En esos momentos de duda, cuando te sientes peor que una hormiga en un concierto de música metálica, busca salvavidas. En esos instantes en que nadas a contracorriente de la vida cultural dominicana, porque ese escenario estará más contaminado que un basurero de la Parte Alta de la ciudad, recuperas el oxígeno con las palabras que pusieron la honestidad sobre todas las cosas.

Todavía sigo lamentando la pérdida de Enriquillo Sánchez: ese verbo suyo afilado, esos “lenguas de mimes” siempre certeros, refrescantes, atrevidos, conmovedores. Su sección de “Palotes”, en la revista Ahora, sigue siendo uno de los más consistentes archivos del pensamiento crítico.

Ahora vuelvo a uno de sus textos que en su momento más me chocaron y que desde entonces ha constituido una espina dorsal de mis convicciones. Me refiero al relativo viacrucis de los premios, y peor si vienen en mayúsculas y son “Premios Nacionales”, algo así como titulaciones monacales con las que una especie muy escogida va jugando voleibol a través de los años, tirándose la bola entre ellos mismos.

El artículo lo publicó Enriquillo Sánchez en la revista Ahora!, en el número 809, el 14 de mayo de 1979, en su columna “Palotes”, con todo el encanto, el atrevimiento, el sarcasmo habitual. ¡Estamos ante un texto con 46 años de antigüedad y más actual que nunca, aunque los nombres se hayan movido de puesto! Lo que de Enriquillo Sánchez (1947-2004) fue un caso único de valentía, honestidad, brillo. Al pensar una sociología de los intelectuales del país dominicano, bien que podríamos tenerlo como uno de sus principales pensadores.

El artículo de Enriquillo Sánchez sigue siendo una denuncia vigente contra el clientelismo cultural y la falta de transparencia en los premios literarios.

Ya en 1979 expresaba Sánchez sus temores ante la “Cosa Nostra” de los premios literarios, preocupación que luego se convirtió en profecía. No dejándose manipular por sus vínculos de amistad, revelaba una honestidad a prueba de drones y de tanques. Aquí los dejo con el artículo de Enriquillo Sánchez, uno de nuestros grandes últimos intelectuales, en un texto más que actual:

“Ganar un premio no es lo mismo que otorgarlo. Palotes, ¡ahora! se pregunta —y pregunta— por qué fueron miembros de los jurados de los premios nacionales de literatura los señores Freddy Ginebra, Norberto James y Andrés L. Mateo. ¿Por qué?

Desde el punto de vista personal, no tenemos nada contra Fre­ddy Ginebra, Norberto James y Andrés L. Mateo. Todo lo contrario. Somos amigos personales de los tres, pero consideramos que no reunían ni reúnen los requisitos para ser jurados en el más importante evento literario de la nación.

¿Qué libros han publicado Ginebra y Mateo? ¿Desde cuándo es ensayista, James? ¿Quién conoce a Ginebra como cuentista? Los méritos de Freddy Ginebra como organizador de concursos de cuentos no lo hacen merecedor de la condición de jurado en un alto concurso de cuentos. Los méritos de Norberto James como es­tudiante de ciencias sociales no obligan a nombrarlo como jurado en la categoría de ensayo. La buena poesía —poesía dispersa— de Andrés L. Mateo no lo convierte en autorizado jurado de poesía.

El caso de Pedro Peix es distinto. Pedro Peix es, ya, un Premio Nacional de Literatura.

Con esos jurados se desacredita el Premio Nacional de Litera­tura. Pronto no se creerá en ese premio. Recordamos un caso —muy conversado, por cierto— en el que se recomendaba a un perdedor dominicano de un concurso extranjero como jurado de ese mismo concurso. Existe, por lo visto, un mecanismo mediante el cual se consagra como jurados a los que pierden como concursantes. Ni Norberto James ni Andrés L. Mateo fueron desig­nados miembros del concurso Casa de las Américas mientras vi­vieron en Cuba.

¿Qué nos ocurre con la cultura a los dominicanos? Todo parece indicar que se está gestando una Cosa Nostra de la cultura en Santo Domingo. El sentimiento común y generalizado es que uno no debería protestar contra ese estado de cosas.

Protestamos por honradez, no por resentimientos. Protestamos por respeto a la verdad, no por revanchismo. Protestamos por decoro, no por vanidad.

Aquí habrá Cosa Nostra de la cultura, pero habrá también denuncias insobornables de quienes no tienen qué perder ni qué ganar”.

Miguel D. Mena

Urbanista

Editor, docente universitario y urbanista

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