La República Dominicana hace mucho tiempo que aparece registrado en la lista de los países del continente como uno de los que tienen la peor educación. No es una noticia nueva para ninguna persona comprometida con este sector. Dentro del país, también, se comenta, se denuncia y se expresa, por diversos medios, que la educación dominicana carece de las herramientas fundamentales para considerarla como un proceso de formación capaz de ofrecer una educación integral, innovadora y útil.  En nuestro contexto, se cuenta con análisis de diversos enfoques y sentidos. Estudios e informes internacionales, dan cuenta, también, de la profunda debilidad del sistema educativo dominicano.

El factor sorpresa no encaja en este problema. Se tiene claridad sobre la necesidad de generar cambios estructurales en el sistema educativo. Pero, es más fácil continuar con más de lo mismo. Parece que la lógica de la reproducción de lo que atrasa los aprendizajes y el desarrollo del país es lo más conveniente. La clase política, el sector empresarial y el mismo sector educación actúan en complicidad para mantener la vigencia de un sistema educativo anacrónico e improductivo, a pesar de los resultados y de los indicadores que retratan los años de escolaridad perdidos; porque, como dicen las pruebas nacionales y Pisa, las niñas y los niños no avanzan en lectura, en matemáticas, en ciencias de la naturaleza y, mucho menos, en un compromiso ciudadano responsable y ético.

Estos planteamientos no responden a pesimismo extremo. No. Responden a una situación real que nos afecta a todos y que no espera más. No cabe lugar a duda el deseo que tienen los ministros en buscar y hacer lo mejor posible su labor, para hacer avanzar la educación. Pero, se necesita que alguno se dé cuenta de que estructuralmente, desde sus enfoques y métodos, el sistema educativo, globalmente considerado, no da para más y que necesita una intervención a fondo que reoriente sentidos, currículo, formación-desempeño y evaluación docente. Se necesita, asimismo, que introduzca cambios sustantivos en la gestión de la educación y en la concesión de autorización para constituirse en institución formadora de docentes. De igual manera, es necesario superar en educación el estilo de trabajo del francotirador; y trabajar con alianzas naturales y estratégicas.

Las alianzas han de tener como foco una educación más cualificada y coherente con las necesidades del país. Además, los cambios estructurales han de darle un vuelco a la relación tóxica que existe entre el Ministerio de Educación y la Asociación Dominicana de Profesores. Ambas entidades han de sincerarse y decirle a la sociedad si realmente les interesa una educación para el desarrollo integral de los ciudadanos y de la nación. Los cambios estructurales que demanda el sistema educativo dominicano, también, han de reorientar el clientelismo que los partidos políticos del país le han inoculado a la cultura escolar dominicana. Han de eliminar, también, la nivelación de los postulantes a la carrera docente que no superan las pruebas de admisión. Ha de ser docente aquél que tiene capacidad y valores para serlo. Debe finalizar el “entren todos” a ser docentes; y, el “entren todos” a ser institución formadora de docentes.

Los cambios que se requieren en el sector educación han de apuntar a una formación que eduque la razón de los estudiantes y de los profesores, para que aprendan a pensar, para que desarrollen un pensamiento crítico que les permita el análisis, la reflexión sistémica y la toma de decisiones inteligentes y oportunas. De igual modo, los cambios estructurales han de posicionar al sistema educativo nacional a menos distancia de los aportes y desafíos de las tecnologías y de la cultura digital. Pero esto no puede hacerse desde la simulación. Requiere la formulación y ejecución seria de políticas educativas y sociales que provoquen rupturas filosóficas, epistemológicas y socioeducativas.

El problema educativo no es de cantidad, es de calidad. Hay estudios que testifican que la calidad demanda investigación. Si ésta continúa distante de los centros educativos, de la práctica del docente y de la mentalidad de los que dirigen la educación, difícilmente se progresará en educación. Los cambios estructurales necesarios requieren investigación, certificación de programas y de instituciones formadoras.  Precisan, además, de evaluación sistemática de desempeño, de acompañamiento y de monitoreo pedagógicos; como, también, de una distribución y gestión del tiempo que posibilite el estudio, la lectura y la formación entre pares. Si el docente no tiene espacio ni cultura de estudio, de lectura asidua, tendrá dificultades para motivar y promover ambos procesos. Los cambios estructurales que propugnamos han de conferirle a la familia, un rol más significativo en los procesos de definición, desarrollo y evaluación de la educación.

El desafío es dar un salto cualitativo que no permita más involución ni más deficiencias personales, institucionales y sociales.  La sociedad dominicana es inteligente. Por ello, tiene que organizarse para enfrentar este desafío. Debe vencer su pasividad y trabajar activamente para que se le dé respuesta a los cambios estructurales que urgen en el sistema educativo del país.

Dinorah García Romero

Educadora

Investigadora del Centro Cultural Poveda - Directora  del Proyecto: Instituto Superior de Estudios Educativos Pedro Poveda. - Titular de Formación continuada en el Centro Cultural Poveda. - Docente del  Máster en Psicología de la Educación y Desarrollo Humano en Contextos Multiculturales,  Universidad de Valencia-Universidad Autónoma de Santo Domingo. - Co-Directora de Tesis en el Programa de Doctorado en Educación, Universidad de Valencia-Universidad-Autónoma de Santo Domingo.  

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