Recientemente se aprobó en la República Dominicana la Ley Num. 96-25, que declara a Ercilia Pepín como “Prócer de la Patria” y designa el 7 de diciembre de cada año como “Día de Ercilia Pepín”. Una buena noticia que rinde un merecidísimo homenaje a una mujer, pobre, mulata y de barrio, que se destacó como maestra, patriota, civilista, internacionalista y que desafió al dictador Trujillo y a los norteamericanos. Veamos.

En 1900, cuando la mayoría de las mujeres eran analfabetas y no se les reconocía capacidad para ejercer la docencia, ella, por sí misma y bajo la orientación del maestro Salvador Cucurullo, aprendió las letras y los números en español, y llegó a dominar el francés y el italiano, y comenzó a enseñar a otros niños en su humilde hogar, situado en un barrio pobre de Santiago de los Caballeros, donde nació el 7 de diciembre de 1886.

Apenas con 20 años, resultó nombrada directora de una escuela —la directora más joven del país— y, dos años después, pasó a impartir clases en la Escuela Superior de Señoritas. Aunque no fue alumna directa del maestro antillano Eugenio María de Hostos, se convirtió en una genuina representante de sus principios educativos y éticos, sintetizados en el uso del método científico y en la práctica de un magisterio veraz y para todos, sin distinción de   ricos y pobres, varones y hembras.

Con sus propios recursos pagaba a talentosos profesores, adquiría libros, microscopios, útiles como reglas y mapas, y embalsamaba y disecaba animales y plantas para hacer más ilustrativas sus clases. Impuso el uso del uniforme escolar, el trato respetuoso entre maestros y alumnos, y la veneración de los símbolos patrios entre otros cambios.

Durante la intervención militar norteamericana de 1916, realizó una activa y sistemática campaña mediante charlas, conferencias y debates, tanto en el país como en Estados Unidos y Europa; con el objetivo de cambiar las mentes y actitudes de quienes creían que en la República Dominicana no había personas capaces de gobernarla; y que no merecía ser libre y soberana. Organizó marchas y protestas a nivel nacional e internacional; y se convirtió, quizás, en la voz más firme y potente en defensa de su patria. Por lo que fue presentada en el Departamento de Estado norteamericano, como ejemplo convincente de la capacidad del pueblo dominicano para dirigir su propio destino.

No se le conoció pareja ni tuvo hijos, decía que sus dos grandes amores eran la escuela y la patria.

Defendió de manera intransigente los derechos humanos, la dignidad de las mujeres, los oprimidos y los más necesitados. Aunque ella y Trujillo mantuvieron una relación de amistad durante algún tiempo, éste, al inicio de su brutal dictadura la canceló como maestra y directora y la  mantuvo prácticamente encarcelada en su hogar, hasta su muerte,  luego de que protestara por el asesinato de uno de sus profesores y otros compañeros opositores al régimen.

La aprobación de esta importante ley requirió un proceso largo y gradual, que inició hace justo un siglo, cuando el Ayuntamiento de Santiago le confirió el título de Hija Benemérita en 1925.  Y continuó en ocasión de su muerte el 14 de junio de 1939, cuando la honraron con una multitudinaria despedida, posiblemente la más concurrida que el pueblo dominicano haya ofrecido a una figura de su talla. Una fecha que, significativamente, los patriotas antitrujillistas escogieron para las expediciones de 1959.

Ha recibido múltiples reconocimientos de su pueblo. Centros de enseñanza, lugares y calles; grupos sociales y comunitarios que llevan su nombre. En el primer centenario de su nacimiento, 1986,  por iniciativa de la talentosa historiadora Dra Carmen Duran  – nieta de una alumna de Ercilia Pepin e hija de un  expedicionario  mártir del 14 de junio- y un  servidor, la Universidad Autónoma de Santo Domingo le otorgó de manera honorifica,  el título de Doctora honoris causa post mortem; designó el recinto de Santiago con su nombre y publicó sus escritos que dispersas en textos, revistas, periódicos y cartas, más  una biografía y una antología elaboradas por quien redacta este escrito.

Igualmente, la Fundación Consuelo Pepín celebró un concurso sobre su vida y obra, e instaló cinco bustos de Ercilia Pepín, en distintos lugares del país. Recientemente el laborioso comunicador Lic. Eury Cabral produjo un interesante documental y un libro acerca de ella.

Esperamos que esta ley contribuya difundir el pensamiento, la vida y obra de esta colosal mujer y que sirva de impulso a otras iniciativas similares en favor de dominicanos meritísimos, como los doctores Pedro Mir y Minerva Mirabal.

¡Que viva Ercilia Pepín y nuestra patria libre y soberana por siempre!

William Galván

Profesor de psicología y antropología de la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD). Investigador académico y consultor de empresas.

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