En sociedades que tienden a disimular sus desgracias más abyectas y el poder es dado al ocultamiento, intelectuales, artistas, y periodistas, tienen obligación de mostrar la realidad en carne viva, tal y como es. Descubrir, alertar y advertir, es su deber. Y no hay manifestación artística capaz de denunciar de manera tan efectiva como el séptimo arte; en particular cuando de realismo cinematográfico se trata.

El movimiento realista inició su apogeo en Europa, Rusia y Japón, contagiando a Hollywood a principios del siglo veinte. Directores como Jean-Luc Godard, Andrei Tarkovski, Akira Kurosawa, Fellini, y John Ford, dejaron producciones imperecederas, sin edulcorantes ni disfraces

Sin ser cineasta ni crítico de cine, pero sí vetusto cinéfilo, considero al largo metraje “Dossier de ausencias”, actualmente en cartelera, arte realista de gran altura, que enseña y hace pensar.Captura-de-Pantalla-2025-05-18-a-las-12.41.21-p.-m-520x728

Este impactante “docudrama”- ¿Termino actual de realismo cinematográfico? – nos lleva, con precisión y brillantez, a sentir y meditar sobre un drama psicológico tan viejo como el hombre: el desapego. Fenómeno emocional develado por John Bowlby, investigador y escritor de la escuela psicoanalítica londinense, en su pionero artículo de 1958 “La naturaleza del lazo del niño con la madre”.

La película trata de una periodista que busca escribir un reportaje. Insiste en publicar la historia de Moraima, una niña dada en adopción y devuelta a sus padres biológicos. La reportera no desmaya en su búsqueda; entrevista al padre, a la madre, familiares y amigos, hasta dar con esa niña siendo adulta. Elaine Pérez, la reportera, es interpretada por Judith Rodríguez con talentosa credibilidad.

Los autores del guion, Alfonso Quiñones y Rolando Diaz, inteligentes y sobrios, sin aspavientos melodramáticos, aleccionan sobre el trauma del desapego y desamor que ocurre al separar a un niño de sus progenitores.  Rolando Diaz, también el director, desarrolla el guion con precisión y experimentado conocimiento del oficio; deja que cámaras y personajes acentúen el hilo narrativo sin exageración. Las escenas clavetean la tragedia en nuestra conciencia.

Sentimos el tormento y la íntima devastación de niños vendidos o entregados. No importa si lo hicieron por maldad o por necesidad; el hecho es que fueron arrancados del nido como animalitos de mercado.  Palpamos, a través de los responsables, el infierno de la culpa acumulada. Sobrio y adecuado, el fondo musical respalda primeros planos de rostros estrujados por un sufrimiento crónico que el tiempo sedimentó.

En “Dossier de ausencias” atestiguamos la humillación y desesperación de la pobreza, y admiramos la inusual resiliencia de Moraima, el personaje principal, que, sacando fuerzas psicológicas de no sabemos dónde, evita envilecerse a causa de tanto trauma recibido; suficientes para llevar a cualquiera a perderse en la locura.

Hay más- esta no es una película cualquiera. Por primera vez se denuncia, anulando el disimulo cómplice, esa costumbre denigrante frecuente en las montañas de Jarabacoa: la venta de niños.

La natalidad sin control y sin comida, agravada por el abandono oficial, la ignorancia, y una religiosidad irresponsable, conduce a muchos progenitores a vender o regalar uno, dos, y hasta tres hijos, de los nueve o diez procreados. Nunca vieron aparecer el pan debajo del brazo y todos piden comida.

Andan en busca de dinero para alimentar a los que quedan en casa, pero algunos lo hacen porque forman parte de un negocio cruel, en contubernio con traficantes sin conciencia. Desconocen a quienes se los entregan e ignoran el destino que les espera. Esa práctica es una vergüenza nacional. Fingimos no verla, aunque tenga el tamaño de un enorme paquidermo.

A quienes todavía gusta pensar, o quienes quieren comenzar a hacerlo, vayan y tomen asiento frente a este documental casi película o, si se quiere, esta película casi documental; merecedora de premios y menciones internacionales.

Realismo, enseñanza, denuncia y arte, en la gran pantalla. “Dossier de ausencia” es una producción excepcional sin efectos especiales. Un acierto del prolífico intelectual Alfonso Quiñones.

Segundo Imbert Brugal

Médico psiquiatra

Psiquiatra, observador socio- político, opinador. Aficionado a las artes y disciplinas intrascendentes de trascendencia intelectual.

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