A propósito de un artículo sobre la relación entre el marxismo y la sociología. El pasado 20 y 21 del mes de octubre, se llevó a cabo en la Facultad de Ciencias Económicas y Sociales (FCES) de la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD) el 5to. Congreso Dominicano de Sociología con el título: Democracia, ciudadanía y pensamiento crítico.

En este evento, se ratificó el compromiso moral, social y profesional de la sociología dominicana con la educación democrática: los valores del pluralismo político e intelectual, la justicia social, las mejores prácticas de las políticas públicas y, en particular, se enfatizó la importancia de la sociedad civil, los movimientos sociales, la opinión pública y la ciudadanía en la construcción de la democracia dominicana.

Para la sociología política, el estudio de la democracia no se reduce al sistema político: los actores, discursos e instituciones convencionales como el Estado, los partidos, las oligarquías, los líderes, la burocracia de la administración pública y el sistema electoral, sino que incluye también el entorno social, es decir, la discusión sobre la complejidad de la sociedad civil: la opinión pública, los movimientos sociales y el poder de los ciudadanos.

En ese sentido, en otros títulos me he referido a los límites y alcances del pensamiento democrático liberal, pero en este artículo, nos interesa destacar y discutir sobre los límites de la teoría crítica de origen marxista, en la comprensión de la sociedad civil, los movimientos sociales y los ciudadanos, en sociedades democráticas.

Hay que destacar que, desde sus orígenes hasta la actualidad, el discurso sociológico —en particular el de Marx y Weber— ha construido una sólida teoría crítica del poder de la modernidad capitalista y la democracia liberal, pero en ese mismo proceso, ha introducido una duda, una sospecha, sobre el capitalismo y la democracia. Para Marx –ver el Manifiesto comunista y el 18 Brumario–, la democracia era una falsa, argumentando que las grandes desigualdades de las clases sociales que introduce el capitalismo garantizan que los intereses y el poder económico de la burguesía dominaran el sistema político.

La teoría crítica de Marx fue una reacción en contra del liberalismo económico del siglo XVIII y rechazó la idea de la mano invisible del mercado, de la libertad formal individual y de una sociedad abierta, racional y transparente, como supone el pensamiento liberal. Para el autor, quien tiene el dinero también posee el poder político e imaginaba que la única “libertad” de los individuos –los trabajadores– es vender su fuerza de trabajo. Desde esta perspectiva, el sistema político está dominado por el poder económico, las instituciones políticas, por el poder de las clases dominantes, y los individuos están alienados y enajenados por la esclavitud del trabajo. La salida es la revolución socialista, dirigida por la clase del proletariado. En ese sentido, hay poco espacio para la política democrática, la sociedad civil y el papel de los ciudadanos.

Sin embargo, la teoría crítica de Marx ha experimentado grandes transformaciones en el tiempo y el espacio y ha sido influenciada por otras tradiciones teóricas. A principio de la segunda década del siglo XX, se desarrolló la teoría crítica italiana de Antonio Gramsci, que supuso una actualización del marxismo en la coyuntura de las grandes disputas ideológicas, culturales y del auge del fascismo. Gramsci amplía la importancia de las críticas como parte de las luchas de clases en la esfera político-cultural. En ese sentido, propone su concepto de luchas por la hegemonía cultural que, en general, supone una lucha de clases en la esfera política e ideológica.

Para Gramsci, la clase dominante no solo gobierna con el poder del dinero en la estructura social, o con sus instituciones políticas como el Estado y los partidos, sino también con el poder del sistema cultural, donde se difunden los valores, creencias e imaginarios que colonizan la sociedad civil: la moral, la educación, el derecho, la religión y el sentido común de los ciudadanos.

Sin embargo, a favor de la teoría crítica de Gramsci, hay que destacar que propone una noción más compleja del poder cultural de la clase dominante, que no se expresa de forma vertical, sino que también incorpora el concepto de contrahegemonía, o contrapoder, donde aparece un sujeto-actor, en el plano político y cultural, con capacidad reflexiva y de acción para contrarrestar las diversas formas de poder de las clases dominantes.

