El    ciber mundo    como    sistema    tecnológico digital,   cibercultura   y cibersocial, ha sido construido  por  el  sujeto  cibernético,  el  cual, como entidad biológica, pertenece a la especie, pero que se diferencia de otros seres vivos por sus prácticas sociales, las que despliega gracias al  cerebro-lenguaje- el  discurso  y su  relación social    con    el    poder cibernético,    y    las ciber sociedades que él mismo ha forjado y que, a  la  vez,  le  forja. Este,  como  tal,  constituye  las mismas fibras del Ciber mundo    virtual    y ciberespacial.  De  ahí  que  estos  se  definan de acuerdo a su   relación   social   con el poder cibernético. Por lo que hablo de varias clases de sujetos cibernéticos, que van desde los hackers y  sus  diversas  modalidades  de acuerdo  a  las variables  de  poder (mercenarios,  rebeldes  de ciberseguridad de instituciones   públicas   o privadas, entre otros), ciber empresarios, cibereducadores hasta los Ciber políticos. (Merejo, 2021, p.1)

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Andrés Merejo

En su obra Ética e Inteligencia Artificial en tiempos de Poli crisis, Andrés Merejo propone una nueva perspectiva sobre el sujeto cibernético, desafiando la noción simplista de ser meramente un usuario de dispositivos digitales. Merejo argumenta que el sujeto cibernético es, en realidad, el verdadero artífice del Ciber mundo, lo que implica una reflexión crítica sobre el poder de la tecnología y la ética en la sociedad contemporánea. Este ser viviente, en su interacción con lo digital, evidencia un proceso de construcción y reconstrucción simultáneos. Este sujeto, caracterizado por su naturaleza híbrida, habita en la frontera entre los dominios físico y virtual, y su subjetividad se moldea a través de la influencia del lenguaje, el poder y la cultura, en un contexto donde lo humano y lo artificial coexisten y se entrelazan.

El sujeto cibernético ha sido el artífice del proceso de ciber mundialización y de las diversas variables de poder cibernético que se presentan a tono con los dispositivos de control virtual  y  social. Como  observador  viviente  es  un  individuo contradictorio  e irrepetible en la sociedad. Con él conviven varias prácticas sociales virtuales y reales; viene  siendo  padre, hermano, hijo,  amigo,  intelectual,  escritor y  el  cibernauta  que navega  por los  confines  del  ciberespacio  y  de las  redes  sociales. (Merejo, 2021, p.7)

En este sentido, la caracterización de Merejo subraya que el sujeto cibernético no es una figura uniforme, sino un entramado de roles y experiencias que coexisten en tensión dentro de la misma persona. La virtualidad, lejos de ser un escenario alternativo simplista, se erige como un campo de actuación en el que se proyectan y reconfiguran las identidades sociales. De este modo, lo contradictorio e irrepetible del sujeto no se origina únicamente en sus lazos familiares o en su condición de observador, sino que también se deriva de su capacidad de propagarse al ámbito digital y de involucrarse en nuevas formas de poder y control.

Este sujeto opera como una entidad múltiple, desempeñando roles tales como nativo digital, hacker, ciber empresario, cibereducador, cibervigilante e incluso ciber terrorista. La capacidad de influencia de la tecnología no se limita únicamente a su consumo, sino que se manifiesta en la capacidad de redefinir las prácticas sociales, políticas y culturales desde el espacio digital. En efecto, su ubicuidad —entendida como la capacidad de estar en todas partes gracias a la hiperconexión—, lo acerca a un poder que tradicionalmente se ha atribuido a lo divino. El sujeto cibernético habita en tiempo real, de manera simultánea, en diversos espacios, generando identidades, relaciones y discursos que trascienden lo material.

