El éxito, en cualquier ámbito del quehacer humano, entrañaría, además de autoconfianza, firmeza, habilidad, inteligencia, disciplina e imaginación creativa, enormes sacrificios y esfuerzos descomunales.

Después de algunos intentos fallidos, muchas personas, sin desearlo, se desorientan y pierden, en cierta medida, el interés  de materializar sus mejores sueños.

La desazón insoportable del fracaso, probablemente, las frustrarías y dejarías  obnubiladas o como paralizadas en  telarañas de confusiones y  juicios a prioris.

Eso, quizás, les podría ocurrir, mucho más que poco, porque, como se habría de suponer, no aprenden del fracaso y permanecen, involuntariamente, enredadas en temores y laberintos de dudas que, a simple golpe de vista, parecerían insuperables.

Por capricho o delirio de la razón extraviada en divagaciones fútiles, preguntarían, no sin asombro, en el instante agónico de  la desesperación:

¿A pesar de mis fracasos, valdría la pena seguir hacia delante?

¿Yo podría tener éxito o no?

Tales preguntas, de profunda significación dudosa, posiblemente, les impedirían la consecución de sus objetivos.

Acaso, esa habría de ser, sin más, la  razón por la cual el desencanto y la angustia desgarradora  se apoderarían  de su ser.

No faltaría quien diga que los fracasos serían perniciosos y, sobre todo, desfavorables  a los  propósitos buscados.

O que tal vez por falta de optimismo, se  pudiese tener, sin quererlo, la absurda creencia de que el fracaso, en sus distintas manifestaciones, habría de ser totalmente engorroso.

Sin embargo, no es así, ya que  manejado correctamente, sería muy valioso estímulo para lograr, en cierto modo, metas deseadas; elegir caminos idóneos y canalizar positivamente inquietudes.

En eso, justamente, consiste el éxito del fracaso. Solamente, algunos consciente de ello, realizarían sus más acariciados  sueños, no sin  tropiezos, asombro, ni pavor.

El fracaso, como tal, no es si no, más o menos, la mayúscula expresión  de nuestros deslices y equivocidades, que podrían  sumirnos, prontamente, en las tinieblas espeluznantes de la desesperación y decepciones sin términos.

Joseph Mendoza

Joseph Mendoza. Comunicador social y filósofo con postgrado en Educación Superior, obtenidos en la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD). Magister en filosofía en un Mundo Global en la Universidad del País Vasco (UPU) y la UASD. Además, es profesor de la Escuela de Filosofía de la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD). Tiene varios libros, artículos y ensayos publicados y dictados conferencias en la Academia de Ciencias de la República Dominicana.

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