En la actualidad se habla mucho de Inteligencia Artificial. Pero decir que “la educación cambió por la IA” es como decir que la escritura cambió solo por el lápiz.

La tecnología importa. Pero lo que transforma es la pedagogía que la sostiene.

A lo largo de los últimos años han surgido modelos pedagógicos, herramientas, estrategias y tendencias tecnológicas que todavía no hemos explorado en toda su potencia:

Aprendizaje ubicuo y móvil, Cultura maker (hacer para aprender) y robótica educativa, Gamificación y narrativas transmedia, STEAM como enfoque interdisciplinario, Realidades inmersivas que incluyen a la realidad aumentada (RA), la realidad virtual (RV) y la realidad mixta (RM)., Aprendizaje basado en proyectos, Portafolios digitales y evaluación auténtica, entre tantos otros.

La mayor transformación educativa no vendrá de una tecnología en particular, sino de cómo somos capaces de integrarlas con sentido, respetando nuestra identidad docente.

La relación entre tecnología y educación ha sido constante a lo largo de la historia, aunque muchas veces no seamos plenamente conscientes de ello.

Desde que el ser humano inventó el lápiz, la imprenta o la pizarra, cada herramienta tecnológica transformó la forma en que se transmitía el conocimiento. Sin embargo, nunca antes los cambios fueron tan veloces y tan profundos como en las últimas décadas.

La educación del siglo XXI vive un proceso de transformación acelerada, en el que las tecnologías digitales redefinen los espacios, los roles y los tiempos del aprendizaje.

El aula tradicional, centrada en la exposición del docente, ha dado paso a entornos dinámicos, conectados y participativos. Las nuevas generaciones aprenden en red, colaboran a distancia y construyen conocimiento mediante múltiples lenguajes: texto, imagen, video, simulación o interacción. Las tecnologías no solo amplían el acceso, sino también las posibilidades cognitivas y expresivas de los estudiantes. Lo digital se ha convertido en una extensión natural del pensamiento humano.

Esta evolución no implica abandonar lo anterior, sino resignificarlo. Los principios pedagógicos continúan siendo los mismos —enseñar, aprender, comunicar—, pero las herramientas abren horizontes inéditos. La tiza y el pizarrón dieron paso al proyector; el cuaderno, al entorno virtual; la biblioteca, a la nube global. En este proceso, el rol del docente se transforma: ya no es solo transmisor de saberes, sino mediador, diseñador y curador de experiencias de aprendizaje significativas. Todos nos recordamos de la evolución de moderno data show de hoy:

Un ejemplo concreto de la adaptación de la educación a las nuevas tecnologías puede observarse en la historia reciente de la enseñanza superior. En los años noventa, cuando las primeras universidades comenzaron a ofrecer cursos en línea, muchos pensaban que era una curiosidad pasajera.

Sin embargo, esa innovación marcó un antes y un después. La posibilidad de aprender sin coincidir en tiempo ni lugar abrió el camino al aprendizaje asincrónico y a la educación abierta.

Hoy, esa modalidad se ha consolidado y diversificado. Las universidades combinan clases presenciales con aulas virtuales; las escuelas incorporan plataformas de gestión del aprendizaje, y miles de docentes emplean herramientas digitales para crear recursos interactivos.

Durante la pandemia de 2020, esta infraestructura se volvió indispensable: permitió sostener la continuidad educativa y puso a prueba la creatividad docente. Lejos de ser una moda, la educación digital demostró su capacidad de adaptación.

En América Latina, el salto tecnológico se observa también en la inclusión de plataformas nacionales que promueven la equidad educativa. Proyectos como el maestro conectado, los programas de Robótica, gamificación, los amplios proyectos de conectividad escolar que crean las bases de las innovaciones, así como el libro abierto entre otros tantos proyectos innovadores son una evidencia de estos avances en la Republica Dominicana.

En la Republica Dominicana, cuando irrumpió la pandemia de covid-19 se intensificó el uso de tecnología en actividades laborales y educativas, proceso que obedeció a una obligación no civilizatoria sino por el imperativo de salvar vidas, la gente no se podía juntar para evitar contagios, el ritmo de actividades humanas  se interrumpió, pero en escuelas y universidades los aprendizajes continuaron gracias a la integración masiva de tecnología, mediante el uso de diversos medios virtuales se pudo salvar el año escolar, constituyendo la pandemia un acelerador de la alfabetización digital masiva, lo que también contribuyó al amor por la tecnología y, de manera particular, por la virtualidad.

Francisco Ramirez

Educador

Alcancé el doctorado en ciencias pedagógicas en la Universidad pedagógica Enrique José Varona, La Habana, Cuba; Maestría en administración de la Educación concentración administración, Universidad Autónoma de Santo Domingo-Universidad de Montreal. Maestría internacional en gestión universitaria, Universidad de Alcalá, España, Especialista en educación por competencias, Universidad de Guadalajara, México, Licenciado en educación mención desarrollo agrícola y Rural, UCDEP. Me he especializado en gestión educativa. Experiencias: Exdirector del Instituto Nacional de Formación y Capacitación del Magisterio, INAFOCAM, Director Regional de Educación, Director distrital, Director de escuelas maestro de primaria y secundaria. Profesor del área de educación en la Universidad Autónoma de Santo Domingo Profesor del postgrado en la UASD, PUCMMA, asesoró 241 tesis de maestría, profesor del doctorado que imparte la UASD con la Universidad Enrique José Varona, coordinador del postgrado UASD-SAN JUAN. Actualmente imparto docencia en la Universidad Autónoma de Santo Domingo en la Facultad de Educación.

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