El asesinato de Carlos Manzo, alcalde de Uruapan en el Estado de Michoacán, México, tiroteado a quemarropa en la plaza del pueblo ocurrido una semana antes, pudo haber puesto en peligro la celebración de la vigésima séptima versión del Festival de Música de Morelia Miguel Bernal Jiménez. El crimen cometido, pese a que la víctima tenía ocho guardaespaldas de su confianza y una docena de guardias civiles, ha detonado múltiples marchas y manifestaciones en protesta. Todo el país, especialmente Michoacán, está de luto, lo cual no fue obstáculo para celebrar el evento musical.
En su discurso inaugural, la directora general del Festival, la maestra Verónica Bernal Vargas, nieta del ilustre compositor michoacano cuyo nombre lleva el Festival, manifestó que precisamente por la tristeza que los embarga, el momento es propicio para celebrar el festival y así, a través de la música, crear puentes para construir una mejor sociedad, “con la esperanza de que proyectos (como este) que apuestan por la cultura transformen positivamente nuestra realidad y reflejen lo mejor de lo que somos como mexicanos”.
La frase elegida para denominar la edición de este año fue “América suena”. Según Verónica, “con la certeza de que las fronteras no existen cuando se trata del arte. Somos hijos de un mismo continente y creemos que la música nos une, celebra nuestra diversidad cultural y nos engrandece ante el mundo”. El Festival se celebra del 14 al 23 de noviembre de este 2025 y cuenta con más de 700 artistas provenientes de 13 países que actuarán en no menos de 55 conciertos.
Desde Ciudad de México (CDMX), a 313 kilómetros, viajamos cuatro horas en carro para llegar a Morelia, capital de Michoacán, en la zona central del país, por lagos cristalinos y bosques tupidos. Con un millón de habitantes, exhibe un centro histórico hermoso y acogedor, reconocido como Patrimonio de la Humanidad por su riqueza arquitectónica y cultural; con estrechas calles parecidas, pero más bonitas y mejor conservadas que las de la Zona Colonial de Santo Domingo, rodeadas de edificios de los siglos XVII y XVIII construidos con la piedra rosada de la región que brilla en el sol.
La ciudad fue fundada en 1541 por el virrey don Antonio de Mendoza con el nombre de “Nueva Ciudad de Michoacán”; luego se llamó “Valladolid” y finalmente, en 1828, pasó a llamarse “Morelia” en honor a José María Morelos y Pavón, héroe de la Independencia. En términos históricos, en la Guerra de la Independencia fue un escenario clave, punto estratégico en la Revolución Mexicana y donde Miguel Hidalgo promulgó la abolición de la esclavitud en 1810.
No se equivocó la directora del festival cuando anunció que “Cada rincón de esta ciudad los cautivará con su belleza, su historia y su inigualable acústica: sus palacios, templos, teatros y plazas públicas se transformarán en magníficas salas de concierto donde cada nota resonará con fuerza y emoción.” La delegación dominicana que asistimos al festival quedamos impresionados con lo que encontramos en Morelia, con la excelente calidad de las presentaciones del festival y la extraordinaria organización que abarcaba actividades por diversos lugares de la ciudad.
El fin de semana que estuvimos hubo conciertos en dos teatros de calidad y gran tamaño. El sábado en la mañana arrancó el festival al aire libre en una bellísima calzada franqueada por enormes árboles que creaban una galería con su sombra, en la cual unos 150 metros estaban hermosamente cubiertos por 80 tapetes elaborados la noche antes por artesanos michoacanos con pétalos y semillas de flores. El Embajador Juan Bolívar Díaz tuvo el honor de ser una de las personalidades que cortó la cinta para iniciar las actividades populares del festival.
La calzada donde se realizó la actividad comienza en la plaza donde se encuentran las antiguas torres del acueducto, al estilo romano de Segovia, cuyo facsímil adorna los billetes mexicanos de 50 pesos. Fue en el ámbito enmarcado por los árboles donde se presentó la representante dominicana al festival, la soprano lírica Carolina Camacho, residente en CDMX desde hace varios años. Con voz educada en el Conservatorio de Música de Santo Domingo, y con un estilo muy particular, Carolina cautivó la audiencia y arrancó aplausos con los ritmos “afro beats” que incorporó a su llamativo repertorio.
Tuvimos el privilegio de disfrutar el magnífico concierto inaugural interpretado por la Orquesta de Cámara Alemana de Berlín con un programa que incluía obras de Mozart, Vivaldi, Barber y Grieg. Leticia Moreno se ganó una larga ovación por su magistral ejecución del violín en “Las cuatro estaciones” de Antonio Vivaldi. El concierto se celebró en el Teatro Morelos, ubicado fuera del centro histórico, en un amplio recinto engalanado por jardines artísticamente arreglados e iluminados.
La tarde del sábado en la Biblioteca Pública Universitaria vimos al Quinteto de Alientos Wind Sync, de jóvenes músicos estadounidenses. Interpretaron con la flauta, oboe, clarinete, fagot y corno variadas obras clásicas y contemporáneas. Conquistaron el aprecio del público al finalizar con el tema mexicano “Jarabe Tapatío”.
En la noche asistimos al Teatro Mariano Matamoros, junto a la Plaza Mayor, para escuchar a “Bach in The Jungle”, música de cámara interpretada por la magistral violinista Leticia Moreno, el bandoneonista Andreas Rokseth, el contrabajo en manos de Freddy Adrián González y, al piano, Matan Porat. Lograron una ejecución excepcional de obras de Bach, Villa-Lobos, una pieza anónima boliviana del siglo XVIII, y coronaron la noche con “Las cuatro estaciones porteñas” de Astor Piazzolla. Con este concierto inolvidable concluimos nuestra asistencia al festival, que incluyó varias degustaciones de la reputada gastronomía michoacana con sus corundas (un tipo de tamal triangular), uchepos (tamales de maíz tierno) y el gazpacho moreliano (ensalada de frutas aderezadas con limón, sal y chile).
Ya planifican los festivales de los próximos tres años, especialmente el del cuadragésimo aniversario en el 2028, muestra de que el poder de la música supera todo tipo de obstáculos al ser un lenguaje universal que trasciende las barreras culturales y lingüísticas. Tuvimos la oportunidad de departir con el Maestro Juan Alonso Mendoza, colombiano, quien es el nuevo director musical del Festival, muy amigo de la Fundación Sinfonía de Santo Domingo, residente en Madrid, donde dirige la Escuela de Música Reina Sofía. Tiene planes para continuar y ampliar el legado que dejó el ilustre compositor michoacano Miguel Bernal Jiménez, quien soñó convertir a Morelia en el Salzburgo mexicano.
Nos despedimos felicitando a Verónica Bernal Vargas, directora general del Festival, a todo su equipo y a todas las personas e instituciones que han hecho posible este magnífico evento.
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