En la República Dominicana, sin embargo, su abordaje sigue siendo marginal dentro del sistema de salud, caracterizado por una inversión insuficiente, una infraestructura inadecuada y una visión fragmentada que ha dejado a miles de personas sin acceso a tratamiento oportuno y efectivo. Este problema no solo afecta la calidad de vida de quienes padecen trastornos mentales, sino que también impone una carga significativa sobre la economía, al reducir la productividad laboral y aumentar la presión sobre los servicios de salud.
A pesar de los avances normativos y de la creciente evidencia sobre la importancia de la salud mental, persiste una brecha alarmante entre la necesidad de atención y la capacidad del sistema para responder adecuadamente.
La magnitud de esta crisis se refleja en los datos recientes recopilados por IQVIA*, los cuales indican que aproximadamente el 20% de la población dominicana padece algún trastorno mental, con el trastorno depresivo mayor (33%), la ansiedad (23%), el trastorno bipolar (11%) y la esquizofrenia (10%), como los principales trastornos mentales¹ que afectan a la población, según la carga de la enfermedad que cada trastorno representa. Esta cifra podría ser aún mayor, considerando lo elevado que resulta el subregistro asociado al estigma social y a la limitada capacitación de los profesionales de salud en la identificación de estos trastornos. El miedo a la discriminación y la falta de comprensión dentro del entorno familiar y laboral generan barreras adicionales que dificultan la búsqueda de ayuda. Además, la limitada disponibilidad de servicios especializados fuera de los centros urbanos y la escasez de psiquiatras y psicólogos agravan aún más la situación.
Estas deficiencias estructurales perpetúan un ciclo de exclusión, donde los pacientes quedan atrapados en una realidad de aislamiento, deterioro progresivo y recaídas constantes.
El problema se agrava por el bajo nivel de inversión estatal en salud mental. Actualmente, el país destina apenas el 0.73% del gasto total en salud a esta área, una cifra alarmantemente baja en comparación con el estándar recomendado por la Organización Mundial de la Salud (OMS), que sugiere entre un 5% y un 10%.
La insuficiencia presupuestaria limita el acceso a tratamientos innovadores, restringe la contratación de especialistas y dificulta la implementación de programas de prevención y educación que podrían mitigar la incidencia de trastornos mentales en la población. Esta falta de recursos no solo compromete la efectividad del sistema de salud, sino que también contribuye a una mayor dependencia de tratamientos farmacológicos, con poca integración de enfoques psicoterapéuticos y comunitarios que han demostrado ser esenciales en la recuperación a largo plazo.
El impacto de la pandemia de COVID-19 ha evidenciado aún más la fragilidad del sistema de salud mental en la República Dominicana. Según el mismo informe de IQVIA, el 96% de los psiquiatras del país consideran que la pandemia incrementó la visibilidad de la salud mental en la agenda pública. Sin embargo, este reconocimiento no se ha traducido en una respuesta estructural adecuada. El aumento de la demanda de servicios psiquiátricos y psicológicos no ha sido acompañado por una expansión proporcional en la oferta de atención, lo que ha generado listas de espera más largas y una mayor sobrecarga en los pocos centros especializados existentes. Además, la crisis sanitaria exacerbó la incidencia de depresión y ansiedad, particularmente entre los jóvenes y adultos mayores, sectores de la población que enfrentan mayores barreras para acceder a tratamiento. La Encuesta Nacional de Salud de 2022 reportó un incremento en los casos de ideación suicida, un fenómeno que refleja la desesperanza y la falta de soporte adecuado en la sociedad.
Dentro de los trastornos mentales más graves, la esquizofrenia se posiciona como una de las condiciones con mayor impacto en el sistema de salud debido a su cronicidad y la alta frecuencia de episodios de descompensación cuando no es tratada de manera adecuada. En la República Dominicana, solo el 59% de los pacientes con esquizofrenia reciben un diagnóstico adecuado y, de estos, apenas el 79% accede a tratamiento regular. Sin embargo, la adherencia a la medicación sigue siendo baja, con casi la mitad de los pacientes abandonando el tratamiento debido a barreras económicas o falta de apoyo familiar. Esta realidad genera un ciclo de hospitalizaciones repetidas, deterioro de la calidad de vida y una mayor carga sobre las instituciones de salud pública.
