En el afán de ser transparentes, inclusivos y estar siempre presentes, muchas organizaciones han caído en una trampa sutil pero destructiva: la infoxicación interna. Esta avalancha de información, lejos de fortalecer la cultura y la claridad, está generando un ruido ensordecedor que afecta profundamente la experiencia y la productividad del colaborador.
Piense en su bandeja de entrada o en los canales internos al inicio de la semana. Es muy probable que se encuentre con una decena de comunicados: el newsletter de Sostenibilidad, el aviso de People sobre el nuevo beneficio, la invitación al webinar de Tecnología y la circular de Seguridad, todo lanzado casi simultáneamente.
El problema no es la información en sí, sino la saturación. Cuando las áreas, especialmente la de Personas (Recursos Humanos o People), envían comunicados para "absolutamente todo" sin una verdadera priorización, se produce una competencia feroz por el tiempo y la atención del colaborador. La consecuencia es que los mensajes urgentes o realmente importantes se diluyen entre campañas menores. El cerebro, en un acto de autodefensa, empieza a filtrar, y en ese proceso, lo importante se pierde y el impacto deseado se anula.
La vivencia del colaborador: “En lugar de sentirme informado, me siento agotado”. Cada notificación se percibe como una tarea más, no como una guía o un beneficio. La pregunta ya no es: “¿Qué tengo que saber?”, sino: “¿Qué puedo ignorar para seguir trabajando?”
A esta sobrecarga se suma la flagrante falta de segmentación. Recibir una comunicación sobre el cambio de horarios en la planta de producción de otro país, cuando usted trabaja en el área de Marketing en la oficina central, es el ejemplo perfecto de fatiga informativa.
La práctica de enviar el mismo correo a toda la empresa sin considerar el perfil, las responsabilidades o la necesidad real del destinatario no solo incrementa el volumen de mensajes, sino que genera una sensación de irrelevancia.
Esta irrelevancia se potencia con la replicación multicanal. El mismo mensaje sobre "el evento de fin de año" aparece en el correo, en el chat de Teams, en el grupo de WhatsApp interno y en la Intranet. Esta redundancia no refuerza el mensaje; simplemente aumenta la sensación de asedio y desperdicia el valioso capital cognitivo del colaborador.
El impacto de la infoxicación trasciende la simple logística; es un factor que erosiona directamente la experiencia del colaborador y, con ella, la cultura organizacional, pues el colaborador ya no puede discernir qué políticas, campañas o iniciativas le incumben o le aplican realmente, lo que conduce a la incertidumbre, a decisiones basadas en suposiciones y, finalmente, a la parálisis.
Además, ocurre una peligrosa dilución cultural porque la cultura se construye con mensajes consistentes y claros. Cuando cada pequeña iniciativa se lanza con gran despliegue, el mensaje principal de la empresa —su misión y prioridades estratégicas— se debilita, transformando la voz de la organización en un murmullo constante en lugar de un discurso inspirador.
Esto inevitablemente lleva a la desconexión y el cinismo: si la comunicación interna se percibe como spam inevitable que se debe borrar, el colaborador levanta una barrera con los equipos de People y Liderazgo, generando un cinismo sutil donde toda nueva iniciativa, por muy bien intencionada que sea, es recibida con escepticismo o indiferencia.
Detener esta avalancha no implica reducir la transparencia, sino aumentar la inteligencia en la comunicación. Es crucial priorizar, segmentar con precisión y, sobre todo, entender que en la era de la información, menos, si es relevante y oportuno, siempre será más. Solo con este enfoque lograremos que nuestros mensajes no solo sean vistos, sino que sean entendidos, valorados y, lo más importante, que realmente impulsen la cultura que deseamos construir.
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