Hay momentos en la diplomacia que van más allá de los protocolos y se convierten en lecciones de visión y propósito. Brasil, por su magnitud territorial, su riqueza cultural y su creciente proyección global, representa uno de esos escenarios clave. Para la República Dominicana, fortalecer los vínculos con Brasil no es una gestión rutinaria, sino una apuesta estratégica para pensar en grande, actuar con perspectiva de futuro y enriquecer nuestra experiencia internacional.
En lo que va de 2025, hemos visto cómo las conversaciones bilaterales se traducen en resultados concretos. La ampliación de becas para odontólogos dominicanos en la Faculdade do Centro-Oeste Paulista, gestionada en julio; la firma del acuerdo de cooperación con la Universidad del Estado de Amazonas para movilidad académica, en agosto; y el IX Foro de Negocios en Goiás, que identificó oportunidades en logística e inversiones, son ejemplos claros de esta dinámica. Las reuniones con gobiernos estatales, federaciones industriales y empresariales refuerzan la idea de que los lazos políticos, cuando se cultivan con paciencia y visión, generan más comercio, mejor cooperación, mayor producción de conocimiento y oportunidades reales.
Sin embargo, más allá de los acuerdos, lo más valioso es lo humano. Recuerdo una conversación con jóvenes en una universidad brasileña: “La verdadera diplomacia no está solo en los acuerdos, sino en la capacidad de inspirar confianza.” Esa frase sintetiza la esencia de nuestra estrategia exterior: mostrarnos confiables, previsibles y siempre abiertos a cooperar.
Una lección similar la viví durante mi gestión como embajador en Japón. Allí, una diplomacia basada en relaciones humanas y confianza se transformó en logros tangibles: las exportaciones dominicanas hacia Japón crecieron 94 % en 2024 respecto al año anterior, lideradas por instrumentos médicos, cacao y puros. De 2020 al 2024, el comercio bilateral aumentó un 44 %, con un crecimiento acumulado del 250 % en exportaciones dominicanas y más de 33 % en importaciones desde Japón.
Hoy, esos frutos se repiten en Brasil: entre abril y julio de 2025, las exportaciones dominicanas a ese país crecieron más de 30 % respecto al mismo período del año anterior, proyectando un cierre anual cercano a los US$52 millones. No obstante, si contáramos con instrumentos más eficientes de facilitación comercial, estos números podrían ser aún mayores, generando más empleos, más ingresos para el país y, sobre todo, más impulso para seguir avanzando.
Brasil nos demuestra que la escala no limita la ambición. Su modelo de integración regional enseña que soñar en grande requiere audacia, preparación y visión compartida. Al mismo tiempo, la filosofía japonesa de Kaizen —la mejora continua— nos recuerda que pequeños ajustes, acciones estratégicas y perseverancia pueden producir resultados verdaderamente transformadores.
Cada acuerdo, cada contacto humano, cada iniciativa de cooperación es un paso hacia una República Dominicana más competitiva y resiliente. No se trata de imitar modelos, sino de asumir con decisión la tarea de defender nuestros intereses estratégicos y proyectar nuestro liderazgo con propósito.
Tanto en Asia como en América Latina, la diplomacia dominicana debe seguir siendo estratégica, humana, generadora de confianza y orientada a resultados. Ese es el camino para transformar oportunidades en desarrollo sostenible, y progreso real para todos los dominicanos.
Que Dios bendiga a la República Dominicana.
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