Francisco Javier Veloz Molina publicó en 1967 su fantástica obra La misericordia y sus contornos (1894-1916). En ella describe, entre otros aspectos del acontecer cotidiano, su entorno educativo.
De la maestra Zoila Fuentes Viuda Perdomo, de origen venezolano, escribe: “Era mujer delgada, con apariencia de más de 60 años, con pelo crespo, canoso, tirado hacia atrás; vestía siempre una chaqueta blanca bordada, de cuello alto y mangas largas, espejuelos de aro y vidrios blancos y revestía tal seriedad, que sus alumnos, al verla entrar al salón de clases (pues tenía una escuela de niños que por muchos años dirigió en el barrio), se ponían de pies para saludarla.
El recuerdo de esta buena maestra es un hito que marca un sendero de luz en aquel remoto pasado de fines del siglo XIX por su bondad de alma y por su labor cotidiana brindando, sin retribución, a tantos niños pobres, el sagrado y útil pan de la enseñanza.[1]”
De Teté Suazo, dice que regentó por muchos años una escuela llamada Hijos del pueblo en la calle Santo Tomás hoy Arzobispo Nouel. De las hermanas Bonilla, expresa que tenían una escuela en la misma calle, mientras que en la calle Sánchez con Arzobispo Nouel oficiaba el colegio García y García cuyo fundador y director fue Federico García y García.
En la esquina 19 de marzo con padre Billini, el bachiller Francisco Febrillé impartió docencia hasta graduarse de abogado. Frente a este, se encontraba la escuela propiedad de Emilio Prud-Homme, la cual era exclusivamente para varones y que, según estima, dio excelentes hombres a la sociedad.
Según Francisco Veloz, en 1891 abre sus puertas la escuela La Trinitaria, primera en establecerse en La Misericordia y sus contornos. “Al no haber escuela primaria de varones en el barrio de La Misericordia, repetimos, al comienzo del siglo veinte a los que estábamos más grandecitos, nos inclinaron al trabajo a aprender un oficio con qué hacerle frente a la vida.”[2]
Según sus datos, “desde el año de 1887 –investigado-, hasta el 26 de julio de 1899, que es cuando matan al general Lilís, -12 años-, no hubo una sola Escuela Primaria de Varones en el barrio de La Misericordia, ni pública ni privada. Apareció un poco más tarde con el cambio de gobierno que hubo, a principio del siglo XX, que es la que hemos descrito ubicada cerca de la Cruz de la Misericordia, dirigida por Ramón Lavandier, con un profesorado competente.”[3]
Acudía a la escuela en horario nocturno, pues él y su hermano Luis trabajaban. El primero como asistente de panadero y el segundo como despalillador de tabaquería. A partir de las 9 de la noche llegaban los adultos a recibir clases de teneduría de libros.
Sobre la fundación de esta escuelita, nos dice Santiago Castro Ventura: “También se ordenó el desalojo de las casetas que estaban a ambos lados del baluarte, ocupadas por personas que las tenían abandonadas, fueron reparadas y de acuerdo a la versión de Alemar: […] estableciéndose en una de ellas la Escuela “TRINITARIA”, de enseñanza primaria, bajo la dirección del Profesor Federico Velásquez y Hernández, quien después llegó en la política alcanzar la Vice-presidencia de la República, y en la otra, una Estación de la Policía Municipal. Ambas cosas fueron inauguradas, con festejos el 26 de Febrero de 1891, a las 3 de la tarde”[4].
En La Trinitaria también estudió Francisco Moscoso Puello, quien relata en su novela Navarijo lo difícil que era tomar clases en el pequeño plantel que compartía espacio con un pequeño destacamento, donde por lo general transitaban mujeres de la vida nocturna y antisociales en estado de embriaguez.
Con una memoria prodigiosa y descripciones que parecen esbozar un plano urbanístico de la Ciudad Colonial, Francisco Veloz rescata de olvido la labor de escuelas y docentes de la Misericordia y sus contornos.
[1] Ibíd. 240
[2] Ibíd. 241
[3] Ibíd. 245
[4] https://acento.com.do/opinion/puerta-del-conde-y-o-baluarte-del-conde-9168666.html
Compartir esta nota