La economía, en su raíz etimológica griega (oikonomía), remite a la administración del hogar común. En su evolución como disciplina, sin embargo, fue adoptando una postura crecientemente técnica, alejada del terreno donde se toman decisiones con implicaciones sociales, políticas y éticas. En este contexto, surge una interrogante vital: ¿puede el economista ejercer liderazgo transformador sin renunciar a su rigor técnico?

Este artículo reflexiona sobre la intersección entre el pensamiento económico, la acción política y el liderazgo estratégico, recorriendo el debate desde las escuelas clásicas hasta el presente, con énfasis en la urgencia de una nueva ética del liderazgo económico en América Latina y, en particular, en la República Dominicana.

La historia del pensamiento económico señala que la separación entre economía y política es reciente y artificial. Desde Adam Smith, cuyo Tratado sobre la naturaleza y causas de la riqueza de las naciones (1776) era tanto un tratado económico como filosófico, hasta Karl Marx, quien situaba la economía como estructura del conflicto social, la disciplina estuvo superpuesta con el análisis del poder.

En el siglo XX, John Maynard Keynes demostró que el economista podía ser actor de la historia. No solo diseñó el marco macroeconómico moderno, sino que lideró la arquitectura financiera de Bretton Woods (1944). Su famosa frase “los hombres prácticos que se creen exentos de toda influencia intelectual son usualmente esclavos de algún economista difunto”, advertía sobre el papel invisibilizado de las ideas económicas en la política.

En América Latina, el pensamiento estructuralista liderado por Raúl Prebisch desde la CEPAL en los 50s buscó interpretar la desigualdad global desde el centro y la periferia, e impulsó la industrialización por sustitución de importaciones. Estos economistas ejercieron influencia desde organismos internacionales, gobiernos y círculos de poder, no solo desde la academia.

“El subdesarrollo no es una etapa previa al desarrollo. Es una estructura de relaciones económicas.” Raúl Prebisch, 1950

Desde los años 80, la creciente tecnocratización de las políticas públicas, en parte promovida por los programas de ajuste estructural y la profesionalización de los organismos multilaterales, posicionó a los economistas como guardianes del equilibrio fiscal, la inflación y la estabilidad macroeconómica.

El perfil del economista se asoció a la prudencia, la neutralidad técnica y la eficiencia, pero muchas veces alejado del terreno de la política distributiva, la transformación productiva o la legitimidad social. Como señala Dani Rodrik (2008), “la economía moderna ha tendido a enmascarar juicios de valor como afirmaciones técnicas”. Desafortunadamente, esto ha debilitado su capacidad transformadora.

Sin embargo, el liderazgo transformador exige una síntesis: capacidad analítica, visión sistémica, sensibilidad social y habilidades políticas. Requiere pasar de la modelización de equilibrios a la gestión de conflictos, del asesoramiento al diseño de políticas, del escritorio al diálogo social.

Bien lo expresa Amartya Sen cuando refiere que “Los economistas deben dejar de ver las instituciones como restricciones, y empezar a entenderlas como posibilidades”.

En República Dominicana, los economistas han jugado un rol destacado en la estabilidad macroeconómica. Sin embargo, el liderazgo transformador, el que es capaz de alternar lo técnico con una visión de país a largo plazo, tiene mucho terreno en donde desarrollarse.

Los desafíos del desarrollo dominicano son estructurales: informalidad persistente, brechas productivas, baja inclusión financiera, desigualdad territorial. Superarlos requiere profesionales capaces de salir del diagnóstico y comprometerse con la transformación institucional, con la articulación intersectorial, y con el diseño de soluciones que tengan legitimidad política y viabilidad técnica.

Este liderazgo económico transformador al que me refiero sugiere:

  • Rediseñar la política industrial con enfoque territorial.
  • Impulsar la gobernanza de datos como palanca de decisiones basadas en evidencia.
  • Construir nuevos pactos para la formalización e inclusión financiera.
  • Promover una visión de banca de desarrollo que acompañe, no solo financie.

Entre otros aspectos, como propone Ha-Joon Chang, no existe una sola visión de la economía, así como existen muchas formas de entender el desarrollo, y cada una conlleva decisiones éticas. El economista transformador debe integrar lo técnico con lo político y lo moral, lo cual no significa renunciar al rigor, sino entender que toda política pública es también una elección de valores.

Esta ética del liderazgo económico podría basarse en pilares estratégicos como el dominio técnico abierto al diálogo interdisciplinario, el renovado compromiso con la transformación estructural, más allá de las soluciones coyunturales. La capacidad de comunicar y construir consensos no obstante el lenguaje técnico y finalmente, la conciencia del poder, usando el conocimiento responsablemente para generar bienestar.

El paso del análisis técnico al liderazgo transformador no es automático, pero sí urgente. En lugar de resignarnos a ser meros intérpretes del presente, los economistas tenemos la posibilidad y hasta la responsabilidad, de ayudar a diseñar el futuro. No se trata de abandonar la técnica, sino de ponerla al servicio de una visión estratégica, humana y justa. Porque en última instancia, el buen liderazgo económico no es el que predice mejor, sino el que transforma más, pues la técnica sin visión se vuelve estéril.

Anadel Peguero

Economista

Anadel Peguero, Economista especializada en macroeconomía, políticas públicas, estrategia y desarrollo institucional. Cuenta con experiencia transformando datos en decisiones que impulsan el crecimiento y generan insights accionables para empresas e instituciones gubernamentales.

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