Nadie pierde. Nadie olvida. Nada le pertenece y todo le pertenece. La polilla filosófica se mueve en la palabra. Clava la hoja. La absorbe. Traza. Mira hacia el futuro. Mira hacia el pasado. Trata de penetrar en la textura de la hoja. Lee atentamente lo que está allí dentro. Lo que está escrito. Mira bien su presa. Noches y días silenciosos. Territorios verbales que se ocultan en la dádiva y el hongo. Zeta primaria. Zeta final. Toda la historia atravesada por una ruta sombría y borracha de papel: incólume y perfecta. Su relato es antiguo y moderno. Desolado el paisaje de la letra imita huellas y quebrantos.

De bruces cae al abismo y la verdad. Y a la mentira. Osa mayor. Neptuno y Orión se mirar de lejos. La garganta del sabio busca el horizonte. Piedra de luz que exige tierra. Voz que no duda en caer. Caer hasta el fondo de manera esquiva. El elemento corta y a la vez solloza. Surge como el tacto. La rosa solar, la rosa blanca, la rosa oscura, la rosa negra, la rosa impúdica, son la misma rosa. La misma estela de los sueños, el mismo orbe suspendido. Luz en el fragmento.

La polilla filosófica: diminuta entidad. Noche en reversión. Oculta llama del sentido. Hueco del asombro. Sombra del asombro. Diluida espiga. Diluida llama. Diluida mente. Diluido cuerpo. Fronteras derribadas. Quien escucha no muerde, no cabe en esta fábula; no sale de la hoja; no se pierde en el laberinto. Se llama como todos. Responde al mismo nombre. Se niega, se desata, se alumbra en la memoria. Se expande en la vigilia. La polilla filosófica es tiempo. Es tiempo luz y fuente. Poder del pergamino. Secreto de la Atlántida. Sujeto de poder y de lenguaje.  Resiste y no resiste a la vez, clama y no reclama. Procede y no procede. Se escucha y no pierde su organismo. Es filo y es herida. Retorna como siempre a los orígenes.

La polilla filosófica es acuario, es amiga de los peces y los hongos. La uña. El diente. Caries. El nudo. La tinta. Son los elementos. Son los fantasmas. Naves de los locos. Naves de las locas. Ideales. Lluvia que seca. Materia medio muerta. El polen queda fijo. Y delante del cuerpo: la cacata. El alacrán. La tarántula. Canícula que rompe el cristal y lo mata ji ji ji ¡ojo!

¿Qué es lo que se dice? El grito no corta la cara. La boca te escupe y te lanza fuego. Te amenaza y te orina a flor de luna. Guitarra sorda. Jardín de mar. Sombra acurrucada. Pliegue del espasmo. Sudor frío que existe. Alumbra a la sombra. Puede nacer el lenguaje aquí. No dudo nada. Ríete mucho cuca: cuquita, cucona. Dios se muere cada día. Y vuelve a renacer. Ese maldito ser distante, solitario y lejano.

La polilla filosófica es ser que nombra, que todo lo ha creado para poder comerse la página, el sentido y el lugar. El juego no se borra, no se detiene. Nada se detiene. Allí, en tiempo lento avanza. Allí mismo. Las luces del infierno matan el tono. La mirada de un cuerpo desgarrado. Dante que todo lo ve. Todo. Beatriz y la pregunta. Diafragma. Teresa. La rústica mujer de Meroveo. La que calla y habla al mismo tiempo. Aquella que calla, se esconde. Y sueña con toda pesadumbre. Ya lo ves malvado. Todos los vivos y todos los santos esperan la llegada de Dios. Aquel que hará justicia eterna a los vivos y a los muertos.

Oh Merolisa. Oh mi luna. Oh perfidia. Oh Rosamunda. La cláusula perdida. Los hombres han perdido el alfabeto y sus claves en el gran infierno, entrando a la ciudad doliente.

Silabarios. Estaciones. Barcas que transportan cuerpos. Hechizos del día y de la noche. Y al principio: coma, punto, puntos suspendidos. Fin.

Pero luego: trazos, palabras, grafías y silencios.

En el  principio Homero no creó el mundo. Creó una tierra amarilla y verde. Al principio también creó el profeta su mundo. Y todo hubo que sonarlo con todo el pulso de la mano derecha y de la mano izquierda.

La historia de todos los seres humanos se llevó a cabo mediante signos, señales, grafías, palabras genéricas, unidad de elementos, quiasmos lunares y fantasmas. Debe aparecer la fábula como cosa del día y de la noche. Herodoto extraviado. La tierra y la geografía, tierra de fábula, yugo de pájaro toda la ruina de occidente. Pieles, memorias retorcidas, maxilares y antebrazos. La fábrica del cuerpo: la única. Figura, canon, burla, escucha de la roca. Búsqueda modo y forma en la Biblia y el Corán: todo lo que ha cambiado: el subterráneo, el ojo del profeta, el vigía y control, la coma. Una guía sin coma ni tormento.

Espacios y silencios han creado el sonido de cada letra, de cada voz, de cada cortadura, de cada ausencia. Montesino fuero y fiero. Lugar del pacto. Enfermedad del escriba, del Orbe. De filo desnuda y lóbrega, la polilla filosófica se come la palabra y se convierte en pensadora del otro. Rara polifonía, cúbica, triangular, nada de epitafio. Y así la historia crea su propio vínculo, materia del signo; signo y huella, clip. Signatum, signaura, coda y rerum natura, natura que Lucrecia, Virgilio y Dante por supuesto asumen.

Desdichada y agradecidamente en la nube. Speculum humanae vitae. Porque las ratas, gusanos, culebras y murciélagos han creado un sindicato, para escribir una novela de la vida y de la muerte, en la roca agustea, en la cabeza del Orinoco, donde nacen y se reproducen los signos como en Filoteo el calcedonio, en el escriba B-Sirá. Es así y entonces como el teólogo poeta Eusebio de Cesarea escribió la Historia Eclesiástica, historia diabólica y sagrada. Mar de letras donde aguarda el secreto, los nombres sagrados y profanos.

Los nomina purpúreos, fulminantes, dolidos por lo que vivian de manera ecléctica y oscura; población, danza ambiental secreta, secretísima. Y desde entonces nada ha dejado de significar, de producir variadas formas del sentido. Estamos asistiendo a las reglas en el sueño. Convertido, apunta el ojo y el dedo. La memoria. Pues de eso se trata, de lo escuchado, del relámpago, del laurel y el suelo. Barriga repugnante donde se escuchan los pedos de la noche. Rumores secretos. Voces corrugadas donde el lenguaje ha impuesto las sanciones. Y ha propiciado vértigos inminentes. La lengua, lengualengua, mudalenguería, lengua amarga, lengua larga, lengua rota, lengua res, la lengua-lengua de la muerte silenciosa. Sin embarquella lengua es el final.

Cónica, áspera que acusa a Homero, Virgilio, Dante y Segismundo Malatesta. Emblemas, jeroglíficos, lucha solidaria entre bordes. Anima mundi. Rosa mística y fluida, destruida, envilecida y soterrada. Nada de señales. El lenguaje es y será siempre abierto. Modo circular en la serpiente. Cada paso que da entonces la polilla filosófica. Se busca la memoria y solamente así cae a los abismos.

Odalís G. Pérez

Escritor

Miembro de número de la Academia Dominicana de la Lengua

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