Al final de la década de los cincuenta, un fantasma de indignación y de justicia recorrió los campos y los barrios populares de las ciudades del Caribe y de América Latina, donde temblaron dictadores y se quebraron dictaduras.
Las banderas de satisfacción y de esperanzas levantaron estrellas y luceros en toda la región con el triunfo de la Revolución Cubana, donde el amanecer dejó de ser una tentación para darle paso a los sueños y a las utopías, al tiempo que monstruos heridos retomaban con rabia guaridas de odios, de violencia y de venganzas.
En 1961, al despedirse de este mudo el presidente de Brasil Janio Cuadros, asumió la máxima investidura del Estado Joao Goulart, progresista, que implementó una reforma agraria, cambios radicales en salud y en educación con una novedosa campaña de alfabetización de adultos dirigida por Paulo Freire, el educador más revolucionario que ha producido America Latina.
Una revolución cultural tentó a los brasileños e irritó a la élite conservadora y reaccionaria, civiles, religiosas, militares de la ultraderecha brasileña y el imperialismo. La cultura se convirtió en una provocación contestaria con suspiros subversivos. Todos los espacios se contaminaron de creatividad en la búsqueda de la identidad brasileña. Surgió, por ejemplo, la nueva música popular brasileña, con Vinicio de Morais, Bandel Powell, Chico Boarque, Nara León, Gilberto Gil, Cayetano Veloso y María Betania entre otros intérpretes, cantautores y compositores.
Y surgió el Cine Nuevo, el cual, haciendo una ruptura con el cine comercial Hollywoodense de final feliz y de héroes individuales que suplantan al pueblo, por la búsqueda de las contradicciones sociales, la miseria campesina, la explotación obrera, la sobrevivencia de las favelas, la identidad brasileña. Entre los cineastas pioneros tenemos, entre otros, a Glauber Rocha, Nelson Pereira de los Santos, Carlos Diéguez, Helena Solbeng-Ladd, Walter Lima Junior.
El lema cinematográfico del Cine Nuevo se simbolizaba en la creatividad donde “solo había que tener una cámara en la mano y una idea en la cabeza”, se hacía al margen de los grandes estudios y poderosas compañías comerciales, en escenarios naturales, en favelas, pequeños pueblos, impactantes paisajes rurales, suplantando los actores profesionales de poses por protagonistas del pueblo, sustentado en expresiones populares, con sonidos directos, luz natural, redefiniendo el esteticismo tradicional de “lo feo”, con trajes cotidianos, sin maquillajes artificiales, con lenguaje no rebuscados, incluso como provocaciones subversivas con la pretensión de “una estética del hambre”, pero con las exigencias de la calidad cinematográfica, código de sensibilidad artística, las urgencias de la creatividad y de la improvisación. Ese fue el camino del Cine Nuevo Brasileño y debe de ser referencia para la construcción del Nuevo Cine Dominicano, con propuestas como Cocote, Rafaela y Yaque, entre otras películas.
La revelación del 4to Ciclo de Cine Dominicano, en el escenario del Centro Cultural Banreservas, es el documental impresionante de “El Fotógrafo de la 40”, obra de la creatividad de los cineastas Erica Santelices y de Orlando Barría, con impresionantes fotografías y música de Manuel Tejada.
La historia es seca y rígida con la verdad. Normalmente es explicada por un académico, profesor universitario, historiador profesional, donde le dijeron adiós a la poesía y aunque siempre sea una tentación, muy pocos evitan el sueño y el aburrimiento. Por eso, siempre es un desafío para un documental cinematográfico.
“El Fotógrafo de la 40” hace ruptura con la dimensión tradición de sustentarse en un erudito y apela a la visión testimonial de protagonistas emocionalmente involucrados, ligados al personaje del documental, eliminando actores profesionales en escenarios cotidianos, pero sustentados y fortalecido sus argumentos con escenas fuera de estudios en contextos cotidianos, en diálogos testimoniales cargados de emotividad y profundos sentimientos emotivos de identidad, como la hija de Pedro Aníbal, de Gilberto, la hija del mártir y patriota Pedro Mesón, víctima de las bárbaras tortura trujillistas de la 40, en testimonio creíbles de protagonista, entre otros, del comandante Delio Gómez Ochoa y Luisa de Peña.
En la cuota positiva y creativa del documental, no apela a la propuesta de magnificar la ejecución de las torturas de esa aberración de enfermos mentales y asesinos de una cárcel maldita que no debió destruirse nunca, si no dejarse como testimonio de la crueldad y maldad trujillista, porque el documental se define por la exaltación del protagonista principal que es el fotógrafo. Apelando al lenguaje de los símbolos en un esteticismo mágico visual con poesía que toca a la sublimización sin renunciar al lenguaje y al código creativo cinematográfico.
El argumento fundamental de este documental contra el olvido, pedagógicamente realizado, ocurre en la agonía del final de la dictadura trujillista. Un 14 de junio de 1959, cuando patriotas internacionalistas son apresados al enfrentar al sistema imperante, el fotógrafo profesional Pedro Aníbal Fuentes Berg es designado para tomar fotografías de las torturas realizadas a los prisioneros en la cárcel clandestina de la 40, centro abominable nauseabundo del régimen.
Al sentirse avergonzado y asqueado como testigo de tanta crueldad y dolor, decide enviar sus fotos al exterior para denunciar estas atrocidades y el mundo se entere de las verdaderas torturas y violaciones de los derechos y el respecto humano a prisioneros de guerra. Eran fotos testimoniales. Su hermano Gilberto trabajaba en la Compañía dominicana de Aviación, el cual las logró sacar del país y se convirtieron en testimonio que horrorizaron e indignaron al mundo al ver al desnudo la verdad escalofriante de la dictadura trujillista. Los dos Hnos. fueron asesinados.
Es un documental trascendente para la divulgación de la realidad, que contribuye al conocimiento y la verdad visual de la historia de la dictadura trujillista, con excelentes fotos de la realidad y contenido testimonial de héroes dominicanos que ofrendaron su vida por la patria. Es un documental contra el olvido, para escuelas, colegios universidades y organizaciones populares.


Fotografias de prisioneros de la 40.
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