Durante los años treinta, surge la teoría crítica de la Escuela de Frankfurt de origen alemán con una orientación hegeliana y filosófica. Sus exponentes hicieron la crítica al poder de la dominación técnico-científica a través de la dialéctica de la razón instrumental, las industrias culturales y el consumismo que caracteriza la sociedad moderna capitalista. Quizás el que más lejos llevó la sospecha a la política democrática y le dio un contenido político a la teoría crítica fue Herbert Marcuse, con su teoría del poder de la tecnocracia y de un individuo unidimensional, mercantil, consumista y narcisista.

Por otro lado, en los años sesenta, en pleno apogeo de la Guerra Fría y las luchas entre capitalismo y socialismo, bajo la influencia del estructuralismo francés, adquiere gran notoriedad la teoría crítica francesa de Louis Althusser, Michel Foucault y Pierre Bourdieu. Estos autores pasaron a denunciar el poder de las instituciones sociales como los medios de comunicación, la educación, la familia y las disciplinas humanísticas, como aparatos ideológicos mediante los cuales se produce y reproduce la dominación burguesa-capitalista.

Althusser llevó tan lejos la crítica a “los aparatos ideológicos de Estado” que no dejó espacio para entender el papel de las instituciones como la educación, los medios de comunicación, los actores, los movimientos sociales, los intelectuales y los ciudadanos en la construcción de experiencias y formas de vida democráticas.

Michel Foucault hizo la historia de los sistemas discursivos de las ciencias sociales y las humanidades como tecnologías y dispositivos de poder, de control del cuerpo y la sexualidad, y propuso su concepto de sociedad panóptica como un poder total, dejando la impresión de que no había salida a la dominación burguesa-capitalista. Aunque en su última etapa, bajo la influencia de la fenomenología, se interesó por construir una tecnología del yo, una ética-estética individual orientada al cuidado de sí mismo y la “salvación” en la vida privada.

La teoría crítica de Pierre Bourdieu mantuvo su compromiso político y desarrolló la noción de campos y habitus para referirse a las diversas formas de reproducción del poder en el sistema capitalista. En este caso, el campo político neoliberal –en el que vivimos– determina el conjunto de posiciones, disposiciones y toma de posición política de los individuos. El autor, fiel al marxismo, apeló al movimiento obrero antineoliberal, socialista y las luchas de clases como forma de superación y transformación de la democracia neoliberal capitalista; aunque en ese proceso, el autor no se interesó por una teoría de la sociedad civil, los nuevos movimientos sociales ni de ciudadanos.

En la actualidad, sin ninguna duda, la mayor celebridad de la teoría crítica es el reconocido filósofo Byung-Chul Han, heredero de la tradición filosófica alemana, hegeliana. Si en Marx, el espíritu absoluto de Hegel se realizaba en su proyecto de emancipación de una sociedad comunista, sin Estado, sin propiedad privada ni clases sociales, en Chul Han, la nueva utopía de “salvación” se efectúa en la melancolía y la felicidad de la conciencia individual.

Desde una perspectiva metafísica interesada por la aceleración del tiempo, las tecnologías digitales y sus consecuencias en las conciencias individuales —sin tomar en cuenta el espacio y las tradiciones culturales de los países particulares—, el autor ha realizado la crítica a la positividad de la sociedad moderna, es decir, la crítica a la explotación del trabajo, el poder de la tecnología de la información, a la cultura del rendimiento y la productividad en la sociedad capitalista, y propone la salvación individual a través de una vida contemplativa. Me pregunto qué pensarán los trabajadores precariados, las mujeres, las minorías étnicas y los jóvenes que luchan por sus derechos de buscar la “salvación” en una vida contemplativa.

En general, la teoría crítica de origen marxista nos advierte, nos pone en vigilancia, sobre las diversas formas de explotación del capitalismo, del poder de las élites políticas, del poder de la tecnología de la información y sus consecuencias perversas en los individuos. Sin embargo, dice muy poco sobre la política democrática, la solidaridad y la participación ciudadana en la sociedad contemporánea.

Wilson Castillo

Sociólogo, profesor.

Wilson Castillo es un sociólogo dominicano, investigador y docente universitario, reconocido por sus aportes al estudio de la sociedad dominicana, particularmente en las áreas de teoría social, sociología política, cultural y, su impacto en la juventud dominicana. Es egresado de la Escuela de Sociología de la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD), institución en la que también ha desarrollado una destacada trayectoria como profesor e investigador.

Ver más