Semanas atrás, en X, antiguo Twitter, hubo una discusión muy acalorada durante un par de días. Un usuario compartió la imagen de una entrevista de trabajo en la que la reclutadora le pregunta al aspirante qué era lo que más extrañaba del trabajo presencial o algo así.
El aspirante respondía que extrañaba compartir con los compañeros de trabajo, el tiempo que se tomaba para buscar un café en la máquina y otras actividades que no tenían nada que ver con la parte operativa del trabajo. Las opiniones al respecto estaban divididas entre quienes consideran que se trata de un vago que usa el empleo para socializar y quienes entendemos que el clima de bienestar dentro de la organización debe ser un elemento innegociable, tanto por el empleador como por el colaborador.
La discusión refleja una preocupación central en el ámbito laboral: la felicidad en el trabajo es clave para la productividad y el bienestar de los empleados. Según el informe World Happiness Report 2017, factores como la autonomía, la calidad de las relaciones interpersonales y la seguridad en el empleo son determinantes para la satisfacción laboral.
Este informe destaca que los trabajadores que cuentan con un alto grado de autonomía y con un ambiente de compañerismo presentan mayores niveles de felicidad. En la misma línea, la VII Encuesta sobre Felicidad en el Trabajo de Adecco señala que el ambiente laboral es el factor más importante para la felicidad en el trabajo, seguido por la flexibilidad horaria y la calidad del liderazgo.
Más allá del salario, el concepto de “salario emocional” ha ganado relevancia en los últimos años. De acuerdo con el estudio Salario Monetario vs Salario Emocional 2022-2023 de Rankmi, el 98% de los empleados en México considera que el salario emocional influye directamente en su permanencia dentro de la empresa y en su productividad.
De hecho, las generaciones más jóvenes, como la llamada Gen Z, son reconocidas por marcar de forma muy clara los límites de lo que están dispuestas a ceder en cuanto a bienestar. Incluso he leído a quienes envidian un poco la capacidad que esta población tiene para exigir el respeto de su tiempo libre, espacio personal y, en fin, cuidar su salud mental vinculada al empleo.
Un caso reciente que evidencia el impacto de la felicidad en el trabajo es el programa piloto de jornada laboral reducida implementado por el Ministerio de Trabajo en 2024. Seis instituciones públicas y privadas participaron voluntariamente en este experimento, reduciendo la jornada laboral de 44 a 36 horas semanales, sin afectar el salario de los empleados. Los resultados fueron abrumadores: el 91% de los supervisores afirmó que los trabajadores lograron sus metas casi siempre o siempre. Además, el desempeño de los empleados alcanzó una calificación promedio de 4.95 sobre 5 en cumplimiento de tareas y de 4.89 según sus supervisores.
El impacto de esta reducción de jornada también se reflejó en la proactividad y la innovación, con índices de 4.13 y 4.16 respectivamente. La reducción del estrés y la mayor disponibilidad de tiempo para actividades personales mejoraron la satisfacción y el rendimiento profesional de los empleados.
Estos hallazgos coinciden con los resultados del estudio State of the Global Workplace de Gallup, que indica que solo el 15% de los empleados en el mundo se sienten comprometidos con su trabajo, lo que sugiere un amplio margen de mejora en la satisfacción laboral a través de medidas como la jornada reducida.
Desde una perspectiva económica, la felicidad en el trabajo no solo beneficia a los empleados, sino también a las empresas. Un estudio de la Universidad de Warwick demostró que los trabajadores felices son un 12 % más productivos, mientras que el informe The Happiness Advantage de Shawn Achor, publicado por Harvard, indica que los empleados felices son un 31 % más productivos y un 37 % mejores en ventas. Frente a estos datos, es claro que las empresas deben adoptar estrategias para fomentar la felicidad laboral. Entre las medidas más efectivas se encuentran la flexibilización de horarios, el reconocimiento constante del desempeño, la promoción de un ambiente laboral saludable y el fortalecimiento del liderazgo positivo.
Hoy por hoy, en Argentina existe un debate encarnizado respecto a las ventajas y desventajas del trabajo remoto. Muchos de los argumentos que defienden quienes optan por el trabajo presencial tienen que ver con la capacidad de socializar que surge en estos espacios.
Y más allá de los matices que hay entre una modalidad y otra, lo cierto es que, en la medida en que los trabajos propician la felicidad, tanto la empresa como el profesional crecen de forma conjunta.
Puede decirse, en términos más llanos, que fomentar la satisfacción de los colaboradores es una inversión de bajo riesgo y de altísimo retorno, en la que todas las partes resultan beneficiadas.
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