La multiplicidad de roles del sujeto cibernético —desde el hacker hasta el cibereducador— muestra que no puede reducirse a una identidad unívoca ni a un mero receptor pasivo de la tecnología. En este sentido, la crítica de Merejo a Lanier cobra relevancia, puesto que el sujeto digital no se limita a ser un consumidor pasivo de la tecnología de la información y la comunicación (TIC), sino que se erige como un agente que selecciona, crea y redefine sus prácticas en función de las herramientas y objetivos que privilegie. La diferenciación entre vivir «por y para» la tecnología, ya sea como un medio de control o como una fuente de conocimiento, participación y empoderamiento, permite una interpretación más amplia del fenómeno. En este sentido, la acción del individuo se erige como un elemento fundamental para comprender la complejidad inherente a lo cibernético.

Este  enfoque  nulifica  al  sujeto  cibernético  o  lo  reduce  a  simple consumidor de tecnología.  Lanier  no  comprende  que  estos  se  van definiendo  y redefiniendo  de acuerdo a sus estrategias como navegantes en el ciberespacio, lo cual incluye las redes. No es  lo mismo  un  sujeto  cibernético  que  vive  atrapado en  las  redes  por  y para  la tecnologías de la información y comunicación (TIC) que un sujeto que viva por y para la tecnología  del aprendizaje  y  el conocimiento (TAC)  o  para  la tecnología  del empoderamiento y la participación. (Merejo, 2021, p.9)

Esta diferenciación en las formas de habitar la tecnología allana el camino para comprender la evolución del análisis de Merejo hacia 2023. La premisa que sustenta la capacidad del sujeto cibernético de optar por permanecer inmovilizado en las redes o, por el contrario, desplegar su potencial en contextos de aprendizaje y participación, se articula con una perspectiva más optimista: la de un individuo dotado de la capacidad de transmutar la esfera virtual en creatividad, innovación y acción colectiva. En este sentido, la «ciberdemocracia» emerge como el resultado de una redefinición continua, en la que la tecnología deja de ser un límite y se convierte en un recurso para expandir las prácticas sociales y políticas.

Merejo (2023) observa en este sujeto una doble dimensión. Por un lado, se observa una perspectiva positiva, en la que se destacan atributos como la creatividad, la flexibilidad, la capacidad de generar recursos y la producción de conocimiento. Además, se evidencia la generación de nuevas formas de participación social y política. En este sentido, el ciberespacio emerge como un ámbito propicio para la innovación, la educación expandida y la emergencia de nuevas formas de ciudadanía. En este contexto, se manifiesta lo que Merejo denomina una ciberdemocracia, en la cual los individuos tienen la capacidad de ejercer poder y construir comunidad a través de redes sociales, plataformas educativas y movimientos digitales.

Por otro lado, se presenta una perspectiva crítica que advierte sobre el riesgo potencial de que el sujeto cibernético quede inmerso en dinámicas de control y vigilancia. La hipótesis de la hiperconectividad, que simultáneamente lo libera, también lo convierte en objeto de ciberespionaje y manipulación algorítmica. El precariado digital, definido como una nueva clase social caracterizada por la inestabilidad laboral y la falta de seguridad tanto en el ámbito laboral como en el comunitario, constituye un ejemplo ilustrativo de esta dimensión negativa. Los individuos afectados por este fenómeno se ven sometidos a ritmos de trabajo acelerados y a sistemas que los pueden desechar como «ciberbasura» en el momento en que dejan de ser considerados útiles. En este sentido, la tentación tecnófila, caracterizada por la veneración de lo digital como si se tratara de una deidad contemporánea, amenaza con despojar al sujeto de su historicidad, de su condición ética y de su capacidad de reflexión crítica.

Las implicaciones de esta categoría resultan de gran magnitud tanto en el corto como en el largo plazo. En el contexto inmediato, el sujeto cibernético se enfrenta a una serie de incertidumbres laborales y existenciales, tales como profesiones en constante transformación, identidades en constante redefinición y relaciones sociales cada vez más mediadas por algoritmos. Asimismo, emergen dilemas éticos urgentes relacionados con la privacidad, la autonomía y la responsabilidad en un contexto en el que la inteligencia artificial opera desprovista de conciencia, pero con repercusiones tangibles en las vidas humanas.

