A poco del término de 2025 en Europa Occidental, Latinoamérica, Estados Unidos y el ámbito geográfico caribeño, nos vemos impactados por una serie de acontecimientos militares, climáticos, económicos, sanitarios, religiosos, sociológicos, tecnológicos que ocurren y se entrelazan simultáneamente y conjugan un panorama complejo que desconcierta, aturde y deprime tanto a los ciudadanos como a los gobernantes. Bueno, al parecer solamente algunos de ellos.
En este nuevo y complejo contexto de policrisis, es confuso lo que está sucediendo en Ucrania, en Oriente Próximo, en España, en América Latina y claro, en Puerto Rico. Pero: ¿Cómo anticipar el mundo que viene?
Durante casi tres años, la pandemia petrificó el planeta con un saldo de nueve millones de muertos y más de mil millones de enfermos.
Cuando se acotaba una salida, en febrero de 2022, estalló la guerra de Ucrania, un conflicto que, aun cuando contenido geográficamente, sigue al abrigo de dimensiones mundiales por sus consecuencias económicas, sus efectos geopolíticos y sus inconclusas e inéditas dimensiones militares. Pero cuando este frente bélico pareció estancarse, detona otro polvorín aún más peligroso.
En Gaza, el 7 de octubre de 2023, flotaba con una intensidad desconocida el conflicto más viejo del mundo: el que enfrenta en Oriente Próximo, desde hace más de un siglo, a los palestinos con el sionismo. Masacres, bombardeos indiscriminados y matanzas apocalípticas se han sucedido. Nadie puede excluir una escalada en toda la región. Empero hasta el alto el fuego, logro de una negociación multipartita, es interrumpido por el bombardeo israelí que pulveriza a Gaza y genera miles de muertes.
A estos acontecimientos se añaden otras sacudidas igual de perturbadoras.
En la esfera económica, el fin de la globalización sin que el capitalismo tenga una propuesta de sustitución.
El debilitamiento del sistema internacional unipolar, empezando aquel por la Organización de Naciones Unidas (ONU) y el Consejo de Seguridad, un sistema creado en 1945, después de la Segunda Guerra Mundial, que poco falta para su irrespeto, pero nada parece sustituirlo.
Los efectos acelerados del cambio climático: sequías, huracanes, incendios, inundaciones, heladas, ciclones y tempestades.
Las masivas migraciones humanas que, por primera vez, afectan a todas las regiones de la Tierra.
Los impactos imprevistos de las rápidas innovaciones tecnológicas en el campo de la comunicación de masas, de las redes sociales, de la inteligencia artificial y de la vigilancia generalizada.
Los propios gobernantes -de cualquier país- muestran desorientación, en casos, incapacidad para comprender los nuevos retos y los nuevos desafíos que están aconteciendo a escala global. Peor aún, la mayoría de los gobiernos se revelan inhábiles e incompetentes a la hora de fijar perspectivas y de proponer soluciones.
En cambio, en Puerto Rico, con todo el ruido que nos trae el proselitismo político, más que salud, desarrollo político, seguridad, justicia social y pobreza, entre otros temas, solamente vale una y se envalentonan, dicen que la sienten al alcance de la mano; otros la consideran como la mentira de la anexión.
Y es cuando pienso que a veces vale la pena desprender la mirada del ombligo.
Compartir esta nota