2025 pasará a la historia como un año de pesadillas. Nunca en la historia dominicana el país se había desarmado de manera tan intensa y en ámbitos tan amplios de la vida nacional.
El colapso del techo de la discoteca Jet Set la madrugada del 8 de abril sumergió al país en una situación de luto nunca antes vista, con sus 236 fallecidos y 180 heridos. Pese a los indicios de deficiencias estructurales, al sobrepeso del techo, a la caída eventual de arenilla y hasta pedazos de cemento, las autoridades de Obras Públicas ni de la Alcaldía de la capital podían revisar algo que era “marca país”.
La Bienal Nacional de Artes Visuales celebrada en septiembre se vio marcada por el premio a la obra "Lo que no se saca de raíz, vuelve a crecer" del artista Jorge David Pérez (Karmadavis). Nunca se había visto que el mismo organizador invalidara a su propio jurado. Según informaciones extraoficiales, el ministro de Cultura recibió una llamada de Palacio “para que apagara ese fuego” y el país pudiese “respirar”. Terrible precedente marcado por el ministro Roberto Salcedo, en un manejo turbio, autoritario, sin asidero legal, que fragmentaba una vez más el espacio cultural dominicano.
Y si ven al piloto, por favor, de parte mía, que de todos modos, todavía no sé si desearle “Felices Pascuas” o cualquier otra cosa, aunque quién sabe.
En diciembre debía celebrarse en Punta Cana la Décima Cumbre de las Américas. Ante la actitud del Ministerio de Relaciones Exteriores, de excluir a Cuba, Nicaragua y Venezuela, por considerar dictatoriales los regímenes allí gobernantes, la reacción de un bloque de países encabezados por México no se hizo esperar: dejarían de asistir. Lo que debía ser un espacio para que los presidentes latinoamericanos discutieran sobre seguridad humana, migración y desarrollo hemisférico, se pospuso como una futura exploración espacial, tal vez para el 2026.
La explosión del caso de corrupción del Seguro Nacional de Salud -SENASA- ha revivido las oscuras noches del jet set. Aquí también se producirían incontables muertes, debido a la imposibilidad de brindar a tiempo servicios médicos. Además, revelaría los dispositivos cancerígenos en el mismo cuerpo partidario del Gobierno. Su cabeza más visible, el Dr. Santiago Hazim, arquitecto del “Sector externo” del Partido Revolucionario Moderno, se habría embolsillado, según las imputaciones, tres veces la cantidad del presupuesto asignado al Ministerio de Cultura: la friolera de más de 15 mil millones de pesos.
Otros casos ahora “menores”, pero que no dejaron de impactar en puestos, funciones y funcionamientos, serían:
El caso del entonces ministro de Educación Roberto Fulcar y el extraño manejo de la adquisición de libros digitales: cientos de millones de pesos que irían a parar a las manos de la llamada “Banda de los Culturales”, que muy hábilmente retomaron archivos digitales completos de Chile, Argentina y México, pdf que eran luego marcados como elaborados por Educación en Dominicana.
El caso de Bartolomé Pujals, en sus tiempos como director de la Oficina Gubernamental de Tecnologías de la Información (Ogtic), de quien siempre me preocupó lo acicalado de su bigote o candadito, en aquellos tiempos cuando era una de las caras más visibles de Marcha Verde, la Plaza de la Bandera: sus boutades “por la contratación de un twittero por más de 6 millones de pesos para la creación de proyectos y nunca se realizó ningún proyecto”, como leemos aquí.
Como el frío conserva desde macos hasta tiburones, el Gobierno decidió enviar o premiar a Pujals como embajador de la República Dominicana ante la Organización de Aviación Civil Internacional (OACI) en Canadá, naturalmente con rango —y sueldo— diplomático.
Visto en conjunto estos hechos, también le podríamos agregar un sinnúmero de escándalos ya denunciados por Alicia Ortega o Nuria Piera, como la implicación del Ministro de Medio Ambiente en la deforestación del Cinturón Verde que rodea la capital dominicana.
De abril a diciembre son nueve meses. El único predio gubernamental que no ha mostrado grandes fallas en su período ha sido el Cuerpo de Bomberos, seguramente porque no hubo —por suerte— ningún incendio considerable.
Sabíamos que los gobiernos en los segundos períodos y a medio tiempo comenzaban a relajarse, pero no tanto así como para socavar lo último que nos queda: el chin de salud o de esperanza de sanación.
La explosión del caso de corrupción del Seguro Nacional de Salud -SENASA- ha revivido las oscuras noches del jet set. Aquí también se producirían incontables muertes, debido a la imposibilidad de brindar a tiempo servicios médicos.
Y a todo esto igualmente se le agrega la gentrificación de la Ciudad Colonial, su carencia de parqueos, los tapones que al parecer ya serán parte de las estructuras ambientales de nuestras grandes ciudades y a los alcaldes, por favor, no despertarlos en sus siestas. Ahh, y si alguien pregunta por aquellos bancos donde se sentaba el Maestro Cestero, hechos para el descanso y hablar lo que sea en la Calle El Conde, dígale que han sido sustituidos por unos bloques casi marcianos para que la gente, al parecer, no dure mucho en el asueto.
Pues sí, este es el país que nos gastamos, un paisaje al parecer ingobernable, donde no sabemos dónde está el piloto, como en la clásica comedia del cine norteamericano.
Y si ven al piloto, por favor, de parte mía, que de todos modos, todavía no sé si desearle “Felices Pascuas” o cualquier otra cosa, aunque quién sabe.
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