Es de ahí que el sujeto cibernético crítico ha de partir de una filosofía cibernética e innovadora para estudiar y analizar dónde el discurso de estos intelectuales se quedó atrapado al concebir el sistema digital como meras herramientas tecnológicas y cóm o se quedaron enredados en   las   redes   sociales,   como   si   estas fuesen   el mismo cibermundo  o  el  conjunto  de  herramientas tecnológicas digitales  que es  la Internet, pero  que  no  se  puede confundir  con  el ciberespacio construido  por  los  sujetos cibernéticos. (Merejo, 2021, p.10)

En este sentido, la advertencia de Merejo sobre la confusión entre redes sociales, internet y ciberespacio resalta la necesidad de pensar críticamente el lugar del sujeto cibernético. La reducción del concepto de lo digital a un conjunto de plataformas o dispositivos no es suficiente para comprender su verdadera naturaleza. Es a través de la acción de los sujetos que se configura el verdadero ciberespacio como territorio simbólico, social y político. En este sentido, la capacidad del individuo para posicionarse frente a los discursos dominantes adquiere una relevancia significativa, evitando quedar atrapado en visiones limitadas y proyectando una praxis orientada hacia la construcción de nuevas formas de convivencia digital.

A largo plazo, el sujeto cibernético emerge como el epicentro de un proceso de cibermundialización irreversible. La supervivencia de la humanidad, en su interacción con la inteligencia artificial, determinará el equilibrio entre ambas especies. La capacidad de mantener una postura crítica e innovadora se erige como un factor determinante para orientar la IA hacia un horizonte ético, inclusivo y humano. No obstante, al sucumbir ante el dominio corporativo y estatal, se enfrenta a un riesgo de atenuación de su subjetividad en una red de vigilancia omnipresente y de merma de su capacidad de resistencia.

En este sentido, Merejo propone una reflexión sobre el sujeto cibernético como una categoría histórica en constante construcción, caracterizada por contradicciones inherentes a su naturaleza, tales como la simultaneidad de la creación y la recepción, la emancipación y la vigilancia, la innovación y la vulnerabilidad. Su determinación no se encuentra predeterminada, sino que se encuentra supeditada a la capacidad de orientar de manera efectiva tanto la ética como la política en el contexto de la policrisis actual.

El sujeto cibernético: entre la emancipación ética y el riesgo del control digital

La disertación de Andrés Merejo sobre el sujeto cibernético se erige como una apuesta definitiva por comprender el ciberespacio desde una perspectiva filosófica, ética, política y cultural, que trasciende la visión simplista de la tecnología como una mera herramienta. Merejo concibe al sujeto cibernético no solo como usuario, sino como artífice y protagonista de un espacio híbrido donde lo humano y lo artificial se entrelazan. Esta categoría se inscribe en una filosofía cibernética innovadora que reconoce al lenguaje, la cultura y el poder como dimensiones constitutivas de la subjetividad digital.

Desde una perspectiva ética, el autor subraya la necesidad de que este sujeto no se diluya en la fascinación tecnófila ni quede atrapado en dinámicas de vigilancia y control algorítmico. En este sentido, la ética emerge como un punto de resistencia, delineando una ruta para orientar la inteligencia artificial hacia objetivos que salvaguarden la dignidad, la autonomía y la responsabilidad. El sujeto cibernético, en tanto ser viviente y consciente, no puede ser reducido a los algoritmos que lo rodean; su esencia radica en la experiencia, en la autoconciencia y en la capacidad de actuar desde la comprensión ética.

