Somos muchos los que, manejando tranquilamente por una carretera, hemos sentido el impacto de una piedra en el vidrio delantero de nuestro vehículo. El repentino golpe asusta, pero irrita más darse cuenta de que el disparo provino de un camión sin una lona para cubrir el material que transporta o que, si la lleva, está tan raída o mal colocada que no cumple con su propósito. Cuando uno observa la cantidad de camiones que circulan en nuestras carreteras en esas condiciones, tiene que preguntarse: ¿por qué un Estado con fuerzas armadas y policiales, un sistema judicial, una cantidad enorme de recursos, montones de leyes y reglamentos, no es capaz de imponer a los dueños de camiones la obligatoriedad de cubrirlos correctamente cuando transportan materiales que pueden hacer daño a los demás vehículos que transitan por las carreteras?, ¿dónde está la autoridad?

Los políticos dominicanos no le dan importancia a la aplicación de la ley, ni al orden que de ella se deriva. Algunos quizás porque piensan que “Ley y orden” es un eslogan conservador y temen que los llamen retrógrados, y otros porque, en su ejercicio consuetudinario de la demagogia, consideran que no es simpático y podría restarles votos. No se dan cuenta, sin embargo, que detrás del mismo hay implícita una idea de igualdad. Es cierto que la ley y el orden son necesarios para preservar la propiedad privada y dar seguridad a los inversionistas, pero también son indispensables para llevar tranquilidad a toda la población, especialmente a la de los barrios marginales de nuestras ciudades, azotados por todo tipo de delitos y un desorden crónico. Si la ley se aplica y el orden se fortalece, las ansiedades de la gran mayoría de los ciudadanos disminuirán, al estar menos expuestos a abusadores impunes; sus derechos estarán mejor resguardados y también se reducirán las pérdidas materiales y humanas que genera la delincuencia, que ataca a todos.

No desdeñemos la importancia de la lona. Supervisar su uso nos puede ayudar a construir autoridad y eso favorece la acción del Estado contra los que violan nuestras leyes. Comencemos por ahí y sigamos con muchas otras medidas cuya falta de aplicación nos hacen sentir que vivimos bajo la ley de la selva, como lo reflejan los motoristas que andan por las calzadas desplazando peatones. Pero no olvidemos castigar los grandes delitos, los asociados a la corrupción, pues su condena nos dará mayor legitimidad para combatir la infinidad de los pequeños, creando así un círculo virtuoso que fortalecerá la función del Estado como garante de la convivencia social.

Manuel Brugal Kunhardt

Escritor puertoplateño. Manuel Andrés Brugal Kunhardt nació en Puerto Plata en 1946.Se graduó de ingeniero civil en Puerto Rico en 1969, para luego trasladarse a Francia, donde obtuvo el título en economía y política, y desarrollo económico. Ha ocupado varios cargos ejecutivos en bancos en la República Dominicana y Francia. Publicó en 2015 la novela Lo que vieron las casas victorianas, cuyo tema principal es el conflicto entre el poder y la dignidad, destacando acontecimientos de la dictadura de Trujillo (1930-61) y período de los 12 años de Joaquín Balaguer (1966-78). A esta le siguió en 2020 la novela Peldaños, en la que se reflejan con humor y agudeza la sociedad dominicana y su cultura en las décadas de los setenta y los ochenta del siglo pasado.

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