porque no acepta una forma más agradable de ser y de vivir. Sólo puede inyectar veneno quien ya lo llevaba dentro, y a quien sólo le interesan las espinas le resultará imposible ver las rosas.
En nuestra apreciación de nosotros mismos, a veces podemos sentirnos superiores y otras como los peores seres humanos, realmente todos manifestamos escalas de grises y lo más sano es reconocer que cuando te sientes mejor que los demás estás tan equivocado como cuando te crees el peor.
Los pueblos latinoamericanos no somos “puros”, somos mezcla de indígenas, europeos y africanos, tal vez eso nos hace más abiertos a otras etnias. Somos diferentes tonalidades grises. Si te creyeras superior a los demás, la soledad sería tu maestra, si en cambio crees que no vales nada, las relaciones humanas pueden ser tu medicina.
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