Alexander Dugin advierte que el nuevo orden mundial multipolar no está garantizado y es poco probable que sea aceptado pacíficamente; más bien, está destinado a configurarse a través de un conflicto cada vez mayor, recordando cómo los cambios históricos suelen decidirse mediante el desarrollo impredecible de la guerra.

Los cambios del orden mundial suelen producirse a través de la guerra. Pocas veces quienes detentan el poder global están dispuestos a renunciar a él voluntariamente. Se aferran a él hasta el final, hasta que son destruidos y reducidos a ruinas. Sin duda, lo mismo ocurre hoy.

Por supuesto, en la historia ocurren giros y vueltas. Por lo tanto, solo se puede hipotéticamente esperar, desear o al menos anhelar que los líderes occidentales renuncien voluntariamente a su hegemonía. Pero algo me dice que es poco probable que eso ocurra. Y si no ocurre, entonces habrá guerra. Esta guerra ya está en marcha: la guerra en Ucrania y las guerras en Oriente Medio. Pero aún no está en su máxima intensidad. Hasta ahora, es solo un presagio de la gran guerra fundamental que se librará por la redistribución de la soberanía real entre las fuerzas que hoy se están definiendo.

Hoy en día se dice con frecuencia: “Miren, el mundo multipolar ya está aquí, el mundo ya no es unipolar, ahí está el BRICS, ahí está la ‘gran humanidad’, etc.” Sin embargo, podemos ver que la hegemonía del sistema unipolar sigue siendo fuerte. Esto, a pesar de que en realidad está en declive y con una crisis interna colosal —la implosión, en vez de explosión, de la sociedad occidental y de toda la civilización occidental— está claramente gestándose. Pero, en cierto sentido, a pesar de la dirección descendente de esta ola, la hegemonía occidental sigue siendo más fuerte que la multipolaridad.

Seamos francos: todavía es capaz, por ejemplo, de remodelar la situación y el equilibrio de poder en el espacio postsoviético. Sabemos que los globalistas han estado operando en Ucrania, Moldavia, el Cáucaso Sur y Asia Central durante tres décadas. Pero se lo hemos permitido. Y ahora, incluso a pesar de la división de Occidente en dos o incluso tres fuerzas —los globalistas, la UE, Trump y el MAGA—, han logrado imponer su voluntad en las elecciones de Rumanía, reemplazar candidatos indeseables para los globalistas, asesinar a varias decenas de candidatos de Alternativa para Alemania y encubrirlo como “accidentes”, y finalmente han conseguido manipular las elecciones en Moldavia. Al mismo tiempo, la guerra en Ucrania continúa. Occidente no se está retirando, y nos resulta muy difícil alcanzar una victoria decisiva.

La hegemonía occidental, aunque en crisis, sigue siendo más fuerte que la multipolaridad emergente.

Es demasiado pronto para decir que el mundo unipolar occidental ya no existe. Existe, aunque en agonía.

Y, por supuesto, es bastante probable que, si el mundo unipolar no colapsa simplemente en un futuro próximo, todo esto desembocará en una gran guerra.

No estoy seguro de dónde tendrá lugar esta guerra: si en el océano Pacífico contra China o contra la India, en Oriente Medio, o si nos involucrará directamente a nosotros. Es totalmente posible que comience con nosotros. Por lo tanto, lo que ocurre en Ucrania podría ser el inicio de una guerra mayor y más formidable.

Con nuestro arsenal nuclear, nuestros territorios, nuestra identidad histórica y nuestra capacidad para conceptualizar los procesos mundiales, Rusia está unos pasos por delante de China. China recién ahora se está convirtiendo en una verdadera potencia global. Esta es una nueva cualidad, un nuevo estado. No hay garantía de que los chinos puedan manejarlo. Nosotros fuimos una gran potencia mundial en el siglo XX (una de dos) y en el siglo XIX (una de varias). La grandeza de China se remonta a la antigüedad. Sin duda, hoy China es uno de los estados más importantes de primer orden, uno de los dos o tres que gobiernan el mundo. Pero esta es una experiencia nueva para la China contemporánea. Aún necesita prepararse para ello, y aquí se pueden cometer muchos errores. Nosotros tenemos una experiencia muy viva en este sentido, y por eso Rusia es el principal obstáculo para los globalistas y su principal enemigo. Por lo tanto, nosotros, y nadie más, somos los principales participantes en esta guerra, los principales portadores del rayo luminoso de la historia mundial. Somos quienes estamos construyendo el mundo multipolar.

La lógica histórica sugiere que los grandes cambios en el orden mundial rara vez ocurren sin conflicto.

Si se puede evitar una tercera guerra mundial en estas circunstancias es una gran pregunta. Por ahora, la única opción planteada para evitarla es que capitulemos, es decir, poner fin deliberadamente a la guerra de antemano, levantando la bandera blanca y rindiéndonos a la misericordia de los vencedores. Pero el reconocimiento deliberado de la derrota no significa el fin de la guerra. Todavía estamos llenos de voluntad y de fuerzas, y avanzamos hacia la victoria, no hacia la derrota. Por lo tanto, si solo se puede evitar una gran guerra mediante la derrota, entonces este no es nuestro caso, y en tal caso la guerra no se puede evitar. No depende de nosotros si habrá guerra o no; depende de cómo el mundo unipolar decida intensificar la confrontación.

En general, estoy de acuerdo con el análisis de que no podemos evitar una gran guerra mundial. Dicha guerra arrastrará a China, y probablemente a la India, a todo Oriente Medio, al mundo islámico. Al mismo tiempo, por supuesto, repercutirá en África y en América Latina, donde también se están formando dos coaliciones: quienes están a favor de la unipolaridad y quienes defienden la multipolaridad.

Así pues, a la humanidad le esperan pruebas monstruosas. Ya están ocurriendo, ya estamos dentro de ellas. Lo que tenemos ahora parecerá un juego de niños comparado con lo que se avecina. Naturalmente, como cualquier persona normal, no me alegro ni disfruto con esto. Pero las guerras casi siempre ocurren cuando la gente dice que no quiere guerra. Las guerras no dependen de si la gente las quiere o no. Existe una cierta lógica de la historia a la que es prácticamente imposible escapar.

Fuente

Edward Cott Tolentino

Interprete legal y traductor político

Interprete legal graduado en EE.UU. Traductor político con enfoque en proyectos de historia, geopolítica, e integración regional.

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