El reconocimiento de las diversas prácticas sociales de los sujetos cibernéticos es de suma importancia, porque una franja se encuentran enredados en los laberintos de las redes sociales, con exhibiciones por un lado y opacidad del otro, lo que refuerza una especie de síndrome de narcisismo, que no admite la alteridad, y expulsan lo distinto — como diría Byung-Chul Han —; con  la  única  diferencia  que no  todos  los sujetos cibernéticos se pueden encasillar en ese tipo d e práctica o funcionamiento virtual. La omisión  del  otro,  el no  escuchar  forman parte  de  las enredaderas  de  esa  franja  de sujetos cibernéticos, específicamente, en la que todo es positividad, con relación al me gusta (like) en Facebook o todo es corazón en Instagram. (Merejo, 2021, p.14)

Por consiguiente, se hace imperativo reconocer la coexistencia de dos dinámicas contrapuestas en el sujeto cibernético. Por un lado, las prácticas centradas en el exhibicionismo y el narcisismo digital que, como señala Merejo, conducen a la exclusión del otro y a una virtualidad homogénea. Por otro lado, las posibilidades de apertura y construcción colectiva que emergen en el mismo escenario. Esta tensión entre el encierro individualista y la proyección comunitaria posibilita la comprensión de cómo lo digital puede convertirse tanto en un espacio de alienación como en un laboratorio de nuevas formas de organización social y política.

En el ámbito político, Merejo ubica al sujeto cibernético como un agente constructivo de nuevas formas de ciudadanía y participación, tales como la ciberdemocracia, la ciberpolítica y el empoderamiento digital. Sin embargo, se advierte sobre el riesgo de un precariado atrapado en la inestabilidad y la manipulación corporativa, lo que exige la implementación de un marco crítico y regulador que garantice justicia y equidad en el ciberespacio.

En suma, Merejo aborda el tema con una mirada integral: filosófica, en tanto interroga los fundamentos del ser digital; ética, en la medida en que reclama principios para guiar la innovación; política, en la medida en que revela relaciones de poder y dominación; y cultural, en la medida en que reconoce la transformación de identidades y comunidades. Su enfoque nos lega una categoría abierta, el sujeto cibernético, que obliga a pensar la convivencia entre humanidad e inteligencia artificial como un desafío histórico en plena policrisis.

Referencia

Merejo, A. (2021, Septiembre 18). El sujeto cibernético como artífice del cibermundo. Eikasia (Revista de Filosofía), I(103), 20. https://www.revistadefilosofia.org/index.php/ERF/article/view/138/151

Merejo Checo, A. (2023). Ética e inteligencia artificial en tiempos de policrisis: Un análisis a las nociones contemporáneas de la IA. Manuscrito inédito, versión digital proporcionada por el autor.

Pedro Cruz

Pedro Alexander Cruz, nacido en 1987 en Santiago de los Caballeros. Es un destacado filósofo y escritor. Su trayectoria literaria incluye títulos como La utopía filosófica como faro de la justicia, El hombre y su profunda agonía por el saber y La maravillosa significancia inicial del libro de Lucas. Manual práctico de introducción a la lógica formal. (Epítome): Manual. La filosofía y la construcción del ser: Manuela de filosofía para niños. Política y Ciudadanía. : Intención de transformación. Estas obras reflejan su interés por temas filosóficos, teológicos y sociales, destacándose por su profundidad analítica. Además de su faceta como autor, Cruz es un apasionado de la enseñanza. Actualmente imparte las asignaturas de Filosofía y Pensamiento Social, así como Ciudadanía y Democracia Participativa, en el Colegio La Salle de Santiago. Su enfoque pedagógico busca formar ciudadanos críticos y conscientes de su rol en la sociedad. Su formación académica incluye estudios en Teología en el Seminario Bíblico de la Gracia y actualmente estudia Filosofía y Letras en la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD), con cursos realizados en la misma Universidad como: Proética. Tutor Virtual. Taller de verano de Filosofía. Neuroética entre otros. Esta sólida base académica le ha permitido combinar su interés por la filosofía con una comprensión profunda de la espiritualidad y la cultura. Actualmente, Cruz sigue residiendo en Santiago de los Caballeros, donde continúa su labor como docente y escritor, contribuyendo al desarrollo del pensamiento crítico en su comunidad.

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