No duermes bien, a menos que te ordenen el sueño con una aguja o un televisor. No comes bien, por lo incómodo que resulta llevar y traer la cuchara. No sabes si es noche o día, pues la luz siempre es la misma y no puedes apagarla. No puedes hablar de política, porque a nadie le interesa discutir. Nadie se te acerca, aunque no tengas una enfermedad contagiosa, que se sepa. No puede dormir acompañado ni siquiera de tu conyugue, aunque haya espacio para otra persona. La enfermera de turno, generalmente distante y severa, te ordena lo que debes hacer, aunque en la calle seas un alto ejecutivo…En fin, la cama de hospital es la peor tortura… (Me consta).
Soy periodista con licenciatura, maestría y doctorado en unos 17 periódicos de México y Santo Domingo, buen sonero e hijo adoptivo de Toña la Negra. He sido delivery de panadería y farmacia, panadero, vendedor de friquitaquis en el Quisqueya, peón de Obras Públicas, torturador especializado en recitar a Buesa, fabricante clandestino de crema envejeciente y vendedor de libros que nadie compró. Amo a las mujeres de Goya y Cezanne. Cuento granitos de arena sin acelerarme con los espejismos y guardo las vías de un ferrocarril imaginario que siempre está por partir. Soy un soñador incurable.