Hablar de la violencia económica es necesario. Se trata de una realidad poco visibilizada, pero profundamente destructiva. Controlar los ingresos de la pareja, impedirle trabajar, obligarla a asumir deudas, o apropiarse de su salario son manifestaciones de lo que se conoce como violencia financiera. A menudo comienza de forma sutil, pero con el tiempo deteriora la autoestima, genera dependencia y dificulta romper el ciclo de abuso.
Existen diversas formas de violencia: física, verbal, psicológica o emocional, sexual, y también financiera. Esta última, aunque menos visible, es igual de devastadora que las demás.
La violencia financiera es un abuso silencioso que limita la autonomía económica de las personas, principalmente de las mujeres, y que muchas veces pasa desapercibido incluso dentro del entorno familiar.
Esta dinámica se sustenta en relaciones de poder, donde el control del dinero se convierte en una herramienta para dominar y someter. Aunque también puede darse en sentido inverso, es decir, ejercida por una mujer hacia su pareja, estudios y experiencia demuestran que mayoritariamente afecta a mujeres en relaciones de pareja.
Este tipo de violencia puede iniciar con señales poco evidentes: tomar decisiones económicas sin consultar, restringir el acceso a cuentas bancarias o controlar cada gasto del hogar. Con el tiempo, puede evolucionar hacia formas más explícitas, como obligar a la pareja a entregar su salario o propiedades, usar sus ingresos sin su consentimiento, impedirle trabajar o estudiar para limitar su independencia, forzarla a asumir deudas a su nombre sin aprobación, o negarse a cubrir necesidades básicas como alimentación, vivienda o salud.
Las consecuencias emocionales y económicas de esta violencia son profundas: pérdida progresiva de autonomía, disminución de la autoestima, y una creciente dependencia que dificulta la posibilidad de salir de esa situación. El miedo a las represalias y la falta de recursos mantienen a la víctima atrapada, impidiendo la construcción de un futuro económico estable y perpetuando un círculo vicioso de frustración y sumisión.
La falta de conocimientos financieros básicos también contribuye a esta vulnerabilidad. Muchas víctimas no saben cómo administrar su dinero, lo que facilita que el agresor asuma el control total de sus recursos.
¿Qué hacer si reconoces esta situación en tu vida?
Si sientes que estás siendo víctima de violencia financiera, es fundamental priorizar tu seguridad física y emocional. Busca apoyo en instituciones especializadas, redes de ayuda o refugios para víctimas de violencia de género. Nadie merece vivir bajo abuso, sea físico, psicológico o económico.
Nuestro propósito es crear conciencia sobre una forma de violencia poco discutida, pero muy común. Es urgente fomentar relaciones de pareja basadas en el respeto, la igualdad, la corresponsabilidad económica y la colaboración. Solo así podremos construir una sociedad más justa y equitativa.
Promover la educación financiera, especialmente entre mujeres y jóvenes, es clave para romper el ciclo de dependencia económica. Tanto hombres como mujeres deben aprender a tomar decisiones financieras conscientes, compartir responsabilidades y construir proyectos de vida con equidad.
Nadie debería tener que elegir entre su dignidad y su seguridad económica.
Finanzas para no financieros.
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