Por otro lado, el trastorno depresivo mayor también presenta desafíos significativos. Según la Encuesta Nacional de Salud Mental de 2023, solo el 42% de los pacientes con esta condición son diagnosticados, lo que significa que más de la mitad de los casos pasan desapercibidos. Aunque el 85% de los diagnosticados recibe algún tipo de tratamiento, la falta de acceso a terapias basadas en evidencia y a medicamentos innovadores limita la efectividad de las intervenciones.
Ante este panorama, es imperativo que la República Dominicana adopte un enfoque integral y sostenible en el manejo de la salud mental, que trascienda el modelo hospitalocéntrico y garantice un acceso equitativo a la atención en todos los niveles del sistema de salud. Para ello, es fundamental aumentar la inversión en salud mental hasta al menos el 5% del presupuesto total de salud, en línea con las recomendaciones de la OMS. Este incremento permitiría mejorar la infraestructura, contratar más especialistas y desarrollar programas de prevención y atención temprana.
Además, la descentralización de los servicios de salud mental es crucial para garantizar que las comunidades rurales y marginadas tengan acceso a atención de calidad sin depender exclusivamente de los hospitales psiquiátricos, los cuales han demostrado ser insuficientes para atender la creciente demanda.
La integración de la salud mental en la atención primaria es otro pilar esencial de la reforma. La capacitación de los médicos generales y otros profesionales de la salud en la identificación y manejo inicial de trastornos mentales contribuiría a una detección más temprana y a un tratamiento oportuno. Además, la implementación de estrategias para reducir el estigma social y profesional en torno a la salud mental es indispensable para fomentar una cultura de prevención y apoyo. Campañas de educación dirigidas tanto a la población general como a los profesionales de la salud pueden desempeñar un papel clave en la desmitificación de los trastornos mentales y en la promoción del acceso a tratamiento sin temor a la discriminación.
Por último, la incorporación de tecnologías en la atención de salud mental representa una oportunidad para ampliar el alcance de los servicios y mejorar la adherencia al tratamiento. La telemedicina, las aplicaciones de apoyo psicológico y el uso de inteligencia artificial para la detección temprana de trastornos pueden ser herramientas valiosas en un contexto donde la oferta de servicios presenciales sigue siendo limitada. Países de la región como Chile y Colombia han implementado con éxito plataformas de salud mental digital, lo que ha permitido llegar a poblaciones que anteriormente enfrentaban barreras insalvables para recibir atención.
La salud mental no puede seguir siendo un aspecto marginal dentro de las políticas de salud pública en la República Dominicana. Su impacto en la productividad, la cohesión social y el desarrollo económico del país es innegable. Una reforma integral y sostenida en el tiempo no solo mejorará la calidad de vida de quienes padecen trastornos mentales, sino que también fortalecerá la resiliencia del sistema de salud y contribuirá al progreso de la nación.
La inversión en salud mental no es un gasto, sino una apuesta estratégica por el bienestar y el desarrollo sostenible de la República Dominicana.
El momento de actuar es ahora.
Referencias
IQVIA. (2023). Impacto de la Salud Mental en el Sistema de Salud Dominicano. IQVIA.
Organización Mundial de la Salud (OMS). (2011). Invertir en programas de tratamiento ampliado de los trastornos mentales y neurológicos. OMS.
Organización Mundial de la Salud (OMS). (2018). Salud mental: fortalecer nuestra respuesta. OMS.
Steel, Z., Marnane, C., Iranpour, C., Chey, T., Jackson, J. W., Patel, V., & Silove, D. (2014). The global prevalence of common mental disorders: a systematic review and meta-analysis 1980-2013. International journal of epidemiology, 43(2), 476–493.
*IQVIA. Es un proveedor a nivel mundial de servicios de información, soluciones tecnológicas innovadoras e investigación, que se centra en el uso de datos y la ciencia en el sector salud.
¹Distribución de los trastornos mentales según la tasa de AVADs por 100,000 habitantes.
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