Los fenómenos naturales y sociales nos permiten constatar la importancia que tiene la educación como valor y como proceso para prevenir problemas personales y colectivos. La tormenta generada por Melissa provocó el despliegue de orientaciones sistemáticas de las instituciones especializadas en el tratamiento de estos acontecimientos atmosféricos. Gracias a las informaciones constantes y al llamado insistente a la población para proteger su vida, se ha podido lograr menos efectos catastróficos en el país. Pero todavía hay mucho por hacer para que jóvenes y adultos no transgredan las disposiciones de los organismos comprometidos con la salvaguarda de vidas, bienes y servicios.

Saludamos el esfuerzo preventivo de las autoridades y valoramos, también, el comportamiento cívico de la mayoría de los dominicanos en estos días de amenaza de huracán para la República Dominicana. Sin embargo, rechazamos de forma categórica la facilidad con la que se organizan los teteos en el país. Parecería que las autoridades ya no tienen conciencia de su rol. Desarticular un teteo sin consecuencias para nadie es lo que permite que este se multiplique y se organice en cuestión de minutos. El vacío de autoridad es lo que permite este tipo de problemas. Situación que genera muertes, heridos y desestabilización de la zona en la que se realiza, no puede permitirse bajo ninguna circunstancia.

El teteo evidencia carencia de educación y, por tanto, ignorancia del alcance y de las implicaciones de este tipo de actividad. El teteo es una deformación del sentido de fiesta y de la fiesta en sí. Organizar un espacio celebrativo para sobrepasar los decibeles adecuados a los oídos de las personas para violentar la paz de la comunidad en la que se desarrolla, para buscar significación a partir de la exageración y del irrespeto a las leyes, es un sinsentido. Esta forma de disfrutar requiere estudios clínicos, pues resulta difícil comprender qué sujeto normal puede experimentar gozo con base en la violencia, en el escándalo y en el desorden grupal. Aún más, es difícil entender que realmente se disfrute a partir de excesos de bebidas y de pérdida irreparable del sueño y del equilibrio. Para la generación que sea, el teteo es un ramaje de ignorancia integral.

La prevención debe ser eje central en la formación educativa para enfrentar riesgos naturales y sociales.

Los participantes en los teteos requieren educación y reconversión de su comportamiento. Les hacen daño profundo a la sociedad y se hacen daño a sí mismos y a sus familias. En esta misma dirección, hay que reforzar la educación de las familias. Con avisos de tormenta, de huracán, de deslaves, de crecidas de ríos, de impacto de las olas, no se entiende que haya niños deambulando por zonas de alto riesgo. Tampoco se entiende que estén fuera del alcance de algún familiar. La educación de las familias es una tarea pendiente. Las políticas públicas de atención a las familias están en carpeta. Pero constituye una urgencia liberarlas de las carpetas para que las políticas contribuyan con una formación práctica y crítica para todas las familias, especialmente las de contextos más vulnerables.

La tosquedad de muchas familias es la que provoca que fenómenos naturales como el que hemos tenido en estos días causen la muerte de al menos un menor, que debió estar con sus familiares o protegido por las autoridades, si es que no cuenta con ningún núcleo familiar. La sociedad dominicana tiene el reto de superar el estado salvaje. No tiene sentido que se normalice la muerte de un menor en medio de un desastre climático como el que ha generado Melissa. La prevención es una dimensión de la educación que requiere más atención y orientación en el seno de las familias. Si se pone en ejecución, se pueden anticipar y resolver conflictos y situaciones de riesgo de diferentes tipos. Abogamos por un Estado más comprometido con la educación, con el desarrollo y con la participación de la familia.

Las políticas públicas deben salir de las carpetas y convertirse en acciones concretas que fortalezcan a las familias vulnerables.

Pero no es más discurso ni más promesas lo que se necesita. Es formulación y ejecución de políticas que liberen a la familia de la precariedad educativa, laboral y económica. Así estará preparada para orientar y cuidar a sus hijos, para que no se constituyan en una presa fácil de los teteos y de la inclemencia del tiempo. Es responsabilidad del Estado garantizar estos servicios. Este es un reclamo histórico que no sabemos si se cumplirá algún día. Es necesario insistir. Llegará un momento en el que habrá que pasar a otras acciones más efectivas, para que se escuche este clamor y se responda con la responsabilidad requerida.

La educación como proceso clave para la prevención ante fenómenos naturales y sociales tiene que llegar a todos los hogares. En las aulas y en las comunidades, se ha de trabajar el sentido de la prevención. El pensamiento y la acción anticipadores forman parte del trabajo educativo que se ha de hacer. Hay que dar un salto cualitativo, para no solo mirar y valorar el producto. Los procesos y las acciones de prevención aportan seguridad, fortalecen la economía de esfuerzos y de recursos. Tenemos más pericia para focalizar y resolver hechos consumados. Nos cuesta más una organización anticipadora, capaz de disminuir riesgos. Seguimos la dinámica de la costumbre, llegar tarde a la solución de problemas.

Educar para prevenir. Esta posición ha de ser eje del desarrollo curricular y de la filosofía de las instituciones educativas. La prevención se relaciona con la salud mental, emocional y física equilibrada. Además, evidencia planificación y organización, tanto personal como institucional. A mayor y mejor educación, más capacidad para acoger y aplicar la prevención; no solo en situaciones extraordinarias, sino también en la vida cotidiana. Aprovechar la riqueza que poseen los procesos educativos, más que un deseo, debe ser una prioridad de las personas, de las instituciones y de la sociedad. Los poderes del Estado han de aprender esta lección, también.

Dinorah García Romero

Educadora

Investigadora del Centro Cultural Poveda - Directora  del Proyecto: Instituto Superior de Estudios Educativos Pedro Poveda. - Titular de Formación continuada en el Centro Cultural Poveda. - Docente del  Máster en Psicología de la Educación y Desarrollo Humano en Contextos Multiculturales,  Universidad de Valencia-Universidad Autónoma de Santo Domingo. - Co-Directora de Tesis en el Programa de Doctorado en Educación, Universidad de Valencia-Universidad-Autónoma de Santo Domingo.  

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